Mascotas como variable de ajuste
Es un tema que siempre ha salido a la luz en las épocas de crisis económica o de otra índole. Las penurias de la pandemia han agudizado el problema. Quedó expuesta crudamente la falta de conciencia ciudadana.
Desde instituciones proteccionistas admitieron que, en el país todo, durante la pandemia aumentaron los abandonos de animales domésticos. Entre las razones predominan las relativas a condiciones socioeconómicas, vinculadas al costo de la alimentación, a la pérdida de empleos y también a la necesidad de mudarse a viviendas más chicas con lo que el perro o el gato no tendrían ya espacio.
La situación se observa también en el conglomerado urbano que une a San Francisco con Frontera. El abandono de mascotas es una realidad que se constata con el registro de la Sociedad Protectora de Animales "Mario Gemelli" de nuestra ciudad. La entidad recibe, por semana, un promedio de cinco avisos de animales (adultos y cachorros) que necesitan nuevos hogares, ya sea porque están en situación de calle, o porque no pueden seguir siendo parte de su familia. A esto deberá sumarse la cantidad de animales que son dejados en la calle por sus dueños, lo que configura un panorama ciertamente preocupante.
Es un tema que siempre ha salido a la luz en las épocas de crisis económica o de otra índole. Las penurias de la pandemia han agudizado el problema. Quedó expuesta crudamente la falta de conciencia ciudadana que no comprende lo que significa la tenencia responsable de una mascota. Mucho menos entienden que los derechos de los animales están legislados desde hace décadas y que algunas conductas pueden ser incluso punibles. Sin embargo, la grave situación socioeconómica determina que los animales pasen a ser variables de ajuste.
En ciertos casos, el descarte es doloroso para muchas familias. En estos casos, se acercan a las entidades protectoras de los animales y explican los motivos, algunos de ellos atendibles. Pero en otras ocasiones, la calle es el sitio donde van a parar las mascotas. Entonces, el problema se hace mucho más notorio. Porque aquellas instituciones tienen limitaciones humanas, de infraestructura y económicas que dificultan la posibilidad de atender todos los casos. Y, así, si el Estado no interviene, el abandono de animales se convierte en un flagelo social cuya magnitud hoy es importante.
El control de perros -especialmente- y gatos callejeros es una obligación estatal impostergable. Si estarían bien coordinadas las acciones con las entidades intermedias defensoras de los animales, se podría hacer frente con algún éxito a la situación agravada por la pandemia. Pero la principal responsabilidad es del propietario. Gozar de la presencia de un perro o un gato significa también velar por su salud, evitar que produzcan daños a vecinos y asegurar su bienestar. Porque, además de exponer desaprensión al abandonar a una mascota, se estará poniendo en riesgo la salud de las personas, ante la posibilidad de que algunas zoonosis puedan transmitirse.
El problema no es menor. Ha crecido en los últimos meses. Obliga a la acción del Estado y las entidades protectoras. Pero, fundamentalmente, exige una urgente toma de conciencia social.