Análisis
Mercosur – UE: momento decisivo
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Tras 25 años de negociaciones, el acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur se encamina hacia su tratamiento en el Parlamento Europeo. Exige una visión estratégica que trascienda los ciclos electorales y las disputas ideológicas. No es una panacea, pero sí una oportunidad histórica que debe ser asumida.
Tras veinticinco años de negociaciones, el acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur ha sido finalmente presentado ante la Comisión Europea, y se encamina hacia su tratamiento en el Parlamento Europeo.
Desde Europa, las reacciones han sido disímiles. Le Monde advierte que “el contexto ha cambiado radicalmente”, y que el acuerdo debe ser reformateado para responder a nuevas tensiones geopolíticas, el declive del libre comercio y la presión climática. La cautela francesa, especialmente en sectores agrícolas, ha obligado a Bruselas a reforzar salvaguardas para productos sensibles. En contraste, El País celebra el avance como “una óptima noticia” que permitirá dinamizar exportaciones industriales europeas y abrir oportunidades para el agro sudamericano, aunque reconoce los riesgos políticos que aún persisten.
En verdad, se trata de un pacto de dimensiones históricas, que abarca un mercado conjunto de 780 millones de personas y promete una expansión del comercio bilateral del 40%, según cifras citadas por El País de Madrid. Sin embargo, además de las consecuencias económicas que tendrá, el acuerdo repercutirá en la geopolítica mundial. Frente a una realidad dominada por el proteccionismo estadounidense con su política agresiva de aranceles y la presión de China y sus aliados por expandir su influencia, la UE y el Mercosur deberían observar a esta integración comercial como una herramienta de supervivencia geopolítica que hace frente a un mundo fragmentado e incierto.
Así lo ha señalado de modo taxativo el aludido editorial de Le Monde: “Los países del Mercosur, al igual que los 27, ahora son vulnerables a los caprichos de un presidente estadounidense capaz de imponer aranceles a quienes se niegan a jurar lealtad. Ante esta nueva situación, ambos bloques se ven obligados a cooperar. Ya no se trata simplemente de expandir el comercio para estimular el crecimiento, sino de seguir existiendo en un entorno cada vez más hostil”. Aquí, la mirada de El País es coincidente: “La sintonía con el Mercosur supone un alivio en lo geoeconómico, pero desborda ese ámbito hacia la geopolítica, aherrojada por la presión de EEUU, Rusia y China”.
En este marco, la implementación de los acuerdos plantea desafíos estructurales profundos para la Argentina. En efecto, se renueva la expectativa ya planteada en esta columna en 2019, cuando se anunció el primer acuerdo entre los dos bloques. Se advirtió que el país deberá "mejorar su calidad institucional, potenciar actividades económicas, promover modificaciones en materia productiva" y "terminar con la intolerancia y la búsqueda de réditos sectoriales en detrimento del bien común”. Releer el entrecomillado implica tomar nota de que resta mucho por hacer en nuestro país para aprovechar las posibilidades que se podrán abrir.
Por ello, el acuerdo exige una visión estratégica que trascienda los ciclos electorales y las disputas ideológicas. Debe asumirse que el acuerdo no es una panacea. Pero sí una oportunidad histórica que debe ser asumida. Porque la historia no siempre ofrece segundas oportunidades.