Para ser, por fin, un país normal
Las circunstancias determinan que no hay espacio para la especulación. ¿Será capaz la dirigencia de reunirse y encontrar el sendero que posibilite sortear los obstáculos gigantescos que enfrenta el país? ¿Será posible el diálogo constructivo que destroce la sensación de que no hay salida?
Ampliamente comentado en todos los medios de comunicación del país ha sido el resultado de las elecciones legislativas del pasado domingo. La victoria de la oposición en la mayoría de los distritos determinó una nueva relación de fuerzas, mucho más pareja, en la que el oficialismo se verá obligado a negociar con otras fuerzas para poder alcanzar sus objetivos en el Parlamento.
La posibilidad de encauzar la vida del país hacia un futuro tranquilizador no asomó con claridad tras el resultado electoral. De todos modos, persiste la esperanza de que esta nueva situación política permita encontrar puntos básicos de acuerdo para mirar hacia adelante, terminar con la incertidumbre y comenzar a resolver los enormes problemas que aquejan, a cada momento, la vida de los argentinos.
Sorprendió que algunas voces del oficialismo catalogaran al resultado electoral como un "triunfo". Y que el mensaje del presidente de la Nación haya contenido expresiones contradictorias: mientras reafirmó su convocatoria al diálogo con la oposición, le volvió a enrostrar a sus adversarios la responsabilidad por el "enorme daño" causado al país. Terminó la noche festejando que en el Conurbano mejoró la performance de su fuerza política, aunque no le haya alcanzado para conseguir ese supuesto triunfo en la única región que parece preocupar a ciertos sectores de la dirigencia política: el área metropolitana de Buenos Aires.
Si bien no llama la atención debido a que la mirada porteña también existe en el otro lado del espectro político, resultó evidente la interpretación que pareció prevalecer en cierta dirigencia de la coalición opositora, que no digirió como corresponde la ajustada victoria obtenida en la provincia de Buenos Aires, pese a que el principal distrito del país formó parte de los 15 en los que la oposición resultó vencedora. Por otra parte, cabe advertir el crecimiento de algunas posiciones ubicadas en los extremos ideológicos, fenómeno que se está dando en el mundo entero y que requiere de mucha atención.
No obstante, más allá de los análisis que proliferan y las conductas que se expresan, la Argentina vive un momento muy especial de su historia. Debe la dirigencia encontrar los cauces para arribar a acuerdos políticos imprescindibles, sin los cuales será muy difícil revertir el desbarranco sostenido en el tiempo en lo político, económico, social y cultural, entre otros ámbitos. Las circunstancias determinan que no hay espacio para la especulación.
¿Será capaz la dirigencia de reunirse y encontrar el sendero que posibilite sortear los obstáculos gigantescos que enfrenta el país? ¿Podremos los argentinos construir las bases para un futuro mejor o tendremos que resignarnos a la sobrevivencia? ¿Será posible el diálogo constructivo que destroce la sensación de que no hay salida? ¿Seremos capaces de acordar puntos básicos para no seguir rodando por la banquina? La elección legislativa ya pasó. El pueblo dejó su mensaje. Las interpretaciones políticas del resultado tienen que dar paso a un nuevo punto de partida, para que la Argentina sea, por fin, un país normal.