Padre e hija, unidos por la sangre, el fútbol y Sportivo
Los prejuicios no existen en la familia Cortese. Cristian, ex jugador de Sportivo Belgrano, trasladó el legado y la pasión por este deporte a Guillermina, actual jugadora del club de barrio Alberione. "En mi casa siempre me dejaron ser libre y hacer lo que me gusta: jugar al fútbol", resumió Guille.
Por Leandro Gottardi
La creciente visibilización del fútbol femenino en todo el mundo, agigantada aún más en nuestro país con la reciente e histórica participación del combinado nacional en el Mundial de Francia, posibilitó que muchas mujeres se animen a ser felices practicando el deporte que tanto las apasiona y que, hasta hace poco tiempo, los estereotipos clasificaban como "algo de hombres".
En la casa de la familia Cortese, los prejuicios se rompieron mucho antes de este estallido mediático. Es que, desde agosto de 2015, Guillermina (17) dejó el hockey -un deporte históricamente "femenino" que experimenta el proceso contrario al del fútbol y en el cual, Argentina es campeón olímpico- y se sumó a las filas de Sportivo Belgrano, que iniciaba su camino en esta disciplina.
Su papá, Cristian (46), es un histórico jugador del elenco de barrio Alberione, con el cual se consagró campeón de la Liga Cordobesa en los 90' y de la Liga Regional en 2000.
Un hecho lleva al otro, el amor y la pasión por el fútbol fue el legado que 'Kity' inculcó a sus hijos. "En casa se respira fútbol. La TV siempre está en los canales deportivos, leemos el diario o seguimos por las redes sociales todo lo que pasa en San Francisco, en el país y en el mundo", dijo 'Guille'.
Padre e hija, el mejor equipo
El prejuicio y el miedo al qué dirán son unas de las razones que, por años, frenaron los sueños de muchas niñas, jóvenes y adultas. "Es hermoso que mi familia me acompañe, ellos están siempre presentes porque saben que el fútbol es lo que a mí me gusta y me hace feliz. Les agradezco porque actualmente hay familias que siguen siendo muy machistas y en esos casos reprimen la felicidad de las chicas", manifestó Guillermina, visiblemente emocionada y agradecida.
"Nunca tuve problemas a la hora de que Guillermina jugara al fútbol. Es el deporte que más me gusta y el que a ella le gusta, que es lo más importante", explicó Cristian, que siempre que puede, acompaña a su hija a los entrenamientos y a los torneos en los que participa, disfrutándola dentro del campo de juego.
Hoy, Guillermina le dice a las niñas y jóvenes que quieren jugar al fútbol y no se animan "que le den para adelante, que no les importen los comentarios de los demás y que hagan lo que verdaderamente les gusta. Es hermoso el fútbol y ¿Si sos feliz haciendo algo por qué te vas a privar de hacerlo?".
El año próximo se irá a estudiar periodismo a Buenos Aires y allí, la ilusión de ser jugadora de fútbol profesional, estará un poco más cerca.
Una casa que respira fútbol
En el hogar de los Cortese se respira fútbol y por los poros se transpira esa pasión que se trasmite de generación a generación. El papá "kity" nunca discriminó su pasión entre sus hijos varones y mujeres y siempre le habló a todos con el mismo amor a la pelota.
En 2002 cuando nació 'Guille', el entorno estaba dado para que creciera empapada de fútbol.
Consultada acerca de cómo inició su amor por éste, Guillermina respondió: "En mi casa, desde chiquita, tenía camisetas de fútbol y botines pero no existía un lugar para practicarlo en la ciudad y por eso recién en 2015 me sumé a Sportivo".
Hasta entonces, 'Guille' canalizó su pasión deportiva practicando hockey en Antártida Argentina. "Jugaba muy bien al hockey y su profesor siempre me decía que podía llegar a tener un futuro importante, aparte es un deporte con varios años de arraigo en la ciudad. Pero cuando salió lo del fútbol femenino, automáticamente quiso practicarlo", contó Cristian.
Dicen que el fútbol se lleva en la sangre, que el gusto por el deporte o un club es algo que se aprende desde chicos, y muchas cosas más. La historia de los Cortese confirma que es una pasión que se hereda
Desde agosto de 2015, Guillermina, una talentosa volante central que incluso fuera convocada años atrás a la Selección de Córdoba, disfruta de jugar en el elenco de barrio Alberione, donde años atrás su papá fue uno de los baluartes en las últimas alegrías que tuvo Sportivo en la Liga Cordobesa.
