Pandemia y vacaciones de invierno

Es posible que la experiencia de la última Semana Santa haya obligado a poner en remojo las barbas de los funcionarios gubernamentales, no solo preocupados por la diseminación del virus, sino también por las repercusiones electorales de sus actitudes.
La pandemia y las vacaciones no parecen ser conceptos que puedan ir de la mano en la ajetreada realidad argentina. La circulación del virus es un reparo importante a la hora de analizar la posibilidad de que los argentinos podamos circular por las rutas del país y descansar algunos días en los centros turísticos. Mientras tanto, quienes viven de esta industria están rogando con desesperación que se pueda vivir de algún modo la temporada turística invernal.
Este dilema se instaló al comienzo de la pandemia y continúa vigente. Ha dejado un saldo catastrófico en la economía de hoteles, agencias de viaje y el sector gastronómico, por citar rubros de los más golpeados. Y la actual realidad signada por la segunda ola del virus no permite abrigar mayores esperanzas.
En verdad, cualquier voz prudente desaconsejaría la llegada masiva de visitantes a un sitio. Mucho menos si esta circunstancia determina que los protocolos y las medidas de cuidado imprescindibles se vean vulneradas o directamente eliminadas. Así, las expectativas respecto de la temporada invernal no son las mejores. Es más, no aparecen en el horizonte perspectivas que permitan un cambio radical que elimine la incertidumbre y permita algo de normalidad para el turismo en este invierno.
En este marco, nuestra provincia sufre como pocas el freno de la actividad. No ha habido promociones ni se lanzaron programas para atraer visitantes a los centros más conocidos de las sierras. La cordura ha sido buena consejera en este caso, habida cuenta de la realidad sanitaria que continúa siendo difícil. Además, las principales voces de otros gobiernos han mantenido la misma dirección.
Por ejemplo, el ministro de Turismo y Deportes de la Nación sostuvo que no se promueve el turismo en las vacaciones de invierno, aun cuando afirme que "no está prohibido sobre todo en zonas donde no hay alto riesgo epidemiológico". Por su parte, la ministra de Salud de Santa Fe desaconsejó los viajes a otras provincias como Córdoba y sugirió "hacer turismo de cercanía", dentro del territorio santafesino. "El virus está a la vuelta de la esquina y es inminente el ingreso de la variante Delta al país", advirtió. "En Córdoba hay mucha circulación del virus y hay mucha ocupación de camas. Esas son cosas que hay que tener en cuenta", sostuvo.
Quizás se aprendió del antecedente de la última Semana Santa, cuando se alentó el turismo en todo el país, lo que luego derivó en el empinamiento de la curva de contagios y comenzó a arreciar la segunda ola de la pandemia. Es posible que aquella experiencia haya obligado a poner en remojo las barbas de los funcionarios gubernamentales, no solo preocupados por la diseminación del virus, sino también por las repercusiones electorales de sus actitudes.
Entonces, es posible que el receso invernal que está a punto de comenzar no alcance a restaurar las heridas profundas que la pandemia ha propinado a quienes viven de la actividad turística. Sigue vigente este durísimo golpe que amorató y puso al borde de la extinción a hoteles, bares y restaurantes y agencias de viaje, entre otros, lo que obliga a que los gobernantes agucen la imaginación para encontrar medidas de apoyo que permitan la supervivencia de la industria del turismo.