Análisis
Política, ética e inteligencia artificial

En lugar de crear y difundir “deepfakes” para usos proselitistas, los dirigentes políticos que aspiran a representar a su pueblo deberían plantearse aquellos interrogantes éticos que exigen una atención urgente.
Un video generado con inteligencia artificial que simula un discurso del gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, provocó revuelo político en nuestra provincia. La pieza audiovisual fue replicada en la red social X por el diputado nacional de la UCR, Rodrigo de Loredo, quien quedó en el ojo de la tormenta a raíz de los cuestionamientos expresados por el propio mandatario provincial y varias voces del oficialismo cordobés.
El video muestra un supuesto discurso de Llaryora cuyo contenido está en las antípodas del discurso oficial. Procura, como lo ha sostenido el diputado nacional radical, mostrar “lo que realmente sucede” y no lo que se relata. “Cordoversismo. Peronismo. Basado en hechos reales, escrito y dicho por la IA”, escribió De Loredo al compartir el contenido. De inmediato, se recordó un video falso en el que el expresidente Macri anunciaba el retiro de la candidatura de su candidata principal a la Legislatura porteña, incluso sin señalar que se trataba de una creación de la IA.
Las repercusiones elevaron el tono de la discusión política, a pocos meses de las elecciones legislativas en Córdoba. El gobernador afirmó sentirse injuriado y sostuvo que “la inteligencia artificial es un nuevo debate, pero la injuria no es un nuevo debate. La injuria siempre duele. Todavía sigo esperando que por lo menos me pidan una disculpa”. Así también, varios de sus colaboradores lanzaron duras críticas por “los límites traspasados” y otros calificaron, quizás exageradamente, la acción como “un delito en flagrancia”.
Por su parte, De Loredo defendió su actitud señalando que siempre aclaró que el video fue elaborado por la inteligencia artificial, “una tecnología que, de a poco, se convierte en masiva, con distintos episodios y figuras públicas nacionales e internacionales”. Agregó que lo que se expresa en el video “es lo que realmente pasa”. Su argumento no parece contemplar aquello tan añejo del fin y los medios.
En estas posturas contrapuestas aparecen nítidas las aristas de un problema creciente. Que, como las injurias, no es nuevo. Y que, más allá de las tecnologías disponibles, ha sido objeto de debate permanente a lo largo de la historia. Se trata del uso ético de la tecnología. Un tema complejo de abordar y en constante desarrollo debido al enorme crecimiento de la “oferta” de algoritmos que invaden la vida del hombre. Así, la privacidad, la intimidad, la posibilidad de vigilar y controlar, la manipulación ideológica y política, la desinformación y la factible modificación de comportamientos son temáticas candentes que plantean serios desafíos.
Independientemente de los protagonistas de esta disputa, el video referido es otro lamentable episodio en el que se refleja la inexistente toma de conciencia sobre los perjuicios del mal uso de los dispositivos digitales. En este contexto, la política no puede mirar para otro lado. En lugar de crear y difundir “deepfakes” para usos proselitistas, los dirigentes que aspiran a representar a su pueblo deberían plantearse aquellos interrogantes éticos que exigen una atención urgente. Porque, si continúan en esta senda, se hará realidad cotidiana aquello que afirma Yuval Noah Harari en “21 lecciones para el siglo XXI”: “la revolución tecnológica y científica actual no solo implica que individuos auténticos y realidades auténticas puedan ser manipuladas por algoritmos, sino más bien que la autenticidad se transforma en un mito”.