Por una Pascua que provoque
Quizás pueda coincidirse en que la Pascua de este año sea una provocación que invite a la esperanza. Un ferviente llamado que mire hacia adelante. Que inste a la comunidad internacional a la colaboración, a la generosidad y a la empatía entre los pueblos.
La cristiandad en todo el mundo celebra hoy la Pascua de Resurrección. También por estos días la comunidad judía festeja el Pesaj y en pocas semanas, el mundo musulmán vivirá el Ramadán. Fiestas religiosas importantes para las tres grandes religiones monoteístas que hoy se desarrollan en un mundo convulso por imperio de la pandemia y de otras múltiples transformaciones en la vida de los hombres.
El hartazgo, el desánimo, la pesadumbre y la incertidumbre que se experimenta desde hace más de un año es compartida por toda la especie humana en este tiempo. Por ello, vale el paralelismo entre las fiestas religiosas citadas. Porque quizás nunca como en esta época los desafíos son compartidos por todos, en todas las regiones del mundo, sin distinción de ningún tipo. Y las acciones para enfrentar a la amenaza del virus también exigen un esfuerzo multilateral que debería tomar nota de algunas enseñanzas que las grandes religiones han esparcido por el planeta, como por ejemplo la solidaridad, la conmiseración, la caridad y la esperanza.
El Papa Francisco, en su mensaje de Cuaresma preparatorio para la Pascua que hoy se celebra, escribió que "en el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación". Sin embargo, es necesario provocar en el sentido estricto del término. Esto es, hacer un llamado. Lo ha hecho el Pontífice en el citado mensaje: luego de esa frase, llama a la paciencia, a la reconciliación, al perdón, al diálogo y a la necesidad de confortar al que sufre.
La Pascua, más allá de ser la fiesta religiosa cristiana más importante, puede también catalogarse como una convocatoria a la humildad y a la misericordia en esta era pandémica. Dos valores centrales a la hora de definir la existencia humana. Humildad para reconocer límites y misericordia para empatizar con el semejante. De este modo, la realidad cobra otra dimensión y las acciones de los hombres pueden alejarse del dolor y la muerte y reconvertirse en luminosas y esperanzadoras.
Esta dicho y escrito que nuestra generación no vivió nunca algo similar a lo que está aconteciendo con la crisis sanitaria global: se enfrenta a la muerte de manera directa, se toma conciencia de la fragilidad de la vida. Aspectos que la modernidad había soterrado para dar vida a otros valores superfluos que pregonaban casi la omnipotencia del ser humano. Por cierto, quedó demostrado que esconder aspectos centrales de la existencia no ha sido una buena decisión.
Quizás pueda coincidirse en que la Pascua de este año, que para los cristianos es el paso que derrota de manera definitiva a la muerte, sea una provocación que invite a la esperanza. Un ferviente llamado que mire hacia adelante. Que inste a la comunidad internacional a la colaboración, a la generosidad y a la empatía entre los pueblos.