Historias
María Rosa, la guardiana de la capilla
La mujer heredó de su familia una capilla rural en un campo de Quebracho Herrado y se convirtió en su guardiana. “Para mí es un orgullo mantener vivo este legado", aseguró.
Por María Laura Ferrero l LVSJ
“Un día, mi tío Juan Porporatto me miró fijamente y puso entre mis manos la llave de la capillita. Me dijo que ellos estaban mayores y que a partir de ese momento yo era la encargada de organizar las misas y hablar con el cura para continuar con la tradición. Desde ese primer momento, nunca lo vi como una responsabilidad pesada o una obligación. Todo lo contrario. Para mí es un orgullo mantener vivo este legado familiar”, relató María Rosa Mensa, una mujer de 63 años, que desde hace algunos años se convirtió en la guardiana de la Capilla Porporatto Galetto, ubicada en la zona rural de Quebracho Herrado, a 22 kilómetros al sur de la ciudad de San Francisco.
Hoy, a través de las redes sociales, esta mujer comparte la historia de este tesoro arquitectónico construido por sus bisabuelos maternos y difunde las diversas actividades que organiza mensualmente para preservar y mantener viva esta historia familiar.
María Rosa contó que el pasado 29 de agosto la capilla cumplió 95 años, pero la llegada de su familia a esta zona data un tiempo antes. “En 1914, mis bisabuelos Bautista Porporatto y Magdalena Galetto vinieron de Eustolia (Santa Fe) y se instalaron en Colonia Luis A. Sauze, en la zona rural de Quebracho Herrado. Ellos tuvieron nueve hijos: Jacinto, Teresa, Margarita, mi nono Antonio, Juan, Luisa, Miguel, Verónica y Genoveva”, contó la mujer.
“Desde pequeña, escuché la historia de cómo mi bisabuela Magdalena prometió construir la capilla como agradecimiento por haber resuelto un conflicto por la tenencia de estas tierras. Cumpliendo su promesa, junto al sacerdote Carlos Borello, trajo desde Italia una imagen de San Antonio de Padua. Lamentablemente, tras un incidente de inseguridad, tuvimos que resguardar la imagen en la Parroquia Santa Rita de San Francisco”.
Con el trámite resuelto y la capilla construida en su terreno, los Porporatto Galetto empezaron a echar raíces en nuestra región. Esta joya del patrimonio cultural y religioso de nuestro departamento San Justo fue inaugurada el 29 de agosto de 1929 y desde ese momento se convirtió en un epicentro de reunión para esta familia y también para los vecinos de la colonia, quienes aún hoy conservan ese lazo de unión.
La propiedad quedó en manos de su abuelo Antonio quien contrajo matrimonio con María Rubiolo. Ellos tuvieron cinco hijos: Juan, Magdalena (madre de María Rosa), Guillermo, Amelia y Roque.
“Mi mamá se casó con mi papá Livio Mensa y nos tuvieron a mi hermana Silvia y a mí. Pero los tíos se quedaron solteros y en el campo hasta que, por cuestiones de salud, se fueron a vivir a San Francisco. Toda una vida en ese lugar y la capilla fue siempre un lugar de reunión y encuentro”, indicó María Rosa. Y agregó: “Cuando éramos chicas con mi hermana veníamos todas las vacaciones a la casa de los tíos. A mí me encantaba y ellos nos enseñaron el respeto y amor por este lugar y su gente”, afirmó.
Los padres de María Rosa vivían en un campo en la zona rural de Castelar, en la provincia de Santa Fe, que también tiene su historia, pues fue paraje de las tropas del General Lavalle en la batalla de Quebracho Herrado. Asimismo, un hermano de su padre fue el reconocido cura Lorenzo Mensa, con una amplia trayectoria sacerdotal en la ciudad de Las Varillas y en su zona de influencia.
Fe y familia
La historia de los Porporatto Galetto se replica en relatos similares de las otras capillas rurales que levantaron los primeros inmigrantes que llegaron a esta región de la “pampa gringa”.
Dar gracias por curarse de una enfermedad, salvar la cosecha, lograr que la familia vuelva a estar unida o resolver algún problema burocrático fueron las diferentes causas que los impulsaron a crearlas, motivados por una profunda fe católica y la necesidad de anclarse en estas tierras.
Entre los innumerables recuerdos, María Rosa rescató el respeto y la fuerte fe religiosa de sus tíos. “Ellos eran gente de trabajo y parecía que nunca paraban, pero los domingos eran sagrados y se tomaban su tiempo para la familia y la iglesia. Muy temprano abrían la capilla y hacían su oración. Luego esperaban que mi hermana y yo nos levantáramos para llevarnos a rezar”, relató la mujer.
