Salud
Médicos “para el mundo”

El reclamo de profesionales del Garrahan expone una problemática estructural: falta de reconocimiento, bajos sueldos y un sistema que empuja a los médicos a emigrar. La crisis impacta con fuerza en todo el país.
En las últimas semanas, el conflicto en el Hospital Garrahan -uno de los centros pediátricos más importantes de América Latina- puso sobre la mesa la desvalorización del trabajo médico. Médicos residentes, jefes de servicio y personal especializado reclamaron por condiciones salariales y laborales que resultan incompatibles con la responsabilidad que implica su tarea.
Más allá de remezones ideológicos que siempre salpican este tipo de manifestaciones y también de los inauditos exabruptos de algunas diputadas oficialistas sueltas de lengua que recomendaron a los médicos dedicarse a otra cosa, el reclamo contiene, en su base, una cruda revelación. El país invierte en la formación de médicos que son reconocidos en el mundo por su excelencia, pero no los valora como corresponde. Desde hace décadas, el Estado mira para otro lado en materia de salud pública y el sistema privado vive una crisis persistente que tampoco acompaña el desarrollo personal y profesional de los médicos y otros agentes de los equipos de salud.
La consecuencia es lógica. La Argentina pierde a valiosos profesionales. La constante emigración hacia otros países no es solo un dato estadístico: es una señal de alarma social, económica e institucional. Un reciente informe periodístico señala que, entre 2014 y 2024, las solicitudes para homologar títulos de medicina en España y otros países de Europa crecieron exponencialmente. En Sudamérica, Uruguay y Chile también figuran entre los principales receptores de talento argentino. Según el artículo, las razones son claras: mejores condiciones laborales, estabilidad contractual, acceso a tecnología de punta y una valoración social del rol médico que aquí se ha erosionado peligrosamente.
Esta realidad golpea con especial crudeza varias regiones del país, la nuestra entre ellas. Hay crecientes dificultades para cubrir cargos en hospitales públicos, son escasos los médicos para guardias en sanatorios y clínicas privadas. No hay especialistas en sensibles materias como pediatría o anestesiología, por ejemplo. Al mismo tiempo, cada vez con más profundidad, se distingue el menosprecio al valor de la formación médica y a su papel en la vida de la sociedad.
Se puede argumentar que la emigración médica es “natural” en un mundo interconectado, y que podría generar beneficios al país si los profesionales retornan luego de algunos años con la experiencia adquirida en el exterior. Pero esta visión no puede ser excusa para la inacción. Formar médicos con fondos públicos y resignarse a perderlos no solo es una pérdida económica; es una claudicación del Estado en su deber de garantizar el acceso equitativo a la salud.
La emigración de médicos y otros profesionales de las distintas áreas de la salud es un desafío para el sistema sanitario en su conjunto. Lo es, en tanto y en cuanto significa que aquí no encuentran las condiciones para ejercer dignamente su vocación. Sin retribución adecuada, sin acceso a las tecnologías de punta, sin posibilidades concretas de formación continua y sin jerarquización de rol de los médicos en el entramado de la salud pública, el éxodo continuará.