Perdieron un hijo y crearon una fundación para ayudar a otros
Esta es la historia de tres madres resilientes que viven el duelo dedicando tiempo y amor a causas comunes que cambaron el rumbo de su vida y en algunos casos, siguiendo el legado de quien ya no está.
Por Vanina Panero | LVSJ
Resignificar el dolor y convertirlo en amor a otros es una característica que define a tres mujeres del departamento San Justo que entre 2013 y 2016 sufrieron la pérdida de sus hijos en diferentes situaciones. Sobrellevar el duelo fue especial porque más allá del dolor- que aseguran nunca desaparece- decidieron transformarlo en acciones positivas, en pos de que otros chicos no tengan el mismo destino que sus hijos.
Si bien la causa personal movilizó a toda su familia, fueron ellas las que impulsaron la creación de fundaciones que trabajan con la discapacidad, en la prevención de accidentes escolares y en la capacitación de la técnica de RCP para salvar vidas.
Se trata de Luciana Guevara, de Arroyito; Lucía Quinteros, de San Francisco y Lucía Luna, de Las Varillas. Son las protagonistas de que hoy las fundaciones Infancia Segura, Kevin y Aneley, respectivamente, hayan llegado a la comunidad para concientizar sobre distintas problemáticas que provocaron hace más de seis años le costaron la vida de sus hijos.
En diálogo con LA VOZ DE SAN JUSTO, estas "guerreras" aseguran que "sus hijos vinieron con la misión de ayudar a otros. Es el legado que nos dejaron en esta tierra".
La lucha de Luciana por una infancia segura
Luciana Guevara perdió a su hijo Alejo de cuatro años, en mayo de 2013. El pequeño murió tras sufrir un accidente dentro del jardín de infantes José María Paz, de Arroyito: se le cayó una bobina de papel de 80 kilogramos.
Alejo fue víctima de la falta de información sumado al descuido y la ausencia de medidas de seguridad en las escuelas. Tras la pérdida, Luciana junto a su esposo Iván se pusieran a trabajar y fundaron Infancia Segura, la ONG que trabaja desde 2014 en la prevención de accidentes escolares en Arroyito y la región.
"En pleno proceso de duelo, sentí la necesidad de convertir ese sentimiento de dolor, angustia y bronca, en algo positivo, en actos de amor", señaló la mamá de Alejo.
"Tenía que hacer algo para que la muerte de Alejo no haya sido en vano", agregó.
Luciana confiesa que "no fue fácil" e inclusive "hasta el día de hoy hay fechas y momentos que son muy difíciles de sobrellevar como familia; tales como el inicio de clases o el día de cumpleaños de Alejo".
No obstante, la mujer asegura que "haber puesto la energía en esta causa y no canalizar el dolor en la parte legal, le ayudó a transitar este camino de dolor de una manera diferente".
"Nos llena de satisfacción ver que son muchos los cambios en los jardines y las escuelas en pos de prevenir accidentes; de hecho las instituciones están muy predispuestas a trabajar", sostuvo la mujer.
Por su parte, Iván, el papa de Alejo, contó que "todos los años escuchamos las consultas y necesidades que los docentes manifiestan y trabajamos con ello, no sólo dentro del aula sino también fuera de ella, siendo la seguridad vial de los niños un tema recurrente".
"Los accidentes son evitables en un 99% y hoy vemos que las escuelas empiezan a priorizar los factores de riesgo o inseguridad antes que otras necesidades", destacó.
Asimismo, comentó que "el primer mito que logramos derribar en las capacitaciones que bridamos es que con muy poco se puede hacer mucho: mantener el orden y la limpieza es clave, de hecho si en aquel entonces la bobina de papel hubiera estado en un depósito y no en el aula, se podría haber evitado la muerte de mi hijo".
Tras casi seis años de trabajo los Orellano- familia compuesta por Luciana, Iván y sus dos hijos facundo de 8 y Julieta de 6- sueñan con llegar a los cerca de 3.000 jardines que tiene la provincia para capacitar y prevenir, así como también contar con la sede propia.
La fundación está integrada por 20 voluntarios, entre ellos un área técnica y pedagógica. Se sostiene con el aporte voluntario de unos 200 socios. "El desafío es que se sumen más para poder replicar estas actividades en más centros educativos", sostuvo.
