Sociedad
Marcelo Tonello: la historia de un cartero que vivió la transformación del oficio
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En el Día del Cartero, Marcelo Tonello recuerda sus casi 25 años en el Correo Argentino en San Francisco. Entre madrugones, repartos por los barrios y el contacto cotidiano con los vecinos, repasa lo que significó ese oficio en su vida y cómo la tecnología transformó para siempre una profesión que marcó generaciones.
El 14 de septiembre se celebra en Argentina el Día del Cartero, una fecha que evoca la memoria de un oficio que fue parte esencial de la vida cotidiana durante generaciones. En San Francisco, uno de los rostros que marcaron esa historia fue el de Marcelo Tonello, quien dedicó casi 25 años de su vida al Correo Argentino, recorriendo calles, esquinas y barrios con las cartas bajo el brazo. Hoy ya retirado, recuerda con emoción lo que significó ese trabajo y reflexiona sobre los cambios que trajo la tecnología.
Marcelo comenzó su trayectoria en 1999, de manera casi casual, gracias a un amigo que lo recomendó para un contrato en una de las épocas más intensas del año: las fiestas de fin de año. “Me llamaron porque justo había mucho trabajo, en esa época la gente se mandaba muchas cartas. Ese contrato se fue estirando y, al final, quedé efectivo”, recordó a LA VOZ DE SAN JUSTO.
Desde entonces, se convirtió en parte del paisaje cotidiano de la ciudad. “Yo siempre estuve en la calle y a mí me gustaba. El único desafío era el clima: soportar los inviernos fríos y los veranos calurosos. Pero disfrutaba del trato con la gente, con los negocios, con el día a día”, relató.
La rutina de cada jornada
Las mañanas comenzaban temprano. “Entrábamos a las seis. Primero se hacía la clasificación de las cartas en grandes bolsones, y después se dividían entre los carteros. Éramos seis o siete, y cada uno tenía su zona”, comentó.
A él, por lo general, le tocaba el sector sur de la ciudad, en barrios como La Milka. “Armabas tu reparto calle por calle y salías a entregar. Había cartas simples que se dejaban bajo la puerta y otras que debían ser firmadas. Con el tiempo, la gente ya te conocía, te esperaba, algunos incluso te saludaban como a un vecino más”, recordó.
Una ciudad que esperaba al cartero
El trabajo era intenso. Cuando Marcelo comenzó, todavía había un gran volumen de correspondencia. “Se repartían impuestos provinciales, facturas de servicios como Telecom o Cablevisión, resúmenes de bancos, boletas de celulares. Había muchísimo trabajo. En fin de año era una locura: tarjetas, almanaques, regalos”, repasó.
Cada sobre que entregaba no era solo un trámite: era una noticia, un saludo, una conexión con alguien más. En tiempos sin internet ni celulares, el cartero era un eslabón fundamental entre las personas y el mundo exterior.
Los cambios de época
Con el paso de los años, la llegada de internet marcó un quiebre. “Primero apareció el correo electrónico y después todo se digitalizó. Hoy tenés los resúmenes de tarjeta, las boletas de servicios y hasta los impuestos directamente en el teléfono. Eso al correo lo mató”, reflexionó Tonello.
Las cartas fueron quedando en el recuerdo, reemplazadas por los paquetes de compras online, principalmente de Mercado Libre. “Antes la gente esperaba la carta de fin de año o de salutación. Eso desapareció. Ahora casi no se reparte nada, salvo algún vencimiento o trámite puntual. Lo demás ya no existe”, lamentó.
En San Francisco, cuando él se incorporó, había seis carteros y trabajo para ocho. Hoy, la realidad es otra. “Con los retiros voluntarios y la falta de reemplazos, muchos tienen que hacer el trabajo de dos o tres personas. El correo cambió mucho. Y, aunque siempre me gustó el oficio, aproveché la oportunidad de retirarme porque tengo otro trabajo. Si no, hubiera sido muy difícil dejarlo”, reconoció.
En su repaso, Marcelo también recuerda los años de cambios profundos en la empresa. “Al poco tiempo que entré se privatizó, en la época de Macri. Hubo muchos retiros voluntarios y jubilaciones, se fue muchísima gente. Después se acomodó un poco, pero cada vez había menos trabajo”, comentó. Esa inestabilidad marcó a toda una generación de trabajadores postales.
El impacto también se había sentido en San Francisco. “En la atención al público pasaba lo mismo: había cinco o seis empleados, pero trabajo para diez. Con el retiro voluntario se fue muchísima gente y no entró nadie nuevo. Eso cargó más a los que quedaron”, señaló. Esa reducción de personal fue otro síntoma de la transformación de la institución.
Hoy, mirando en retrospectiva, Marcelo reconoce que el correo fue una parte muy importante de su vida. “Me gustó mucho el trabajo, y me quedo con los buenos recuerdos. El trato con la gente y con mis compañeros es lo que más rescato. Fue una etapa que marcó mi vida”, resume con sencillez.
El cartero como figura social
Más allá de los cambios tecnológicos y laborales, Marcelo valora el costado humano de la profesión. “Me gustaba el contacto con la gente, con los negocios, con los vecinos que te reconocían. También la camaradería con los compañeros: desde las seis hasta las ocho de la mañana compartíamos la clasificación, las charlas, y después cada uno salía a su reparto. Eso lo recuerdo con mucho cariño”, afirmó.
En este Día del Cartero, la historia de Marcelo Tonello rescata no solo el recuerdo de una tarea que unió a comunidades enteras, sino también la transformación de un oficio que debió adaptarse —y en muchos casos reducirse— frente a los nuevos paradigmas digitales.
Con su testimonio, queda claro que ser cartero fue mucho más que repartir sobres: fue caminar o andar en bicicleta por la ciudad todos los días, tejer lazos con la gente y ser parte de la vida cotidiana de miles de vecinos.