Día del odontólogo
Odontología y familia: una sociedad que trasciende el consultorio
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Esteban Martino y María Soledad Casuscelli se conocieron en la Facultad de Odontología de Córdoba y desde entonces comparten profesión y familia. Hoy, con más de 20 años de trayectoria y tres hijos, gestionan juntos su consultorio en San Francisco, donde la vocación se mezcla con la vida cotidiana y los vínculos que construyen con sus pacientes.
Cada 3 de octubre se celebra el Día del Odontólogo en Argentina, en conmemoración a la creación de la Federación Odontológica Latinoamericana en 1917. Más allá de la fecha, la profesión, al igual que otras, está llena de historias que merecen ser contadas. Una de ellas es la de Esteban Martino (M.P. 7400), oriundo de Villa Dolores, y María Soledad Casuscelli (M.P. 7412), nacida en San Francisco, quienes se conocieron en Córdoba mientras estudiaban en la universidad y hoy, en nuestra ciudad, comparten no solo su trabajo, sino también la vida familiar junto a sus tres hijos.
La pareja se conoció en cuarto año de la Facultad de Odontología de Córdoba, durante la cursada de Prótesis 1, y desde entonces no se separaron más. Tras recibirse en 2004 y sumar experiencias en distintas ciudades, en 2009 decidieron instalarse en San Francisco y abrir el consultorio propio que hoy gestionan juntos en Lavalle 224.
María Soledad se dedica a la odontopediatría y a la ortodoncia en niños y adultos, mientras que Esteban trabaja en prótesis, implantes, estética y blanqueamiento principalmente. Esa división de especialidades los complementa y les permite dar respuesta a diferentes necesidades de sus pacientes comentaron.
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Una sociedad que nació en la universidad
El vínculo profesional y personal se consolidó desde los años de cursado. “En odontología se trabaja en grupos pequeños, pasamos muchas horas juntos en la universidad y eso genera cercanía”, recordó Soledad. Lo que comenzó como una relación entre prácticas y exámenes, con el tiempo se transformó en un proyecto de vida, en una familia, que hoy lleva más de 20 años juntos.
Cuando decidieron venir a San Francisco, contaron que fue una decisión muy importante para ellos. “Siempre idealizás lo que te gustaría tener, y después de pasar por otros lugares, terminás armando un espacio a tu manera”, señala Esteban. Con el tiempo, lograron consolidar un proyecto común que hoy es parte central de su vida.
El trabajo en conjunto no siempre fue sencillo, pero aprendieron a complementarse. “Somos un gran equipo”, señalaron sonrientes. Comparten algunas horas en el consultorio, se reparten las tareas administrativas y organizan sus agendas para poder estar presentes con sus tres hijos. La profesión, al ser independiente, les permite manejar sus tiempos, lo que consideran una ventaja para equilibrar trabajo y familia.
Entre pacientes y familia
“Muchos pacientes nos preguntan cómo hacemos para estar tantas horas juntos, pero en realidad dentro del consultorio compartimos poco tiempo directo. Nos complementamos, y eso funciona muy bien”, explica Soledad.
La organización diaria es clave: mientras uno atiende, el otro suele ocuparse de los hijos o de otras responsabilidades. “Es como un equipo: cada uno tiene su rol, nos respetamos y nos apoyamos mutuamente”, agrega Esteban.
Cuando se les consultó qué significa la odontología en sus vidas, no dudaron: “Es más que una profesión, es una forma de vida. No se trata solo de un tratamiento o una prótesis, sino de los vínculos que vamos generando con cada persona que pasa por el consultorio”.
Esa manera de ejercer también les permitió construir lazos duraderos con quienes confían en ellos. “La odontología es más que técnica, es contacto humano. Compartimos etapas y momentos importantes de la vida de nuestros pacientes”, cuenta Soledad. Y los ejemplos sobran: “Atendimos a una adolescente, luego regresó de adulta y más tarde trajo a sus hijos. Esa continuidad nos emociona, porque sentimos que ya formamos parte de su historia”, relatan con orgullo.
Con más de 20 años compartiendo la profesión y sus vidas, Martino y Casuscelli aseguran que lo más valioso son las sonrisas recuperadas y las historias compartidas. “La odontología nos dio una vida en común, nos permitió formar nuestra familia y, al mismo tiempo, ser parte de muchas otras. Eso es lo más gratificante”, coincidieron.