"Me encanta el fútbol, lo disfruto, lo vivo y me apasiona", afirmó.
El acompañamiento de la familia
Para romper la barrera del prejuicio, el rol familiar es clave. Más aún en los jóvenes. Así lo ve Guillermina quien relató que desde pequeña estuvo inserta en una familia futbolera, lo que la llevó a heredar esta pasión. Pero de allí a la práctica, hay otro paso grande y, según señala la joven, "en mi casa siempre me apoyaron y me dejan ser feliz, lo que le agradezco mucho".
"A veces también es importante que los padres no se metan, o mejor dicho, que apoyen, que respeten los gustos de chicos y chicas", agregó.
"Es una alegría inmensa verla vestir esa camiseta. Esto es algo que quizás un padre esperaba del hijo varón pero llegó de la mano de la nena y eso me llena de alegría". Papá Cristian
Cristian por su parte se refirió al hecho de, como padre, salirse de los estereotipos sociales. Al respecto, expresó: "En estos casos, mucha gente dice ¿cómo la nena va a jugar al fútbol? Los padres no tienen que tener miedo y apoyarlas, estar presentes y aceptar sus gustos. El fútbol muchas veces es la expresión de una persona".
Y añadió que le gusta ver fútbol femenino y deseó que la disciplina continúe su crecimiento en la ciudad y en la región, que, más allá de algún torneo relámpago o que se perdió en el tiempo, no tiene una competencia estable.
Estudio y futuro
En la actualidad, Guillermina cursa sexto año en la Escuela Normal "Dr. Nicolás Avellaneda" y el año próximo tiene decidido estudiar periodismo en Buenos Aires. Esta posibilidad, además, la acerca a otro sueño: ser jugadora de fútbol profesional. Más aún con la reciente instauración del profesionalismo.
"El sueño está. Sé que hay que hacer muchos esfuerzos y dejar muchas cosas de lado pero si se da bienvenido sea, es lo que yo quiero", aseguró.
Sportivo, una casa para ambos
El lugar en el que padre e hija pudieron cumplir con sus sueños es el mismo: Sportivo Belgrano. Por tal motivo, el amor por el club de barrio Alberione es compartido.
Cristian se sumó a los 13 años a las inferiores de la "verde" y en primera división tuvo dos ciclos como jugador: 1991-1998 y 2000. Fue campeón en 1994 y 1997 en la Liga Cordobesa y en 2000 en la Zona Oeste de la Liga Regional. En la actualidad, despunta el vicio por la pelota en la Liga Independiente.
A Cristian, exjugador de Sportivo Belgrano, hoy le toca sentarse en la tribuna del Boero y alentar desde allí los goles de Gillermina, su hija que a los 17 años es parte de otra conquista femenina que no para de crecer
Guillermina lleva cuatro años en Sportivo, estando presente desde el primer día de la disciplina en el club. Al respecto, Cristian expresó: "Es una alegría inmensa verla vestir esa camiseta. Esto es algo que quizás un padre esperaba del hijo varón pero llegó de la mano de la nena y eso me llena de alegría. Es la camiseta que tanto he querido y quiero. Verla jugar en el club es algo que no tiene explicación y que voy a llevar siempre dentro mío".
En la otra vereda, como hija, Guillermina responde que jugar en Sportivo "es un orgullo" y que "ir a la cancha del club del que soy hincha con mi papá y ver que la gente lo saluda o le trae algún recuerdo, es una alegría muy grande". "Hubo muchas veces que yo no iba a la cancha a ver Sportivo por diferentes causas y ella sí. A veces llovía o hacía frío y yo no iba pero ella sí. Me pone muy orgulloso que lleve en la sangre esta pasión por el fútbol".
En San Francisco y la región
En la actualidad, la alternativa en la ciudad para practicar el fútbol femenino creció de manera exponencial: Sportivo Belgrano y la Filial Talleres, la tienen entre sus actividades. La Hidráulica, en la vecina ciudad de Frontera, también.
Un detalle no menor, es que en la institución de barrio Alberione y en Deportivo Josefina, existe además el fútbol mixto, que reúne a niños y niñas de entre 6 y 12 años. Algo similar se registra en Proyecto Crecer.
Esto posibilita más y mejor formación para las pequeñas que, desde temprana edad deciden jugar al fútbol, recibiendo herramientas que años atrás parecían una quimera.