Prevención en ríos y arroyos serranos

Ante la inminencia de la apertura de la temporada estival y la llegada masiva de turistas, son necesarias las acciones que tiendan a que la toma de conciencia sea generalizada.
Las primeras intensas lluvias de la temporada se produjeron días atrás y generaron problemas e inundaciones en varios puntos de la provincia de Córdoba. En especial, la situación de determinadas localidades serranas fue preocupante, en virtud del importante milimetraje precipitado, lo que se tradujo en el crecimiento de la mayoría de los ríos de esa región.
Ante picos de crecida que superaron los tres metros en algunos casos, Defensa Civil de Córdoba decidió, por ejemplo, abrir las válvulas del dique San Roque y alertar a vecinos y turistas sobre los riesgos de transitar en zonas cercanas a los cursos de agua. Como siempre ocurre en estos episodios, se impone evitar los cruces de ríos y arroyos, tomar todas las medidas preventivas y atender las recomendaciones oficiales.
No obstante, nunca están de más las advertencias y la difusión de mensajes que, aun cuando no llueva copiosamente, apelen a la responsabilidad de la población, al cuidado de la vida propia y de los semejantes, así como al respeto con el que debe encararse cualquier vinculación con los cursos de agua en las serranías cordobesas, los que casi siempre ofrecen su imagen bucólica y tranquila, pero que pueden convertirse en torrentes destructivos luego de una lluvia.
La historia demuestra que estos atractivos turísticos tan bellos pueden ser escenario de dramáticos sucesos si no se adoptan medidas de prevención. Acercarse a un río o un arroyo obliga a tomar los recaudos del caso. Cuando no se lo hizo, la vida estuvo en peligro. Es un hecho incontrastable que muchas muertes se evitarán si la gente actúa con responsabilidad. No sólo cuando la crecida es inminente, sino también en momentos en que los cauces están normales. Las "ollas" de profundidades importantes y las rocas en el lecho forman parte del escenario natural y han sido también elementos que originaron accidentes muy graves.
Otro aspecto central es la necesidad de que exista señalización que advierta sobre riesgos posibles o directamente disponga la prohibición de bañarse en esos sitios. Es tarea de Defensa Civil y de los municipios instalar la cartelería correspondiente. De todos modos, es lógico que la enorme cantidad de ríos y arroyos, así como la dinámica viva que tienen, determina que las zonas peligrosas puedan variar, con lo que aquella responsabilidad ciudadana continúa siendo fundamental.
Difícil resulta digerir la dolorosa estadística de los fallecimientos en verano, producto de los hechos que se producen en los ríos de las sierras. Por ello, ante la inminencia de la apertura de la temporada estival y la llegada masiva de turistas, son necesarias las acciones que tiendan a que la toma de conciencia sea generalizada. No arrojarse al agua en lugares desconocidos aun cuando no haya señalización, cerciorarse de que no haya rocas en el fondo, no meterse en aguas profundas si no se es un buen nadador, respetar las indicaciones y tomar debida nota de la llegada de las crecientes son medidas básicas y fáciles de aplicar. Si no se las tiene en cuenta, la tragedia puede hacerse realidad.