Mi vecino, mi enemigo
Dante Panzeri y Alberto J. Armando son dos de los nombres fuertes del fútbol argentino. Uno desde las letras, el otro desde la gestión dirigencial. Ambos tuvieron a San Francisco como semillero y denominador común. Sus peleas derivaron en escándalos y juicios que fueron la comidilla de la época. Historias extraordinarias de San Justo, capítulo 4: "Mi vecino, mi enemigo".
Por Manuel Montali | LVSJ
Uno había nacido en Estación Elisa (Departamento Las Colonias, Santa Fe), en 1910. El otro, su comprovinciano, en Rosario, en 1921. El destino los reunió en San Francisco, donde tuvieron una buena relación. Y los volvió a reunir en Buenos Aires, donde ambos estaban persiguiendo sus sueños con todo éxito: uno desde las gestiones comerciales, el otro desde el periodismo. Se enfrentaron por el fútbol ya casi como excusa. Y sus peleas terminaron en juicios.
En esta esquina, Alberto J. Armando
Hijo mayor del matrimonio entre un inmigrante italiano y una argentina que tenían un almacén de ramos generales. Con solo 14 años se hizo cargo de sus tres hermanas tras el fallecimiento, con muy poca diferencia de tiempo, tanto de su madre como de su padre.
Se mudó a Humberto Primo, cercano a Estación Elisa, donde empezó a trabajar en otra casa de ramos generales. A los pocos días, y por un sueldo menor, cambió para ser cadete en una concesionaria Ford. Los autos eran una de sus pasiones. La otra, en esos tiempos, empezó a ser Boca Juniors, que realizaba una famosa gira por Europa.
Se la rebuscaba también como mozo de su pensión.
Voluntarioso por herencia inmigrante y quizá ya avispado por herencia argentina, por la calle, pasó rápido de "Che pibe" a cadete vendedor. Supo contar que con 16 años salía con un Ford T a visitar clientes. Luego del servicio militar en Paraná fue a trabajar en la Ford de San Francisco. Al año siguiente ascendió como gerente de ventas a Zenón Pereyra. Allí empezó la verdadera leyenda. "Fue un caso único en el país", supo contar Armando en un reportaje para "El Gráfico". Levantó una empresa que venía en baja, multiplicando las ventas, obteniendo premios y distinciones dentro de la marca. Volvió a San Francisco como gerente general de otra concesionaria Ford. Solo tenía 28 años.
Aquí se encontró por primera vez con quien sería su mayor contrincante.
En la otra, Dante Panzeri
Dante Panzeri nació en Rosario y llegó a San Francisco siendo un niño. Perdió a su padre al poco tiempo. Si bien tuvo que dejar la primaria para ayudar a su madre, hizo su propia escuela en las lecturas devotas de "El Gráfico". En su biografía se recuerda que, con 8 años, le vaticinó a su maestra que trabajaría en la revista del deporte argentino por excelencia. Fue una de sus primeras predicciones que se cumplieron.
Su hermano Demetrio lo introdujo como cadete en LA VOZ DE SAN JUSTO, donde aprendió a escribir a máquina y se convirtió en el primer cronista deportivo de pantalones cortos. Ascendió a un rol destacado en la redacción siendo muy joven. Sus artículos no solían llevar firma, pero ya desde sus títulos se reconocen sus obsesiones: dirigentes, decencia y wines (las tres cosas que, para él, le faltaban al fútbol argentino).
Dante había escrito de niño varias cartas a "El Gráfico" que se publicaron. Una vez instalado en Buenos Aires, con 21 años, pudo al fin ingresar a la revista por intermedio de Enrique "Chueco" García, wing de Racing y la selección. Trabajó allí 17 años como redactor, y luego estuvo otros 3 años de director, hasta su renuncia luego de que lo obligaran a incluir un recuadro político en la cobertura de un clásico.
En sus artículos, y fundamentalmente en su libro "Burguesía y gangsterismo en el deporte", criticó con visión cuasi profética algunos de los males que han afectado al fútbol cada vez en mayor medida: las dirigencias corruptas, los barrabravas, el imperativo de ganar como única "G" (por encima de gustar y golear).
Dante Panzeri nació en Rosario en 1921. Llegó a San Francisco siendo niño y se formó en LA VOZ DE SAN JUSTO.
