Bienestar
Muerte súbita: la urgencia de estar preparados
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Los recientes casos en adolescentes, uno de ellos ocurrido en nuestra región, han conmocionado a la comunidad de toda la provincia. No es suficiente con la prevención clínica. El problema abre un desafío que combina prevención, educación y compromiso colectivo.
Los recientes casos de muerte súbita en adolescentes, uno de ellos ocurrido en nuestra región, han conmocionado a la comunidad de toda la provincia. La sensación de desconcierto es lógica: chicos sanos, con vidas activas y apasionados por el deporte. Sin embargo, la tragedia irrumpe de manera inesperada, sin dar señales previas, y nos recuerda que nadie está completamente exento de este riesgo.
La medicina ha avanzado en la identificación de factores hereditarios y en el desarrollo de estudios que permiten detectar anomalías cardíacas antes de que se conviertan en una amenaza. Los antecedentes familiares, los electrocardiogramas alterados o ciertas señales clínicas pueden dar pistas valiosas. También existen protocolos de control como el Examen Médico para la Mediana y Alta Competencia, conocido como Emmac, que son valiosos instrumentos preventivos. No obstante, la experiencia indica que no todos los casos son previsibles: hay quienes atraviesan chequeos sin alteraciones y, aun así, sufren un episodio de muerte súbita.
Ante esta realidad, a veces no es suficiente con la prevención clínica. Por ello, conviene insistir en la generalización del conocimiento de maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP) y el acceso a desfibriladores automáticos en escuelas, clubes, gimnasios y demás espacios públicos. Está comprobado que, por cada 60 segundos de demora en iniciar la RCP, las probabilidades de supervivencia disminuyen un 10%. La muerte súbita no siempre puede evitarse, pero la respuesta inmediata de quienes presencian el hecho puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Si bien parece que el destino se ha ensañado con jóvenes cordobeses en estas últimas dos semanas, es preciso señalar que en nuestro país se producen alrededor de 45 mil muertes súbitas por año, una cada 15 minutos, lo que representa la mitad de los fallecimientos por enfermedad cardiovascular, según datos del Ministerio de Salud de la Nación. Y el 70% de estos episodios ocurre fuera del hospital, en la calle, en la escuela, en la casa, en un club o en una plaza. No cabe duda, entonces, que quienes son testigos de un episodio de esta naturaleza tienen la posibilidad de ser actores activos en la respuesta. Por ello, la capacitación en RCP debería ser universal. Se trata de una herramienta que salva vidas.
En medio de la conmoción que generan los recientes episodios, también es necesario despejar dudas y evitar interpretaciones erróneas. Por caso, no existe evidencia científica que vincule las muertes súbitas con la aplicación de vacunas, en particular las destinadas a prevenir el Covid-19. Estos eventos, aunque dolorosos, han existido desde siempre, incluso en épocas en que las vacunas actuales no estaban disponibles. La ciencia ha sido clara en este punto y cualquier intento de establecer una relación carece de fundamento.
La muerte súbita de un adolescente siempre es un golpe doloroso que no siempre es posible evitar. No obstante, el problema abre un desafío que combina prevención, educación y compromiso colectivo. Los estudios médicos son esenciales y deben reforzarse con seriedad, pero los últimos episodios nos recuerdan la urgencia de estar preparados y capacitados cuando una vida está en juego.