ARQUITECTURA
Paraboloide: cómo una estructura histórica se convirtió en Estación 8
Ingeniería, diseño y respeto por la historia se conjugaron en la transformación del paraboloide de Av. Urquiza en un espacio único para amantes de las motos. Construido en 1968, el edificio nunca llegó a utilizarse y permaneció décadas sin uso, hasta que un proyecto le dio vida.
El histórico edificio de San Francisco, creado con una estructura que marcó una época resurge con una nueva identidad. El paraboloide hiperbólico, construido en 1968 como un ambicioso proyecto para albergar una agencia de autos, fue testigo mudo de los cambios urbanos por décadas. Hoy, gracias a un cuidadoso trabajo de intervención liderado por Estudio Chelsea para la empresa Córdoba Motos, ese ícono arquitectónico volvió a cobrar vida como Estación 8, un espacio único pensado como punto de encuentro para motoqueros.
El proyecto, liderado por la ingeniera Susana Moretto, la arquitecta Verónica García, y el arquitecto Nicolás Paulín fue concebido con un profundo respeto por la historia del edificio. Desde su estudio, asumieron un gran desafío: reimaginar una obra histórica sin alterar su esencia estructural. “Fue un trabajo muy pensado y llevado adelante con mucho respeto —explicó García—. Queríamos mantener la idea original, y así lo hicimos: que se perciba como una cáscara de hormigón revestida por una piel de vidrio. Además, debíamos tener extremo cuidado, porque no se podía apoyar nada sobre la estructura existente”.
Historia viva en hormigón
La historia del paraboloide está íntimamente ligada a Rafael “Lino” Macchieraldo, quien fuera uno de los primeros arquitectos de nuestra ciudad, y autor del diseño original. Fue él quien en los años 60 proyectó esta singular estructura, con líneas curvas en tensión que recuerdan a una carpa suspendida en el aire. “Cuando lo llamamos para contarle que íbamos a trabajar en su obra, nos recibió con una generosidad absoluta”, cuenta Moretto. “Hasta se acordaba de la carpeta donde guardaba los planos originales: la número 204, del año 68”.
Macchieraldo compartió valiosos detalles sobre la construcción original, que fue un verdadero hito técnico para la época: se necesitaron grandes cantidades de madera para los encofrados y el hormigonado se realizó de forma continua durante dos días y medio, sin cortes, debido a las limitaciones de la época y a la fragilidad de una estructura hecha íntegramente en hormigón armado.
Además de sus aportes técnicos, Macchieraldo fue invitado en varias ocasiones por el equipo actual para seguir de cerca el desarrollo de la obra. “Cuando tuvimos que hacer los pilotes, él se acordaba de todo: cómo eran las bases, los tensores... Nos advertía que no se podía tocar nada, porque toda la estructura es como una cáscara muy delgada, extremadamente frágil”, relató García. “Él siempre estuvo ahí, generoso, contento, y con una predisposición admirable”.
Nuevo uso, la misma alma
Ricardo Córdoba, uno de los propietarios de la empresa que se dedica la venta de motos, le comentó a los arquitectos e ingenieros su intención de preservar la estructura original. “Nos dijo que la quería tal cual estaba, sin modificar su espíritu”, recuerdan las profesionales. Desde ese punto, comenzó un trabajo de diseño complejo, que buscaba sumar metros cubiertos sin alterar la figura emblemática del paraboloide.
Para ello, se desarrolló una estructura interior completamente independiente, con columnas en forma de “V”, cómo parábolas, y que sostienen los entrepisos que están desfasados entre sí, permitiendo los espacios de balcones. “Nada toca al paraboloide. Todo está pensado para que se siga viendo desde todos los ángulos esa estructura tan particular”, explicó Moretto. Así, se generaron distintos niveles conectados por un núcleo de circulación que incluye escaleras y un ascensor en la parte de atrás del edificio, también adaptado para motos.
Hoy, Estación 8 cuenta con tres niveles claramente diferenciados. En planta baja se ubican un bar, un área de exposición de productos, sala de reuniones, baños y una kitchenette para los dueños del comercio. El primer piso está dedicado a productos generales para todo tipo de motos, mientras que el segundo hace más hincapié en motocross, con zonas para equipamiento como antiparras, guantes y baúles. “Todo el diseño fue pensado para que las personas puedan recorrerlo de manera cómoda. Hoy todos los que llegan a Estación 8 se encuentran con un gran shopping de lo que necesiten para sus motos”, remarcan.
Es más, también pensaron en quienes están de paso y llegan después de un viaje largo. “Hay un baño especial que tiene una ducha con un lugar bien grande, un baño enorme para que el motoquero que está de paso pare, deje su moto, sus pertenencias, se bañe, se relaje y siga viaje. Se pensaron muchas cosas realmente”, explicó Moretto.
Tecnología, confort y detalle
El proyecto requirió una meticulosa planificación en términos de sonido, climatización, acústica y protección de la estructura. Cada decisión fue tomada con el objetivo de resaltar la estructura original sin opacarla. La piel de vidrio que cierra hoy al paraboloide fue colocada sin contacto directo, separada por unos centímetros, rellenando en ese espacio con juntas de goma y silicona que permiten movimiento independiente y evitan tensiones.
La climatización, por su parte, fue incorporada con un sistema eficiente, respetuoso del espacio y de bajo impacto visual. “Siempre que estudiábamos cómo calefaccionar y refrigerar la estructura, pensábamos cómo lograr aclimatar el lugar. Era muy difícil esa cáscara, especialmente el último piso, que es un verdadero termo allí arriba. Pero se logró aclimatar y refrigerar”, destacaron.
También se trabajó especialmente la acústica del lugar, ya que los materiales originales –hormigón y vidrio– generaban una gran reverberancia. “Nadie iba a poder escuchar nada. Por eso colocamos pisos de madera en los entrepisos para absorber el sonido, y en los cielorrasos de esos niveles instalamos paneles acústicos que funcionan de maravilla. Fue uno de los mejores resultados del proyecto”, aseguraron.
Cuando el patrimonio cobra nueva vida
La recuperación del paraboloide no solo rescató un ícono arquitectónico: también representó un valioso aporte urbano y cultural para San Francisco. Estación 8 se transformó rápidamente en un nuevo polo de atracción, tanto para motociclistas como para vecinos curiosos que se acercan atraídos por la estructura reluciente y su renovada vitalidad. “Es muy lindo escuchar a la gente decir: ‘vamos a San Francisco a conocer este lugar’”, comentó Moretto. Desde su inauguración, la respuesta del público fue inmediata y entusiasta.
Más allá del aspecto técnico, la intervención dejó una profunda huella emocional en los autoras del proyecto. “Yo me sigo sorprendiendo cada vez que voy. Pasamos muchas horas en la obra, pero cuando lo ves terminado, te conmueve”, confiesa García, quien agregó: “Fue un desafío enorme, pero también un orgullo. Trabajar con un escenario tan icónico te obliga a pensar cada decisión. Queríamos que el hiperbólico siguiera siendo el protagonista”.