Editorial
No queremos más muertes
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La cuádruple tragedia de la ruta 19 reaviva un reclamo histórico de una región que no puede seguir admitiendo las actuales condiciones en las que se desarrolla el tránsito.
La ruta nacional 19 volvió a teñirse de luto. El accidente que costó la vida a un padre y sus tres hijos, vecinos de Arroyito, ha sido noticia nacional. Por las dramáticas consecuencias de un siniestro cuyas causas y responsabilidades tendrá que dirimir la Justicia. Por el dolor de la pérdida de cuatro vidas, entre ellas tres niños. Y por la vigencia de un reclamo histórico de una región que no puede seguir admitiendo las actuales condiciones en las que se desarrolla el tránsito en la ruta nacional 19.
Es verdad que el accidente ocurrido en cercanías de El Fuertecito no puede achacarse totalmente al estado de la carretera. Quizás varios otros motivos dispararon las condiciones para que se produjese esta terrible colisión. Sin embargo, son tantos y tan luctuosos los hechos que se han producido a lo largo de la ruta 19 que, sin dudas, resurge con fuerza aquel reclamo de toda la región por la construcción definitiva de la autopista.
El intendente de Arroyito, Gustavo Benedetti, lo expresó con claridad y dolor en su reciente carta dirigida al presidente Javier Milei: “Ya no queremos más muertes”. La misiva no es una reacción aislada, sino el eco de una región entera que ha visto cómo, pese a las múltiples advertencias y al avance parcial de obras, la falta de decisión política y la corrupción han transformado una vía vital en un verdadero campo minado. Benedetti citó cifras que estremecen: más de 63 personas asistidas por el hospital municipal de Arroyito solo en los últimos meses por accidentes en los tramos inconclusos, con un promedio de un siniestro cada tres días.
La situación es doblemente alarmante. Por un lado, los tramos aún no habilitados de doble vía siguen siendo un escenario propicio para los choques frontales, la imprudencia al sobrepasar y los accidentes fatales. Por otro, los sectores ya inaugurados muestran un deterioro inaceptable. Baches profundos, desniveles peligrosos y socavones ocupan el asfalto de una autopista que, con menos de cinco años de uso, exhibe las consecuencias de una obra mal ejecutada y peor mantenida. ¿Qué más hace falta para que se comprenda la urgencia de arreglar lo que está mal construido y terminar lo que falta?
No se trata de una cuestión política o electoral. Tampoco de señalar que el doloroso suceso del pasado fin de semana tiene como único origen el mal estado de la carpeta asfáltica. El intendente de Arroyito lo dejó en claro. Sin embargo, como tantas veces se ha planteado en esta columna editorial, la exigencia de toda una región se mantiene incólume. La cuestionable negligencia o irresponsabilidad de algunos conductores no quita que se repitan los argumentos de siempre. Las tragedias no saben de trámites burocráticos, baches en el asfalto, así como tampoco comprenden la ya larguísima cadena de cadena de desidia, improvisación y abandono que tantas vidas ha cobrado.