Sociedad
Marchar no es llegar, es estar
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En la marcha del orgullo, cada paso es un acto de libertad y cada mirada refleja alegría, emoción y la fuerza de quienes alguna vez tuvieron que callar. Una celebración de identidad, memoria y esperanza que llena las calles de color y significado.
Por Bautista Dutruel
En la marcha del orgullo el ruido es distinto. No es solo la música o los bombos, es el sonido de algo que se libera. De las gargantas que alguna vez callaron, de los cuerpos que por fin caminan sin esconderse. El aire tiene brillo, literal. Hay glitter en todas partes: en la piel, en el suelo, en el aire. Pero lo que más brilla son las miradas. Esa mezcla entre alegría y alivio, entre orgullo y emoción contenida.
A un costado pasa una chica trans con una bandera en la espalda y un cartel que dice “viva, por fin viva”. Más atrás, una madre levanta un cartel con la foto de su hijo. Dos pibas se abrazan fuerte. Un grupo canta, otro llora. Nadie se apura.Marchar no es llegar, es estar.
Y todo pasa al mismo tiempo, la risa, el llanto, el baile, el silencio. Porque en la marcha del orgullo se llora de emoción, se baila por los que ya no están, se canta por los que todavía no se animan. Cada paso tiene peso. Cada bandera lleva una historia. Alguien dice “qué lindo ver tanta gente”, y sí, es lindo. Pero también es fuerte. Porque cada persona que está ahí tuvo que pelear por estar. Y en esa calle llena de colores, por un rato, el mundo parece más justo. Más parecido a lo que debería ser siempre.
Cuando la columna avanza, se siente algo en el pecho. No sé si es orgullo, tristeza o esperanza. Quizás las tres cosas a la vez. Hay algo que se desarma y algo que se acomoda. Como si todos los años de miedo, de prejuicio, de silencio, se hicieran polvo en el aire.
Al final del recorrido, el ruido baja, pero la emoción no.
Queda una sensación que no se explica, la de haber estado en el lugar exacto, con la gente exacta, haciendo algo que todavía importa.
En la marcha del orgullo no solo se camina. Se sana. Se recuerda. Se vuelve a empezar.
El orgullo no es soberbia. Es libertad. Y mientras todavía haya alguien que tenga que explicar quién es para poder ser respetado, habrá razones para seguir marchando.