Los padres y hermanos de Kevin, una familia dedicada a salvar vidas
Tras la muerte de Kevin (18), en julio de
2014 a causa de un paro cardíaco-mientras jugaba al vóley, la familia Ghigo
salió adelante y la fortaleza los llevó a crear la Asociación Civil Kevin RCP.
Por medio de la misma capacitan sobre esta técnica de reanimación que permite
salvar vidas. "Cumplimos cinco años de la fundación y
en ese lapso se capacitaron alrededor de 20.000 personas en la provincia y
provincias vecinas, lo cual nos llena de orgullo", dijo Lucía, la mamá de
Kevin. "Es grandioso saber que pudimos hacer
llegar a la gente nuestro mensaje: de poder actuar para brindar una oportunidad
de vida a familiares, amigos o desconocidos". Lucía reconoce que"todo pasa por algo y está en nosotros entender el mensaje, más allá
del dolor de perder a un hijo, el cual nunca desparece". Asimismo
asegura que "nuestra esperanza es que llegará el
momento en que toda la población va a entender la necesidad de estar
capacitados para salvar vidas". Uriel
y Patricio, sus otros dos hijos, son el motor para seguir adelante, de hecho "es
a través de ellos y de las nuevas generaciones que se extiende el mensaje". "La
devolución de la gente, el abrazo, el agradecimiento por poder salvar vidas son
las que renuevan nuestras fuerzas y tienen más valor que los que nos bajonea",
aseguró. Finalmente
sueña con un lugar propio para la fundación siendo que actualmente funciona en
el garaje de su casa. En Las Varillas, la familia Frandino
sobrelleva el duelo de la pérdida más dolorosa luchando para que otros chicos
con capacidades diferentes, como su hijo Agustín- que tenía un trastorno conductual severo y
conducta autista- tengan un espacio de
contención social, el cual se materializó en la Fundación Aneley. Se trata de un centro de día donde hoy
cerca de 20 jóvenes y adultos mayores con discapacidad realizan distintas
actividades y talleres, contenidos por un equipo terapeútico. El mismo lleva el
nombre de Agustín, que falleció en noviembre de 2016, a sus 22 años, producto
de una bacteria alojada en su pulmón que complicó su estado de salud. La lucha que comenzó aún con Agustín en
vida, logró hace días uno de los principales sueños de la familia Frandino:
contar con casa propia. A pesar de que la Fundación abrió sus
puertas el 11 de septiembre de 2016, "venimos luchando desde que Agustín
ya no estaba escolarizado y nos planteamos qué hacer con él a partir de allí",
contó Lucía Luna, la mamá de Agustín quien en un principio hasta pensó en irse
de la ciudad para que su hijo encontrara un espacio de contención. "También pensamos en usar nuestra casa
como centro de día y alquilar otra para vivir. Cada puerta que se cerró en
aquel momento, nos fortaleció", expresó Lucía. Además reconoció que "consideramos que se
cometieron muchos errores médicos; nos podríamos haber quedado con esa bronca y
empezar un camino judicial, pero preferimos canalizarlo en algo positivo, en el
amor, en seguir trabajando por otros". "El mundo necesita más gente pensando en
el bienestar del otro", reflexionó. De hecho, Lucía reconoce que "me hubiera
resultado más cómodo hacer mi duelo y dejar este proyecto de lado; pero seguí
adelante por yo no lo hice sólo por mi hijo, sino por todos los ´Agustín´ que
hay en la ciudad". "Yo dedico mi vida a la fundación y lo
hago por amor y por agradecimiento. Entendí que Agus vino a este mundo con esa misión",
expresó. Concretado el sueño de la casa propia,
ahora van por el Hogar de Día. "Pensamos
estabilizar bien el centro de día e inmediatamente comenzaremos a trabajar con
el hogar de día en el mismo lugar", anticipó. Al mismo tiempo sostuvo que "será
el primero sin fines de lucro en el interior provincial". Anticipó además que realizan gestiones
para poder trabajar con obras sociales ya que por el momento sólo se les cobra
un seguro a los asistentes. Enseñar
a salvar vidas: la
misión de Kevin
Agustín, el motor de Lucía para brindarle un espacio de contención a personas con discapacidad
Aneley
ya tiene casa propia: el legado
de Agustín en Las Varillas
Van por el Hogar de Día