Historias de Liga
Nicolás Ramallo, una vida con la camiseta de Sociedad Sportiva
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Desde el baby fútbol hasta la cinta de capitán, Nicolás Ramallo representa una de esas historias que explican por qué el fútbol del interior sigue vivo: pertenencia, trabajo cotidiano y una vida entera ligada a la camiseta de la Sociedad Sportiva Devoto.
En los pueblos, el fútbol no es solo un juego de los domingos. Es rutina, es pertenencia y es memoria compartida. Para Nicolás Ramallo, capitán de la Sociedad Sportiva Devoto, el club es eso y mucho más: es el lugar donde empezó a patear una pelota siendo un nene, donde se hizo futbolista, donde volvió después de probar suerte lejos y donde, con 32 años, sigue defendiendo la misma camiseta que se puso por primera vez a los cinco.
Nico creció cuando en Devoto había un solo escudo y una sola cancha que marcaban el pulso deportivo del pueblo. “Siempre hice todo acá, en la Sociedad”, resume, casi como una declaración de principios. En aquellos años no existía otro club y el baby fútbol era el punto de encuentro de generaciones enteras. Desde ahí empezó un recorrido que fue tan continuo como poco frecuente en el fútbol actual.
Todas las inferiores las hizo en Sportiva, siempre compitiendo en la Liga Regional San Francisco. También jugó dos veces el Nacional, experiencia que recuerda con cariño, y fue subiendo escalones hasta llegar a Primera con apenas 15 años. Debutó a fines de 2008, siendo todavía un juvenil. “Éramos muy chicos”, dice hoy, consciente de lo que implicaba, a esa edad, compartir cancha con jugadores mucho más grandes.
Desde sus inicios fue marcador central, puesto que hoy ocupa como número seis. Con el tiempo y las necesidades del equipo, también se adaptó a otros roles: lateral en línea de tres, stopper y, en algunos momentos, mediocampista central. “Cuando sos joven te bancás más el ida y vuelta; con los años preferís ordenar y quedarte”, reconoce, entre risas.
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La única pausa en su camino dentro del club llegó a los 18 años, cuando se fue a Córdoba para jugar en Talleres. Allí integró durante dos temporadas la Primera local, en 2012 y 2013, en un contexto donde el club estaba en el Federal A y no contaba con inferiores de AFA. “Fue una experiencia muy linda. Te hace crecer como jugador y como persona. Irte solo, lejos de la familia, también te curte”, cuenta. Compartió ese proceso con otros chicos del interior que habían ido a estudiar, lo que hizo más llevadera la adaptación a la ciudad.
A los 20 años regresó a Devoto con una idea clara: si el salto profesional no se daba, su lugar estaba en Sportiva. Y así fue. Desde ese momento no volvió a irse. El club también le dio estabilidad fuera de la cancha: trabaja en la cooperativa local, en el área de servicios públicos, realizando tareas de mantenimiento y conexiones de cable e internet en el pueblo. En el fútbol del interior, el deporte y el trabajo suelen ir de la mano, y Ramallo es parte de esa lógica.
Desde su regreso, fue protagonista de una de las etapas más exitosas de Sportiva Devoto. Integró los planteles que ganaron los torneos absolutos de 2014 y 2018, además de varios títulos de zona, como la Zona Norte en 2015 y la Zona Centro en las últimas temporadas. Entre los recuerdos más fuertes aparece la final ganada por penales ante Sportivo Belgrano en San Francisco, una noche que quedó marcada en la historia reciente del club.
“Hubo años buenos y años malos, como en todo. Pero siempre lo hicimos por amor a la camiseta”, resume. La “Sportiva” es un club semiprofesional, donde se exige competir y ganar, pero donde el vínculo emocional sigue siendo determinante. “No vivimos de esto, pero lo sentimos como propio”, explica.
Hoy, con 32 años, Nico es uno de los referentes del plantel y capitán desde hace seis temporadas. El liderazgo le llegó de manera natural, primero desde la experiencia y después desde la continuidad. “Más que nada por viejo”, bromea, aunque su rol va mucho más allá de la edad: es el que ordena, el que habla y el que acompaña a los más chicos que empiezan a asomarse a Primera.
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El presente del club muestra un plantel equilibrado, con una combinación de jugadores del pueblo y refuerzos de afuera. “Será más o menos mitad y mitad. Los que vienen aportan experiencia y recorrido, y los de acá le devuelven identidad al club”, analiza. En ese proceso también aparecen juveniles: este año debutaron chicos de 16 y 17 años, fruto de un trabajo sostenido en inferiores que empieza a dar resultados.
En el banco también hay continuidad. El actual entrenador es Sebastián Mauvecin, otro nombre ligado a la historia reciente de Sportiva. “Es alguien que me vio crecer”, dice Nico, resaltando ese hilo invisible que conecta generaciones dentro del club.
Más allá de lo futbolístico, Nicolás destaca el costado social de la institución. “Todo pasa por el club. El día a día, la gente, las familias”. En el último tiempo, esa identificación volvió a sentirse con fuerza en las tribunas: regresó público que se había alejado y la cancha volvió a poblarse de vecinos, amigos y familias enteras. “Eso es lo más lindo, ver que el pueblo acompaña de nuevo”, subraya.
Mientras el físico acompañe, la intención es seguir jugando. Nunca sufrió lesiones graves y siente que todavía tiene para dar. Pero más allá de lo que marque el futuro, su nombre ya está escrito en la historia del club. Porque hay jugadores que pasan y otros que permanecen. Y Nicolás Ramallo, desde hace casi tres décadas, permanece donde siempre quiso estar: en el club de su vida.
