Lucha contra el cáncer infantil
El impacto del cáncer pediátrico en la salud pública debe ser atenuado en todo el mundo. Por los trastornos sociales que acarrea y porque algunas de sus variantes son factibles de ser curadas si los tratamientos llegan a tiempo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó un programa que
busca alcanzar una tasa de supervivencia de al menos el 60 por ciento entre los
niños con cáncer para el año 2030, lo que duplicaría los indicadores actuales y
salvaría un millón de vidas. "Con 300.000 nuevos casos diagnosticados cada año
en pacientes de entre 0 y 19 años, el cáncer es una de las principales causas
de muerte en niños", advirtió la OMS, y agregó que en los países de "bajos
ingresos" la situación "se agrava" por "falta de diagnóstico temprano, el
elevado costo de los tratamientos y la falta de capacitación especializada".
De acuerdo a las publicaciones periodísticas que se hicieron eco de este programa, en la Argentina se diagnostican por año un promedio de 1290 casos nuevos de cáncer pediátrico, de los cuales entre 450 y 470 son leucemias, la mitad de las cuales logran curarse. Según datos de la Secretaría de Salud argentina, el 80 por ciento de los niños enfermos de cáncer registrados entre 2000 y 2013 fue atendido en instituciones públicas, y el 20 por ciento restante en instituciones privadas.
El cáncer infantil es una enfermedad en la Argentina -en especial la leucemia-, controlado a tiempo, es curable en la mayoría de los casos y el cuidado integral del paciente es el paso más importante, para garantizar el éxito del tratamiento. Esto no significa que haya que menospreciar su presencia. Todos sabemos de la crueldad de una enfermedad que sigue agobiando a la humanidad. Pero el dolor se acrecienta cuando quien la contrae es un niño de corta edad pues las implicancias humanas y sociales son tan dramáticas como imposibles de ignorar. Estudios médicos publicados hace algunos años destacan además que el cáncer pediátrico tiene un fuerte impacto social, psicológico, emocional y físico en los niños, sus familias y la sociedad; y también es un claro ejemplo del enorme e inaceptable costo humano causado por la desigualdad
A través de la "Iniciativa global contra el cáncer infantil", la OMS ayudará a los gobiernos nacionales a evaluar su capacidad para diagnosticar y tratar el cáncer, la disponibilidad de medicamentos y tecnología, y a establecer el abordaje de la enfermedad entre las prioridades presupuestarias. También buscará que los Estados incluyan el cáncer infantil en sus estrategias de salud nacionales y en las prestaciones de obras sociales y prepagas. Los objetivos de este programa lanzado por la OMS están incluidos en los Objetivos de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas, particularmente en el que busca reducir en un tercio las muertes prematuras causadas por enfermedades no transmisibles para 2030.
Y en este punto, se da una paradoja que debe abrir el debate en la comunidad científica, si ya no lo ha hecho. La leucemia linfoblástica aguda (LLA), el tipo de cáncer infantil más común entre los niños. Podría ser prevenible de acuerdo a un estudio del Instituto del Cáncer de Londres y difundido por una revista médica. El informe, elaborado luego de cuatro décadas de examinar gran cantidad de trabajos sobre la enfermedad, sostiene que "la vulnerabilidad de algunos niños a esas infecciones, provocadas por virus o bacterias, se debería a la baja exposición a microbios en sus primeros días y meses de vida", lo que "es una paradoja del progreso en las sociedades modernas" para estos especialistas pues "la falta de exposición a los microbios en la primera infancia desemboca en una disfunción del sistema inmunológico".
No obstante, más allá de las cuestiones estrictamente científicas y de los debates de la comunidad médica, el impacto del cáncer pediátrico en la salud pública debe ser atenuado en todo el mundo. Por los trastornos sociales que acarrea y porque algunas de sus variantes son factibles de ser curadas si los tratamientos llegan a tiempo.