Otro de los momentos inolvidables eran las fiestas patronales en honor a San Antonio. “En esos días festivos se llevaba a cabo la misa y luego los tíos preparaban para recibir a los parientes y amigos. Ellos cocinaban los corderos y las mujeres se encargaban de hacer una rica picadita.”, recordó.
“Mi lugar en el mundo”
Para María Rosa Mensa, el campo que heredó de su familia es más que un simple pedazo de tierra; lo ha convertido en una de las razones de su vida. "Es mi lugar en el mundo. Mi sueño es arreglar la casa y volver a vivir allí en el campo, rodeada de esa naturaleza y cerca de la capilla", comentó.
La mujer contó que debió superar distintas dificultades y malos momentos en todos estos años, pero que nada quebrantó la promesa que le había hecho a su tío de cuidarla y seguir con la tradición.
"La última inundación fue terrible porque, además de los problemas que ocasionó el agua, tuvimos un gran robo en la casa que prácticamente la dejó desmantelada. Nos sacaron las chapas del techo, lo que la hizo prácticamente inhabitable", aseguró.
Por otro lado, María Rosa relató un hecho de inseguridad que sufrió la capilla y que fue muy doloroso para ella y su familia por los destrozos sufridos. "Un día nos llamaron y nos dijeron que había entrado a la capilla y había causado graves daños. Cuando fuimos, nos encontramos con una imagen más chica de San Antonio y las estatuas de dos vírgenes muy antiguas estrelladas en el suelo. La del santo la pudimos restaurar, pero las otras dos fue imposible. Sentimos mucha impotencia y dolor porque para ellos no tenían ningún valor económico, pero a nosotros nos acompañaban desde casi el principio de la capilla", dijo muy apenada la mujer.
Finalmente, esta situación generó que se resolviera resguardar de forma permanente la primera imagen de San Antonio, traída de Italia, en la Parroquia Santa Rita, de la ciudad de San Francisco.
Misión cumplida
Este hecho de inseguridad, sumado a la pandemia por COVID-19 y el delicado estado de salud de los tíos, hizo que María Rosa tuviera que pensar en otras alternativas para cumplir con su mandato.
"En un momento no pudimos ir a la capilla y, cuando habilitaron los tíos, estaban delicados, así que nos empezamos a juntar a rezar el rosario una vez al mes en la casa de ellos. Al principio, nos acompañaron nuestros vecinos de la ciudad y luego también se agregaron algunos cercanos a la capilla", contó la mujer. "Cuando pudimos volver al campo y como teníamos mucho público, un sacerdote me aconsejó seguir con las reuniones una vez al mes. Todos los días 13 nos juntamos a rezar y luego nos quedamos a compartir algo, como unos mates o un cafecito. Es muy lindo ver cómo la gente de la colonia y los amigos de siempre nos siguen acompañando", afirmó María Rosa.
En esta cruzada, la guardiana transmitió su amor y fe a sus hijas y nietos, quienes la ayudan en todo momento. "A ellos les enseñé a amar esta porción de tierra y quiero que sigan con este legado", agregó.
Ella aseguró sentirse feliz porque cada vez más personas se interesan por esta reliquia que construyeron sus bisabuelos. "Hay ciclistas que pasan y nos ven trabajando, y se bajan para conocer la historia y los invitamos a realizar una oración con nosotros. También, hay viajeros que van recorriendo las zonas rurales para hacer contenidos para sus redes sociales y también tienen las puertas abiertas", indicó.
"Yo le prometí a mi tío y a mí misma que iba a seguir con esta obra. Hasta ahora puedo decir: misión cumplida", finalizó orgullosa María Rosa, quien en estos últimos años se convirtió en la guardiana de la capilla.
Testigo de un amor
La capilla Porporatto Galetto rinde ahonor a San Antonio de Padua, que es ampliamente conocido como el santo patrón de los solteros. Su devoción se ha extendido a lo largo de los siglos, y muchas personas acuden a él en busca de ayuda para encontrar pareja. También, se lo invoca para que interceda en la búsqueda de objetos perdidos.
Según contó María Rosa, la imagen de la capilla ayudó a que muchos terminaran con su soltería y otras parejas se acercan para agradecer su camino junto y que sea testigo de su amor. Esta situación es el caso de los novios Fabio Luna de San Francisco y Lucía Cardo de la ciudad de Santa Fe, quienes se conocieron en un retiro en enero de 2023 y en otro viaje a la localidad de Miramar de Ansenuza, visitaron una capilla en honor a este santo. Su fe religiosa motivó que la pareja buscara distintos sitios relacionados hasta llegar a Colonia Luis Sauze. "Apenas nos bajamos de la moto nos enamoramos de la capilla y nos interesamos por su historia", aseguraron los jóvenes, quienes contaron que se casarán el próximo diciembre.