Día del Padre
Luis y Lolo: en la pista y en la vida, siempre juntos

Luis María Vega fue campeón y dejó su huella en el rally; hoy, su mayor orgullo es ver a Lorenzo empezar a correr con la misma pasión. Padre e hijo comparten pista, historia y un legado que acelera el corazón.
Por Ignacio Omedes | LVSJ
Hay familias donde la pasión se hereda. Como un apellido, como un gesto, como una costumbre de domingo. En San Francisco, los Vega son sinónimo de automovilismo. Lo fue Víctor, el pionero que organizó carreras, tuvo su propio equipo y se calzó el casco con el alma. Lo siguió su hijo, Luis María, campeón y uno de los más ganadores del Rally Ciudad de San Francisco. Y ahora lo empieza a seguir Lorenzo, el nieto, el más chico, pero con el mismo fuego en los ojos.
Se celebra este domingo el Día del Padre, y la historia de los Vega no es solo una anécdota de fierros: es un testimonio de amor, de vínculo, de legado. Porque en esta familia, los motores unen.

“La verdad que feliz. Son todas experiencias nuevas. Hoy por hoy estoy sintiendo lo que imagino que habrá sentido mi papá cuando nos transmitió esta pasión”, dice Luis, con mucho orgullo.
En la casa de los Vega, las carreras no se ven. Se viven. Se discuten. Se sienten. “En mi casa se respira nafta desde el minuto uno. Y sigue ocurriendo hoy. En la mesa del domingo, o se ve la carrera o se discute la del finde anterior. Es una droga linda el automovilismo, sana, hermosa. Por suerte, la familia acompaña”.
Luis sabe que su apellido ya tiene historia, pero también tiene futuro. Porque Lorenzo —“Lolo”, como le dicen todos— ya se sube al karting con decisión. Y no está solo: está el abuelo alentando desde afuera y el padre cuidando desde adentro.

“Ya somos una familia grande, transitamos más de 50 años de forma ininterrumpida en el automovilismo. No es algo común. Todo empezó con mi viejo y hoy ya los nietos están en pista. En mi caso, Lorenzo, y por el lado de mi hermano, Federico también corre a nivel provincial. La descendencia está garantizada”.
La chispa del legado
Lolo empezó hace poco, pero el motor venía encendido desde antes. El karting lo compró Víctor para sus nietos, y ese chasis ahora es el que Lorenzo hace vibrar en cada carrera del Turismo del Centro Santafesino.
“El karting ya estaba, casi nuevo. Solo hubo que actualizarlo un poco. Yo estaba corriendo en la Fórmula 4, que comparte pista con el karting, así que imaginate lo que es eso, un fin de semana entero en familia, todos juntos en el circuito. Lorenzo dijo que sí con mucho entusiasmo. Se le pregunta, no se le impone. Y siempre estuvo de acuerdo”, cuenta Luis.

Lorenzo, mientras tanto, se afianza. Le gusta, lo disfruta. “Fue re bueno. Me encantó. Quería correr como papá”, dice. “Lo que más me gusta de los fines de semana es estar con mi abuelo y mi familia”.
¿Y cómo es papá los días de carrera? “Me dice todo lo que tengo que hacer, que tengo que mejorar, que voy rápido. Me ayuda. Pero nunca discutimos, no hay peleas”.
Luis confiesa que al principio le costó: “Me dio el susto como cualquier padre. Pero confío mucho en Lorenzo. Es muy obediente arriba del auto. Lo que le pido lo escucha, y eso me deja tranquilo. No lo exijo para que gane. Lo que le pido es responsabilidad. Y que disfrute. Si no lo disfrutás, esto no tiene sentido”.
El abuelo que nunca se bajó
Y está Víctor. Siempre. Desde la época del casco y el reloj, hasta ahora con la gorra y la mirada de estratega. Es el patriarca fierrero que sigue marcando el camino.

“Me dice que este es el pie del acelerador y que acelere”, dice Lorenzo entre risas. Y lo dice con respeto. “Es el que más sabe, hay que escucharlo mucho”.
Luis también lo reconoce. Víctor fue su copiloto, su jefe de equipo, su hincha más fiel. Y lo sigue siendo. “Tuve la suerte de compartir el 100% de mi carrera con él. Corrimos juntos. Y hoy, con 81 años, me bajo del auto y todavía me da indicaciones. Y hay que escucharlo, porque tiene una experiencia tremenda”.
Y cuenta una de esas escenas inolvidables: “Hace 20 días, en el rally de Carlos Paz, estábamos discutiendo la estrategia para los últimos tramos. Y ahí estaba él, como siempre, con el mejor consejo. Dios quiera que lo tenga 80 años más, porque no deja de enseñarme”.

Entre la pasión y el amor
Los Vega no corren solos. Corren con el corazón lleno. Luis lo dice claro: “Tengo la gran suerte de que mi mujer también nos acompaña. Es la mitad de todo esto. Y ver a tu hijo correr, disfrutar, ganar, te llena el pecho. El año pasado tuvo su primera victoria. Pero más allá de eso, lo que más me emociona es verlo jugar después de la carrera con los otros chicos. Eso es lo importante”.
Y remata: “Que todos los papás que tengan la suerte de compartir una pasión con sus hijos, la disfruten. No hay regalo más grande que ese”.
La última palabra la tiene Lolo. Y es tan simple como hermosa: “Feliz Día del Padre ¡y que vaya más rápido en el auto!".
Una familia. Tres generaciones. Un legado que no frena. En los Vega, la nafta no solo corre por los motores. Corre por las venas y acelera el corazón.