Por el “10” de ellos
La Argentina se despidió de la Copa del Mundo con una dura y realista derrota. Juego predecible, tuvo carencia de sorpresa y generación, errores defensivos y falta de definición. Mbappé fue la figura y el líder francés, Messi, absolutamente ausente. Fue 4 a 3 y fin de un ciclo.
(POR LUCIANO OLIVERO, desde Kazán)
La Argentina no pudo con el poder ofensivo de Francia y cayó derrotada en los Octavos de Final de la Copa del Mundo Rusia 2018, dejando así, la imagen de una pálida y triste selección que pide a gritos renovación y trabajo de fondo. Fue 4 a 3, con un Mbappé intratable y un Messi desconocido.
Era una opción, no la que queríamos, pero era una opción. La corazonada y el milagro no pueden siempre determinar el destino de un partido y así sucedió. Ganó el fútbol, ganó una idea, ganó una perfecta ejecución, sin nada de improvisación. La dura realidad, que nunca quisimos ver.
Solo un "zapatazo"
De arranque, La Argentina cedió el protagonismo y esperó. Banega era el conector en ese equipo absolutamente replegado, que solo buscaba lateralizar todas sus salidas, olvidándose que en la previa, Sampaoli quitó el centrodelantero, por ello, sin referencia de área, muchos de los desbordes elaborados no tenían sentido.
Pero Mbappé manejó el primer tiempo, luego el partido. Mucho más que Messi, con destellos de alta calidad, protagonismo y mucha rapidez.
Griezmann, a los 8', reventó el travesaño de Armani en un tiro libre, anunciando la peligrosidad, que traería nuevamente Mbappé, minutos después. Tremenda corrida del "10" aprovechando un hueco de los centrales - Otamendi y Rojo - lo derribaron y penal.
La Argentina regalaba inseguridad y desprolijidad, y Griezmann lo aprovechó para poner a Francia en ventaja. 1 a 0.
Fue un golpe, pero por suerte, lo asimilamos como una caricia para despertarnos. El conjunto "albiceleste" tomó apuntes y empezó a achicar esos espacios que regalaba generosamente.
Banega la tomó, Mascherano acompañó y Messi apareció para reavivar la tenencia de la pelota, de un equipo que tenía como estandarte la lateralización de cada jugada, sin finalización de la misma.
Pero el problema, se llamaba Mbappé. Pelotazo, corrida del "10" francés, y una secuencia que se repetía una y mil veces, cuando Francia tenía la pelota.
Griezmann - Mbappé - Pogba y una terrible pesadilla que se empezaba a construir desde el vamos. Argentina sufría la ausencia de un centrodelantero y para colmo de males, Pavón no lograba desequilibrar, como se lo había imaginado en la previa. Francia, jugando solo a un toque y con claridad y rapidez, era absolutamente superior.
Pero por esas cosas del fútbol o por esas cosas argentinas, el milagro volvió a nosotros. Nadie lo esperaba, nadie lo imaginaba, pero a apreció. Remate de Di María y golazo de "fideo" desde afuera del área, para irnos al descanso pensando en que lo merecíamos.
Una emoción, de segundos, un adiós eterno
Di María parecía ser el hombre de la tarde. Cerró el primer tiempo y abrió el segundo. Actor principal del primer desequilibrio, el del PSG ganó en velocidad por izquierda y generó un importante tiro libre a segundos del comienzo del complemento.
Ejecución pasada. Aparición fantasmal de Messi, paciencia, giro y disparo, que terminó pegando involuntariamente en Mercado y descolocando a Lloris para la explosión incontenible en las tribunas y el 2 a 1 milagroso, pero bienvenido.
A diferencia de La Argentina en anteriores duelos, Francia no cayó en un pozo depresivo y salió a mostrar sus cartas, las mismas que venía jugando, pero con las que aún no podía terminar de coronar su tarde.
Apeló a su paciencia, a su velocidad y sacó su mejor versión, demasiado para nuestra selección. Casi en un abrir y cerrar de ojos, la realidad era otra, tal vez la que tenía que ser, pero no la que queríamos. Golazo de Pavard a los 7', de volea, inalcanzable para Armani, para poner el empate.
Francia había despertado y Mbappé, tenía más destellos guardados. Jugada colectiva, centro, nadie despejó y el "10", a puro corazón, fusiló a un Armani sin respuestas. 3 a 2 y otra vez a cuestas.
Esta vez, no hubo milagro, ni nada que se le asemeje. Solo hubo que dejar correr el reloj. Messi insipiente y desaparecido, Argentina sin ideas. Sampaoli erró todos los cambios y la debacle llegó.
Aceleración, cambios de frente y otra exquisita definición del "10", que este si jugó con mucho "amor francés". 4 a 2 y un horizonte tormentoso.
Argentina no se entregó, eso es lo único rescatable. Fue, al bulto pero fue. Hubo tiempo para una de Messi, una de Agüero y otra del "Kun" que fue adentro para decorar un resultado final, que a nadie le importará.
Nunca es triste la realidad, lo que no tiene es remedio. No habrá nada que alivie el dolor de esta eliminación, pero si habrá una urgente obligación de trabajar, para darle salida a un ciclo exitoso, pero ya desgastado. Nos volvemos a casa, por culpa del "10" de ellos y por ese manojo de irregularidades del fútbol argentino, que lo llevaron a esta situación.