Fue el padre de la "dinámica de lo impensado" en su defensa hacia lo más hermoso del deporte: el juego y quienes lo practican. En detrimento, fue un crítico obsesivo de la importancia creciente sobre la figura de los directores técnicos, y de diferentes reglas del fútbol (impuso cambios de reglamento por insistencia).
Un cabeza dura. Un cabrón. Sí, pero un idealista. Y, sobre todo, de ética intachable.
Tuvo varios puntos dilectos en sus ataques. Blancos que, a su entender, representaban algunos o la suma de todos los males. El Estudiantes de Osvaldo Zubeldía (y luego encarnado por una de sus figuras, Carlos Bilardo) era uno de ellos. Lo llamaba "asociación ilícita para cometer fines lícitos", una maquinaria armada para ganar por encima del gustar, aun a costa del empleo de los recursos más "sucios" que se pudieran idear.
Pero, casi sin lugar a dudas, su molino de viento en lo que hace a dirigencias tildadas de corruptas, fue Alberto J. Armando, el súmmum del fútbol espectáculo, del fútbol negocio. No ahorró críticas ni epítetos en contra de quien fue presidente plenipotenciario de Boca Juniors durante más de dos décadas.
De amigos...
Se habían conocido en San Francisco, cuando Armando revolucionaba las concesionarias Ford y Dante llamaba la atención desde LA VOZ. El futuro presidente de Boca supo asegurar que tenían muy buena relación, y que se reunían casi todos los días, después del almuerzo, en la Confitería Ferrazzi (las actuales Av. del Libertador Norte y Bv. 25 de Mayo). Le escapaban a la siesta casi obligada de la ciudad pequeña para jugar al tute o chinchón.
Armando no solo era un vendedor de autos. También le gustaba correr. Y Panzeri lo ayudaba a reunir publicidad. Participó en distintas competencias pero no tuvo éxito. Por aquél entonces empezaba a asomar Oscar Gálvez. Cosas del destino, luego sería el capitán de la escudería "Los Pumas de Armando".
Llegaron a Buenos Aires casi al mismo tiempo. Panzeri entró a "El Gráfico" y Armando formó su propia empresa en 1943. Incluso, el comerciante asegura que el periodista lo alentó cuando le contó su deseo de competir por la presidencia de Boca. Pero, a partir de allí, ya nada sería lo mismo.
...A enemigos
Dante era amigo de Pedro Rodríguez, quien en San Francisco había jugado al fútbol en la primera división de Tiro y Gimnasia con Armando, y que pasaba por una mala situación económica. Según datos proporcionados por el periodista Fernando Quaglia, se trataría de quien fuera además director técnico de Sportivo Belgrano en las campañas de 1944 y 1945, obteniendo en esta última el título de campeón "Preparación" de la Liga Cordobesa de Fútbol, equipo que contaba en sus filas con el mítico Octavio "Mago" Biancotti, ídolo de Panzeri.
Frente al cuadro complejo por el que atravesaba Rodríguez, Dante intercedió ante el empresario, ya en buena posición, para solicitarle ayuda, pero este se rehusó. Y Armando siempre creyó que su negativa fue la que deterioró la amistad, que luego se rompió definitivamente cuando pasaron a encarnar visiones contrapuestas del deporte.
El empresario era hincha de Boca y aprovechaba sus negocios para ir a la cancha desde antes de su radicación definitiva en Buenos Aires. En 1949, su amigo Antonio Llach compitió para la presidencia y lo convocó como tesorero. Aceptó. Pero perdieron frente a Daniel Gil. A mediados de 1953, con el respaldo de diferentes glorias del club, volvió a competir frente a Gil, pero esta vez como principal candidato. Ganó por amplia diferencia. Y Boca, que venía de casi una década sin títulos (el último era el de 1944), se coronó en 1954, en su primera campaña al mando.
Lo sacó del cargo la caída del peronismo, al cual lo vincularon pese a no haber estado afiliado, por operaciones comerciales que se hicieron desde su empresa con el gobierno. Pero regresó en 1959, ganó las elecciones e inició la nueva era de Boca, con el recordadísimo título de 1962 (frente a River, con el penal que Antonio Roma le contuvo a Delem).
Con Antonio Liberti, presidente de River, entre otros, impulsaron el fútbol como espectáculo, aprovechando la televisión y los medios de difusión cada vez más masivos. Incluso, los medios donde estaban periodistas como Panzeri, que se oponían a ello.
