Entrevista
Claudio Ferreyra y su pasión por enseñar
Maestro de la vida. Es docente de primaria y reivindica la importancia de una educación que respete las diversidades y brinde igualdad de condiciones a niños y niñas.
Por Gabriel Moyano | LVSJ
Cuando Claudio Ferreyra se recuerda practicando cómo darle clases a nenes de 7 u 8 años esboza una sonrisa. Es que, en aquellos inicios, cuando todavía cursaba la carrera de profesorado de educación primaria, sus “alumnos” eran los miembros de su familia.
Los hacía sentar y les preparaba el “acting”: debían comerse alguna letra o fingir no entender alguna consigna. Entonces, él se armaba de paciencia y los ayudaba.
Esa sonrisa aparece porque ese recuerdo lo remonta a su Colonia Marina, al calor de su hogar y el cariño de los suyos, quienes –contará- fueron determinantes para su decisión de seguir el camino de la docencia.
Hoy, varios años más tarde, se sienta en un aula ya vacía pero donde todavía retumban los gritos y las risas de niños y niñas que ya emprendieron el regreso a casa. Y se sienta a hablar con mucha pasión de esta vocación que lo llevó a ser docente.
El “profe” Claudio, entonces, hace docencia –también- mientras charla con Posta/ LVSJ.
“Me gusta mucho enseñar, disfruto haciéndolo. Sobre todo a los más chicos, en el acceso a la alfabetización: lectura y escritura”, cuenta el docente que se desempeña por la mañana en la escuela Villafañe y por la tarde en la Normal.
Y ese gusto por compartir conocimientos y guiar se gestó en su seno familiar. “Soy el menor de 6 hermanos, vengo de un pueblo. Mis padres no terminaron la primaria, pero hicieron un acompañamiento muy importante hacia nosotros. Esa presencia marcó algo en mí, me hizo pensar que quería que todos aprendan a leer y escribir”, asegura.
Siempre, desde que emprendió el camino de la docencia y a lo largo de la charla, Claudio hará hincapié en las diversidades, en reconocer que hay distintos sujetos con distintas posibilidades. “Sentía el deseo de que todo aquel que estuviera en una desigualdad tuviera acceso a la educación”, cuenta.
Ver a la educación como una herramienta inicial, de eso se trata: “Acercarle a los chicos la posibilidad de estar alfabetizados, más allá de que hoy hablamos de la cultura digital como una formación también potente, es una de las herramientas necesarias para comunicarse y desarrollarse”.
Como docente de primer grado, la tarea de Claudio debe ser realizada con paciencia y dedicación. “Siempre hay que estar motivando el desarrollo de la oralidad, de la escritura y la lectura, también el pensamiento matemático. Lo hacemos a través de juegos, de situaciones en las que ellos puedan aplicar estrategias. Buscamos traer de la cotidianidad de ellos qué saben, que ven, cómo lo utilizan, qué juegan. De esa manera se busca formar un sujeto que sepa pensar y deducir por qué uso esto y qué sentido le estoy dando”, comenta.
Conocer y reconocer las distintas realidades de cada estudiante para brindarle mejores posibilidades de desarrollo. “La educación hoy nos plantea sujetos diversos, todos totalmente diferentes, con distintos tiempos, estilos de aprendizaje. Entonces lo importante es ver cómo avanza cada uno en la medida de sus posibilidades y conocer que al ser todos distintos, todos han avanzado en su medida”, expresa el docente.
Y agrega: “Yo lo que trato de hacer es conocer a cada uno con sus particularidades y a partir de ahí crear un vínculo. Me propongo siempre ser empático y reconocer las fortalezas que tiene cada uno desde su singularidad. Así podemos cooperar en todo momento, el uno con el otro”.
Al profe con cariño
Ser docente varón en una escuela primaria tiene sus particularidades, como por ejemplo, cómo lo llaman los alumnos: “Me dicen profe desde siempre. Quizás porque está todavía marcado esto de decirle ‘señorita’ a las chicas, cuando también son profesoras. Está todavía arraigada la tradicionalidad de decir la señorita o el profe. En la ciudad somos pocos maestros varones, acá en la escuela Normal tengo un compañero, el profesor Víctor. En las sierras cordobesas sí hay más presencia masculina en las escuelas primarias”.
A Claudio le parece ayer cuando partía de Colonia Marina a las 6 y media de la mañana para venir a dar clases y regresaba, muchas veces a dedo, al anochecer.
Un esfuerzo que muchos no harían teniendo en cuenta el sueldo que cobra un docente. Para Claudio, lo injusto de ese ingreso queda en evidencia con solo recordar el papel clave que cumplen en el desarrollo de un niño como integrante de la sociedad.
“Soy un empleado más del sistema, un empleado público. Estoy sujeto a un sueldo que está establecido por el gobierno de la provincia. Y la verdad es que nuestro sueldo quedó muy atrasado en el tiempo. Como todo empleado es justo que nuestro reclamo sea escuchado, que seamos reconocidos como primer eslabón del sistema educativo. Somos formadores de niños que hoy llegaron a primer grado, accedieron a la lectoescritura y el día de mañana va a ser contador, abogado, o el oficio que elija. Pero ese oficio le va a requerir haber aprendido a leer y escribir, y comprender eso que está leyendo. Si un día va a firmar un contrato, tuvo que haber pasado por un maestro que le haya enseñado a leerlo y comprenderlo”, subraya.
Y sostiene: “Nuestro trabajo es uno de los más importantes dentro del proceso educativo, porque el nivel primario tiene esto de poder acompañar al alumno y bregar porque su trayectoria no quede trunca. Reconocer la diversidad de los estudiantes nos permite hacer ese acompañamiento”.
Más allá del aula
Por más que buena parte de la sociedad no lo conozca, o reconozca, el trabajo del docente va mucho más allá de 4 horas de clases.
“Nuestro trabajo en el aula está, pero hay un diseño de planificaciones, de proyectos, de salidas, y todo tiene ciertos pasos a seguir. Entonces es mucho el tiempo que demanda fuera del aula. En primer grado hay que preparar la clase, una secuencia de matemática, de lengua, de ciencia, identidad, ESI. Tenés que traer las copias cortadas, hacer seguimiento de autores, de libros que mandan desde Nación y demás. Es decir, se trabaja muchas horas en casa y nadie lo ve a eso. Podés pasar fines de semana trabajando, pensando en cómo presentar un contenido según el grupo, cómo motivarlos. Cada grupo requiere de cierto tiempo de preparación y ese trabajo se hace en casa, son mucho más que 4 horas”, cuenta.
Más allá de lo ingrato que puede ser a veces el trabajo, Claudio se queda con lo positivo: “Hay muchas sensaciones hermosas, muchos agradecimientos. Estudiantes que ya tienen más de 20 años pasan y te dicen ‘profe, cómo anda’. Esa mirada y esa conexión que todavía sigue estando de docente-estudiante tiene eso: reconocimiento. Uno queda en la vida del otro dejando una huella imborrable. Te miran con ojos de estudiantes de primaria, siendo que ya son grandes. No tiene precio quedar en el recuerdo del otro de la mejor manera”.
Finalmente asevera que el esmero que le puso a su profesión valió la pena: “Nunca lo llamé sacrificio, lo llamo esfuerzo. Sacrificar es dejar algo de lado. Yo no dejé mucho de lado, sino que siempre traté de esforzarme para saber más, para aprender más, para compartir conocimientos”.