“No se puede ser una monja frustrada, hay que ser felices”
Vivir la vocación. Si bien los relevamientos que viene haciendo la Iglesia Católica demuestran que la cantidad de mujeres dedicadas a la vida consagrada siempre es inferior al censo anterior, en nuestra ciudad, la experiencia del colegio Isfa revindica la vocación."No se puede ser una monja frustrada, hay que ser felices", asegura la hermana María Elena Arancibia.
A los 40 años, María Elena Arancibia es la representante legal del Instituto San Francisco de Asís (Isfa), de nuestra ciudad. Es boliviana, vivió en Perú pero desde hace tres años está en San Francisco frente a la institución educativa.
María Elena es parte de una de las cuatro congregaciones de religiosas que tiene representantes en San Francisco y Frontera, el resto se encuentran en el Hogar de Ancianos "Diehl de Sienra"; en el Hogar de Ancianos "Enrique J. Carrá (h)" y en el Hogar de la Paz de Frontera, donde está la congregaciónde las Misioneras de la Caridad, creada por la Madre Teresa de Calcuta.
En tanto, en 1999, se retiraron de nuestra ciudad las monjas de la congrecaión de la Inmaculada Concepción, que estuvieron al frente del colegio que lleva su nombre.
VOZ MUJER dialogó con la hermana María Elena sobre cómo la educación en estos tiempos, la vocación religiosa y el rol de la mujer.
- Proviene desde muy lejos...
Soy boliviana. Nací en la ciudad de Camiri en el departamento de Santa Cruz. Tuve muchos sueños como toda adolescente. Soy la menor de cinco hermanos y mis padres fallecieron.
- ¿Cómo surgió su vocación religiosa?
Era muy chica cuando sentí que tenía vocación religiosa. En mi ciudad se encontraba nuestra congregación de la Hermanas Franciscanas Misioneras de la Inmaculada Concepción trabajando en un hospital. Un día nació en mí la inquietud de querer hacer algo más por el otro y eso me hizo atravesar fronteras de otros países. Cuando iba a cumplir 20 años, viajé desde mi país hacia Lima, en Perú, donde me formé en Ciencias Religiosas y Psicopedagogía. Allí viví 12 años hasta que regresé por cinco años a mi país y hace tres, vine a la Argentina.
- ¿Por qué a nuestro país?
Me lo habían propuesto en 2013 y la verdad, me costaba un poco dejar nuevamente Bolivia y venir aquí porque la Argentina es distinta a mi país, pero había que dar otro paso porque me necesitaban aquí. Nuevamente tuve que hacer las valijas, despedirme de mi familia y finalmente, llegué en febrero de 2014.
- Llevar adelante un colegio implica una enorme responsabilidad...
Más allá de toda la cuestión administrativa, está la cuestión humana y el objetivo fundamental es la educación en nuestros tres niveles, siempre tratando de colaborar, viendo las necesidades de los alumnos, escuchando a los papás y a los docentes.
-Está catalogada como una escuela inclusiva.
Somos un colegio franciscano y entre nosotros, no cabe la diferencia al otro. Nos encanta poder trabajar con esas personas especiales, porque más allá de las dificultades que puedan tener, tienen los mismos derechos que los otros. Esto nos enseña a ser más sensibles, sencillos y a ver al otro con ternura y delicadeza, con mucho respeto. En todos los niveles tenemos niños integrados y nuestros alumnos y docentes no hacen diferencias. Nos sentimos orgullosos de poder brindar eso a la sociedad, más allá de que la realidad nos presenta una enorme cantidad de antivalores.
- La figura familiar cambió. Hoy, tenemos familias ensambladas; madres solteras ausencias, entre otras realidades. ¿Cómo se logra contener a los chicos desde la escuela?
Esas son realidades que se viven, pero gracias a Dios la familia siempre está presente en la institución. Hay minorías que no participan pero la mayoría responde frente a un llamado o una nota. De esa manera, podemos formar de manera integral a los alumnos porque más allá de la enseñanza que ofrecemos, la parte humana no se completaría si no está la familia a su lado.
- Muchos sostienen que la religión no se moderniza ni adapta a los cambios pero poco a poco está sucediendo, desde la figura del Papa Francisco y, como usted, que estudió dos carreras universitarias y viajó por el mundo....
Es una característica de nuestra congregación femenina involucrarnos en la sociedad donde estamos, pero siempre desde los valores cristianos, no en el modernismo light, sino manteniendo la esencia. Hace ocho años abrimos una casa de contención para la mujer en situación de vulnerabilidad en Perú, lo que da la pauta que nos involucramos en temas sociales actuales como la violencia de género. En tiempos en que se fundó nuestra congregación, la mujer no estudiaba y tenía pocas posibilidades de salir al mundo, pero nosotras nos fuimos adaptando.
- Otra cuestión a destacar es que usted no viste el tradicional hábito...
Nuestra congregación nació con el hábito pero en 1964 cuando se dio el Concilio Vaticano Segundo, se nos permite hacer el cambio de hábito a una túnica más sencilla y al pasar el tiempo y por donde una vive, el hábito se convierte en algo opcional, y la ropa de calle también siempre y cuando sea sencilla y no de marcas costosas. Hay hermanas en la Argentina que sí visten el hábito pero las que ingresamos después a la congregación, no lo usamos.
- ¿Es una mujer sencilla o le gusta la coquetería?
Me considero una persona muy sencilla y un poco tímida. Me gusta la simpleza y no destacarme. Eso es lo que valoro también de las personas.
- ¿Le gusta San Francisco?
Es una sociedad de gente solidaria. Se compromete con todo tipo de causa. En el colegio conmemoramos el Mes de la Solidaridad y todos se suman a eso. Eso habla bien de la gente.
- ¿Sale a caminar?
Sí. También agarro la bicicleta y salgo a recorrerla. Es muy linda.
- ¿Cree que la vocación de servicio religioso atraviesa una crisis?
A nivel mundial, todas las congregaciones estamos ante una crisis vocacional. Hoy las chicas eligen un estilo de vida mucho más light, con menos compromisos. La vida religiosa es comprometerse día a día, no es color de rosa. Lo suelo comparar con el matrimonio. Nosotras no tenemos un esposo de carne y hueso, pero tenemos que cuidar nuestra fe, alimentarla día a día. En nuestra congregación somos muy pocas, de hecho en la Argentina hoy hay una sola novicia y está en la casa de las hermanas franciscanas en la ciudad de Córdoba. Muchas chicas intentan este camino pero abandonan. No pueden ser monjas frustradas, tienen que ser felices.
- ¿Usted experimentó esa crisis vocacional?
Sí, seguro. Uno siempre puede estar en crisis pero hay una manera de sobrevivir. Cuando uno puede pensar en dejar todo por una persona o por hacer otra vida y hace un balance con todo lo que le da la religión, prefiero quedarme con lo segundo. Porque sé que es lo que realmente quiero para mi vida. Para afrontar las crisis o cuando tengo un conflicto con alguien, le rezo a Dios cada momento, cuando despierto a la mañana le pido a Él que siempre está que me guíe y me enseñe a ver a los otros con ternura.