En sus 22 años de gestión, con el personalismo y la autoridad como sellos, manteniéndose siempre muy cerca de los jugadores, el club obtuvo doce títulos, entre ellos dos Libertadores (1977 y 1978), copa que era la obsesión de su presidente, y una Intercontinental (1978), con el técnico Juan Carlos Lorenzo como gran socio. E incorporó al patrimonio los terrenos de "La Candela" (luego vendida) y los de su propuesta más faraónica, la "Ciudad Deportiva", donde se levantaría un estadio para más de cien mil personas, el cual, innumerables avatares económicos e inflacionarios mediante, no se pudo concretar, dejando al presidente al borde de la ruina personal.
Armando fue así el padre de Boca como marca comercial y fue uno de los ideólogos del fútbol como negocio millonario. Panzeri lo tuvo como "cabeza de turco" de toda una dirigencia a la que culpaba por la "burguesía" y "gangsterismo" del deporte, exceptuando solo a José Amalfitani, el que "estorbaba" en la "cosa del fútbol nostra".
El round más tenso
El periodista y el dirigente tuvieron innumerables intercambios que terminaron en tribunales. Panzeri, que fue denunciado varias veces por sus críticas e incluso desbordes, perdió un solo juicio, justamente contra su otrora vecino, por la nota "Armando y Cassius Clay" (El Día, 22/12/1965), en la que combinaba dos de las cosas que aborrecía: el box y los dirigentes bravucones, y criticaba el modo de vivir "a lo Armando", es decir, la "prepotencia del dinero". Las demás querellas las ganó siempre en el fuero metropolitano.
Uno de los puntos más álgidos del enfrentamiento ocurrió en 1963. Armando escuchaba a Panzeri hablar en televisión de un próximo cruce por Copa Libertadores entre Boca y Santos, y entendió que el periodista sugería a los brasileros que no les convenía ir a jugar a Buenos Aires porque iban a regresar con Pelé quebrado. Ante ello, tomó un coche y condujo con frenesí, protagonizando un accidente, para presentarse en el estudio de televisión.
Panzeri se encontraba con Ernesto Lazzatti, técnico campeón con Boca en el primer título de Armando. El periodista anunció a la audiencia la presencia del presidente, y dijo que lo invitaría al próximo programa, aduciendo falta de tiempo. Ante ello, el dirigente irrumpió en cámara, le negó el saludo a ambos, dijo "algunas cosas fuera de lugar" y trató a su antiguo colaborador de "traidor".
Armando luego aseguraría que el escándalo le costó un serio problema judicial, con impedimento de salir del país durante dos años sin permiso de un juez. Y que, si de algo se arrepentía, era de haber descalificado a Lazzatti.
Sobre su antiguo amigo, afirmó: "Dante fue el crítico más riguroso que tuve, atacó casi todos mis actos como presidente de Boca, pero yo jamás dudé de su honorabilidad periodística. Siempre creí, y lo voy a creer hasta el último día de mi vida, que sus ideas discrepaban con las mías, nada más que eso".
El veredicto
Panzeri murió en la antesala del Mundial '78, al que se opuso. Armando falleció una década más tarde.
Ambos son recordados, aunque de distinta manera. Panzeri siempre había sostenido que un periodista debía estar preparado para perder amigos. Su trayectoria de Quijote le costó en ocasiones ocupar roles de mayor trascendencia o influencia. De todos modos, sus artículos visionarios y sus ideales nunca terminaron de pasar de moda. Su obra, demasiadas veces citada pero no leída, fue reeditada en los últimos años.
Boca cimentó su grandeza, y su leyenda, en gestiones como las de Armando. "La Bombonera" lleva su nombre casi por lógica consecuencia. Fue bautizada de esa forma en la gestión de Mauricio Macri, quizá el único mandatario boquense que, en sociedad con Carlos Bianchi, pudo acercarse a sus logros.
El fútbol argentino, con sus mafias enquistadas desde la dirigencia a las tribunas, con un desorden histórico de categorías y formatos, se fue pareciendo cada vez más a la industria que criticaba Panzeri. Y que, para él, encarnaba Armando.
Ambos ganaron al cumplir sus respectivos sueños. Cada uno tuvo su "Rosebud". La revista "El Gráfico" fue el de Panzeri. El éxito comercial, ganar una Libertadores con Boca, fue el de Armando. El periodista y el presidente partieron enemistados, pero sus castillos empezaron a tomar forma cuando eran amigos y compartían sus anhelos, entre café y juegos, en el Ferrazzi de San Francisco.