Sociedad
“Ñata”, la modista que cosió hasta los 90: “La costura fue el amor de mi vida”
/https://lvdsjcdn.eleco.com.ar/media/2025/08/nata.jpg)
A los 93 años, Noemí Passera recuerda con cariño su larga vida como modista. Aprendió a coser a los 12 y trabajó en el oficio hasta hace poco tiempo. Hoy, en su casa de barrio Consolata, vive rodeada de recuerdos y telas que marcaron su historia.
Por Luis Giordano | LVSJ
Noemí María Lucía Passera, más conocida por todos como “Ñata”, vive en el barrio Consolata y tiene 93 años. Aunque hace un tiempo dejó la máquina de coser, su vida entera está bordada con recuerdos, puntadas y telas que pasaron por sus manos desde que tenía apenas 12 años. Fue entonces cuando empezó a aprender el oficio que la acompañaría durante casi ocho décadas.
"Mi mamá me mandó con Selmira, una modista muy recta, para que aprendiera a hilvanar y coser a mano", recordó “Ñata” en diálogo con LA VOZ DE SAN JUSTO. Esa mujer exigente y perfeccionista le enseñó no solo el arte de la costura, sino también la disciplina. “Te lo explicaba una vez sola. Si te equivocabas, lo hacías de nuevo. Así aprendí”, agregó.
/https://lvdsjcdn.eleco.com.ar/media/2025/08/nata_1.jpg)
“Ñata” nació y se crió en Las Petacas, donde su padre, inmigrante italiano, fue el primer albañil que tuvo el pueblo. A falta de oportunidades para las mujeres jóvenes, su madre la envió a aprender costura como forma de asegurarse un futuro. A los 14 años ya cosía para clientas. Su primer trabajo fue hacerle un batón a una mujer que veraneaba en Mar del Plata. De ahí en adelante, no paró más.
En el año 2000 se mudó a San Francisco. “Nadie me conocía, pero una clienta le mostró un trajecito que le hice a otra mujer, y de ahí empezaron a venir una tras otra”, comentó. La fama la encontró también en esta ciudad: en poco tiempo, tenía más pedidos de los que podía aceptar. “He pasado noches y noches sin dormir. Cosía hasta perder la noción. Una vez me senté frente a la máquina y sentí que no estaba en mi casa. Estaba alucinando de tanto cansancio porque estuvo cuatro noches seguidas sin dormir”, indicó.
/https://lvdsjcdn.eleco.com.ar/media/2025/08/nata_7.jpg)
“Ñata” cosió vestidos de novia, trajes para niñas de danza, ropa de fiesta y hasta calzoncillos por encargo. “En los pueblos uno hace de todo. No es como en la ciudad, donde el que hace un vestido de novia no te va a hacer otra cosa”, añadió.. Viajó por toda la región: Crispi, Castelar, El Fortín, Laspiur, Piamonte, El Trébol, lugares donde la esperaban las novias para ajustarse el vestido o para entregarle un saco de hombre que debía replicar.
/https://lvdsjcdn.eleco.com.ar/media/2025/08/nata_5.jpg)
“Yo amaba coser. Era fácil para mí, lo disfrutaba mucho. A veces me siento y me pregunto: ¿qué hago ahora sentada, si antes no tenía ni tiempo para comer?”, confesó con nostalgia. Dejó la costura recién a los 90 años, cuando el dolor de brazos y la disminución de la vista la obligaron a frenar. Aun así, conserva intacto el amor por un oficio que fue más que un trabajo: fue su forma de vivir, de criar a sus hijos y de vincularse con la comunidad.
/https://lvdsjcdn.eleco.com.ar/media/2025/08/nata_4.jpg)
“Ñata” guarda con orgullo una memoria prodigiosa. Recuerda con nombre y apellido a clientas, profesoras, novias y amigas. También a su familia, que siempre la acompañó. Su marido solía esperarla en las cenas mientras ella aún terminaba algún ruedo de último momento. Sus hijos la vieron trabajar sin descanso, y su hija mayor fue durante años su gran compañera.
Aunque ya no cose, su máquina todavía está en casa, como un símbolo de todo lo que construyó con esfuerzo y talento. “Extraño coser, sí. A veces me dan ganas de agarrar una tela. Pero ya no veo bien. Dos oculistas me dijeron que tengo ojo seco y que no hay solución. Hice lo que pude hasta donde pude”, destacó.
/https://lvdsjcdn.eleco.com.ar/media/2025/08/nata_6.jpg)
Hoy, “Ñata” disfruta de la tranquilidad en su casa del barrio Consolata, rodeada de recuerdos, telas guardadas y alguna que otra anécdota que sigue sacando sonrisas. La acompaña Tamara, quien es la chica que la cuida. Su historia, como tantas otras, se teje entre el trabajo, la familia y el paso del tiempo. Y aunque ya no cose, todavía se percibe en ella esa pasión intacta por un oficio que fue, como ella destacó, el amor de su vida.