Mirada corta sobre la bajante del Paraná
Pese a que la caída en el nivel de agua en el río más importante del litoral se ha espaciado demasiado, no hay noticias claras sobre las acciones que los gobiernos llevan adelante para abordar el problema.
La bajante del Río Paraná es un tema que ha vuelto a ocupar espacios en los medios de comunicación del país por los efectos negativos que genera para varias actividades, así como por su impacto en los diferentes ecosistemas que existen en su larga extensión. La estación seca en Brasil, pronosticada por el Sistema Nacional de Meteorología de ese país indica que, desde junio a septiembre, se espera una marcada reducción de lluvias para Minas Gerais, Goiás, Mato Grosso do Sul, São Paulo y Paraná, estados que atraviesa el río que luego ingresa a territorio argentino.
La reducción en el caudal del río más importante del litoral fluvial de nuestro país implica, asimismo, pérdidas millonarias en materia económica. De acuerdo a estimaciones muy serias, esta situación genera grandes complicaciones logísticas para el sector agroindustrial argentino, pero sobre todo para los exportadores que operan en el puerto del Gran Rosario. Por caso, hace poco más de un mes, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) estimó que el costo extra que se genera en el complejo agroindustrial exportador del Gran Rosario por este fenómeno natural, ascendería a 315 millones de dólares durante el 1 de marzo hasta el 31 de agosto del 2021.
En el caso de la fauna y la flora, se estima que la capacidad de adaptación a este tipo de fenómenos es un factor que atenuaría la incidencia negativa de la falta de agua en el río. Sin embargo, la fauna ictícola está sufriendo las consecuencias del escaso caudal, que se suma a la pesca ilegal, la reducción de la calidad del agua y las prácticas contrarias al ambiente como la quema de pastizales en algunas islas. Para peor, un altísimo porcentaje de la población argentina en varias provincias se provee de agua del Paraná, lo que complica las cosas y torna complejo al escenario que se vive, especialmente si se extiende la sequía en el Brasil hasta el verano, como todas las previsiones meteorológicas asumen.
En verdad, estamos en presencia de un fenómeno natural. No hay, afirman especialistas, responsabilidades de Brasil en materia de represas. Se trata de falta de lluvias y de los efectos del cambio climático, lo que no es menos preocupante. El problema es que la bajante del Paraná se está prolongando demasiado en el tiempo, pues comenzó a principios del año anterior y se estima que seguiría hasta comienzos del próximo. Este panorama presenta, entonces, dificultades que será necesario atender.
Pese a que la caída en el nivel de agua en el río más importante del litoral se ha espaciado demasiado, no hay noticias claras sobre las acciones que los gobiernos llevan adelante para abordar el problema. Solo los chisporroteos ideológicos por el futuro de la hidrovía han asomado a la escena pública. Esto demuestra la corta mirada con la que se abordan la mayoría de las cuestiones centrales en el país. El manejo de la cuenca del Paraná debe ser integral para asegurar su sostenibilidad, más allá de quien se haga cargo de la vía por la que sale al mundo la producción de granos del país, corredor que, sin agua, es obvio que no podrá cumplir cabalmente su función.