Historias
No morir sin antes conocer San Francisco

Fue figura de la literatura bohemia argentina del siglo XX. No porque fuera su deseo, sino por una difícil circunstancia, conoció nuestra ciudad poco antes de fallecer en 1943.
Por Arturo A. Bienedell | LVSJ
El título puede parecer a las sentencias que suelen hacerse planteando que no debemos morir antes de hacer determinada cosa, leer un libro, ver cierta película o conocer algún lugar del mundo. No obstante, algo de eso hubo en la inesperada visita de Enrique González Tuñón a San Francisco desde el 21 de abril de 1943.
El país estaba envuelto en una vorágine política que finalizó con el golpe de Estado del 4 de junio, el mismo día que en Colonia Pichanas, aquí cerquita, el conjunto de Augusto Marzano y su hija Leonor inauguraban el camino triunfal del cuarteto cordobés. Así con mezcla de situaciones, Enrique, hermano de Raúl González Tuñón, había hecho su fama como escritor, periodista y guionista de cine.
Personaje clave de la literatura que surgía de los grupos de Boedo y Florida, los analistas consideran que es difícil encasillarlo en uno u otro grupo. Periodista del diario “Crítica” fue en las crónicas policiales donde se desarrolló ese estilo tan particular que caracterizó la escritura tanto de él como de su compañero Roberto Arlt. Como periodista fue considerado un renovador del estilo periodístico nacional, la mayor parte de su obra literaria proviene de sus intervenciones en distintas publicaciones periódicas; fue además guionista de cine en “Mañana me suicido”, 1942 y “Pasión imposible", 1943. Escribió tangos entre los que se cuenta “Pa’l cambalache” grabado en 1929 por Carlos Gardel, piezas teatrales, sainetes y folletines.
El 21 de abril de 1943 González Tuñón viajaba de Córdoba a Buenos Aires en el tren que pasó por San Francisco en horas de la madrugada. El silencio pueblerino se había interrumpido en la estación del Central Córdoba por la llegada del convoy que movilizó al personal de servicio con el descenso y ascenso de pasajeros. Entre gritos de órdenes de algunos trabajadores y los encuentros de viajeros con familiares, el ambiente había cambiado hasta que volvió a apaciguarse. La partida demoró unos minutos más porque uno de los pasajeros se había descompuesto en uno de los vagones y hubo que llevarlo a la sala de espera. Después de un tiempo prudencial, el jefe dio la orden de partida y el tren se alejó hacia el Este.
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El pasajero González Tuñón y algunos acompañantes quedaron al aguardo de un médico. El escritor, sintiéndose indispuesto por efectos de una vieja dolencia, requirió los servicios de un profesional que luego de examinarlo aconsejó su internación inmediata, siendo entonces trasladado al sanatorio San Justo, quedando al cuidado de los médicos. El estado de salud era sumamente delicado.
Allí estuvo una semana. Con muchas advertencias le dieron el alta el 30 de abril, con la recomendación de regresar a Cosquín, para tratarse de su tuberculosis.
Ya notablemente mejorado, González Tuñón viajó en automóvil a Córdoba acompañado por un médico del sanatorio que lo atendió. Antes, el escritor recorrió la ciudad que nunca escucho nombrar, manifestándose admirado por sus progresos. Como ajeno a su situación crítica, periodista al fin, no quiso irse de San Francisco sin antes recorrerlo y conocerlo. Con un médico que fue su guía y de sus acompañantes, anduvieron sobre nuestros adoquines lo más que pudieron hasta que llegó el momento de partir. Si bien su estado reclamaba aún mayor reposo, decidió viajar para cumplir sus compromisos en tareas literarias, periodísticas y de argumentista cinematográfico.
Enrique González Tuñón que había nacido en Buenos Aires el 10 de marzo de 1901, falleció en Cosquín el 9 de mayo de 1943.