Sociedad
Luciana y Maca: mujeres que salvan vidas de perros y gatos a diario
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En San Francisco, Luciana Isoardi y Macarena Casalis trabajan de manera incansable rescatando, castrando y dando en adopción a perros y gatos. Historias de rescates y adopciones muestran cómo el compromiso individual de estas vecinas genera un cambio real en la comunidad.
Desde muy pequeña, Luciana Isoardi se sintió conectada con la mirada de los animales, su inocencia y sus padecimientos. La vecina contó a LA VOZ DE SAN JUSTO, que le provocaba un profundo dolor verlos sufrir y morir injustamente, pero también disfrutaba jugar con cada animalito que aparecía en el barrio. Al recibirse y regresar a San Francisco, se encontró con una situación alarmante: en esa época no había castraciones públicas y las calles estaban llenas de animales que padecían abandono, enfermedad y hambre. Sin celulares ni redes sociales, no era sencillo ayudar. Se hizo socia de la Sociedad Protectora durante un tiempo, avisando a las voluntarias sobre casos urgentes, hasta que decidió involucrarse activamente.
Al ingresar de forma activa, eligió ir una vez por semana al refugio. Allí quedó muy impactada por la magnitud del abandono: cajas con cachorros que en su mayoría morían a los 15 o 20 días, adultos lastimados, enfermos y quebrados, y un grupo de voluntarias haciendo lo posible ante un panorama desolador. Uno de sus primeros rescates fue un perro en la ruta, cuyo cuerpo estaba lleno de gusanos; gracias a su intervención, logró salvarlo. Luci explica que cada animal que consigue un hogar recupera la dignidad que no tiene en la calle ni en un refugio. Por cada castración se evitan miles de vidas destinadas a terminar en las calles, un problema que se entiende más desde la biología y la matemática que desde la voluntad de las personas: una perra y sus descendientes pueden generar más de 4.500 cachorros en siete años, y una gata más de 500.000.
Su tarea diaria se desarrolla en las tardes, después de su trabajo, colaborando con casos sociales en el centro de zoonosis municipal y llevando información sobre los beneficios de la castración a zonas de mayor vulnerabilidad. Le afecta profundamente cuando los dueños niegan la castración por mitos o intereses económicos, situaciones que terminan en abandono o muerte prematura de los animales. La solidaridad de la comunidad se manifiesta en la medida que la población castrada disminuye la saturación de animales; para equilibrar la población y lograr buenas adopciones, es necesario castrar al menos al 20 % de los perros y gatos anualmente. “Los animales enseñan que no hay mal que con amor no se cure, y que son capaces de perdonar y amar sin condiciones”, destacó Luci.
Hoy, el programa municipal de castraciones permite atender tanto por la mañana como por la tarde, incluyendo visitas a barrios donde los vecinos no pueden trasladar animales de gran porte. El lema “Mientras educamos castramos y mientras castramos educamos” refleja la importancia de llegar a todos los sectores y evitar el hacinamiento, las matanzas y las capturas injustas que se realizaban en el pasado. En este sentido, Luci recordó con cariño a su perrita Lola, una comunitaria que adoptó y acompañó durante 16 años, marcando profundamente su vínculo con los animales. Su mensaje a la comunidad es claro. “Cuidar y exigir un servicio masivo, público y sistemático de castraciones es la única solución científicamente comprobada para controlar la sobrepoblación, y cambiar el destino de un animal es un acto que deja el mundo un poco mejor”, remarcó.
Por su parte, Macarena Casalis comenzó hace tres años rescatando su primer gato encontrado en un contenedor en las sierras. Aunque no pudo quedárselo, el animal fue adoptado por una amiga, y la experiencia le enseñó que “un poquito de cada uno puede hacer mucho”. Con el tiempo, su labor evolucionó: ahora trasladan gatos hasta el centro de castraciones, controlan los casos y manejan los tránsitos, siempre asegurando la recuperación de los animales y su correcta socialización antes de la adopción. Maca destaca la colaboración de su compañera Alfi Giménez en la domesticación de bebés y la importancia de contar con personas dispuestas a transitar a los animales.
El trabajo con gatos ferales presenta desafíos especiales: requieren jaulas trampas y la colaboración de vecinos, y una vez castrados deben regresar a su lugar de origen para no perjudicar su supervivencia. El equilibrio entre la vida personal y la dedicación a los rescates es complejo; Maca combina su jornada laboral y la crianza de su hijo con la logística de rescates y traslados, organizándose para que cada acción tenga sentido y aporte al bienestar de los animales.
Si bien la conciencia sobre castraciones y abandono está creciendo, Luci y Maca observan que muchos vecinos aún ven al gato callejero como un problema de los proteccionistas y no como un asunto comunitario. Por eso enfatizan la necesidad de involucramiento: brindar alimento, refugio y permitir el retorno de los animales castrados es fundamental para controlar la reproducción y mejorar la calidad de vida de los gatos. La labor de Garritas en Casa, Macarena fue una de las fundadoras, demuestra que la acción individual y organizada puede generar cambios significativos, siempre con la colaboración de la comunidad.
Además de los rescates y las castraciones, ambas destacan la importancia de la educación comunitaria. Su trabajo no se limita a los animales que intervienen directamente, sino también a informar sobre la tenencia responsable y la prevención del abandono. “El vecino tiene un rol fundamental: su colaboración permite que cada acción que hacemos tenga un impacto real y sostenible. Si todos entendieran que un animal callejero no es solo un problema de proteccionismo, sino de toda la comunidad, se podrían evitar muchos casos de sufrimiento innecesario”, señaló Luci.
Otro aspecto relevante de su labor es la contención emocional y social de los animales. Más allá de castrar o rescatar, cada perro o gato que pasa por sus manos recibe cuidados específicos, atención y cariño para superar el abandono o la enfermedad. Este seguimiento también incluye la preparación para la adopción, asegurando que cada animal tenga la mejor oportunidad posible de integrarse a un hogar definitivo. “No se trata solo de salvar vidas, sino de devolverles la posibilidad de vivir con dignidad”, agregó Maca.
Finalmente, ambas resaltan que su tarea demuestra que la acción individual puede generar un cambio colectivo. Cada vecino que se suma, cada adopción concretada y cada animal castrado contribuyen a una comunidad más consciente y respetuosa. La combinación de rescates, educación y promoción de las castraciones constituye un modelo que podría replicarse en otras localidades, y ambas coinciden en que el camino hacia una ciudad sin animales sufriendo depende del compromiso compartido entre proteccionistas y vecinos.
