Lo ético y lo legal
Quizás sea una utopía, pero sería interesante que los dirigentes políticos se interroguen a sí mismos sobre la dimensión ética de sus acciones. El descrédito y la pérdida de confianza que supieron conseguir a lo largo de décadas de decadencia tienen su origen allí.
La presidenta del PRO, una de las fuerzas opositoras más importantes, es la protagonista de un episodio en el que se deja en evidencia prácticas habituales que se corrigen solo cuando se dan a conocer por la prensa. Patricia Bullrich participó del banderazo contra el gobierno nacional el domingo pasado en Córdoba. Para viajar hasta allí desde Buenos Aires, utilizó pasajes correspondientes al Senado de la Nación, aportados por una senadora cordobesa.
La dura dirigente opositora no integra la Cámara Alta, lo que agrega un elemento central para que establecer que su conducta no ha sido correcta. Las excusas presentadas en su pedido de disculpas no son sólidas. "Fue medio rápido. Hablé con el apoderado del partido que iba a sacarlos, después él habló con la secretaria privada de la senadora Laura Rodríguez Machado porque no había muchos pasajes. Fue toda una confusión, yo pido disculpas, sinceramente. Si bien es legal el mecanismo porque son innominados, no lo considero ético de mi parte", explicó Bullrich.
Lo legal está basado en el derecho. Lo ético tiene fundamentos filosóficos y morales. Son disciplinas distintas. Por su contenido deberían ir de la mano. Sin embargo, la historia demuestra que bajo un manto de legalidad se cometieron algunas de las más dolorosas aberraciones éticas que segaron vidas y sembraron pánico y dolor. Por esto, es bien factible que algo que está legalmente permitido, sea éticamente reprochable.
Si bien la ex ministra de Seguridad anunció que devolverá el monto de los pasajes aéreos, lo acontecido es una estocada que daña la pretensión de instaurar una imagen social impoluta. Se dirá que es un asunto menor y que pudo haber ocurrido la confusión que señala. Pero en este tiempo equívoco y crítico no puede admitirse inocencia o desconocimiento, mucho menos hipocresía. Sobre todo cuando su discurso público va en la dirección contraria a esta actitud poco ética.
Quizás sea una utopía, pero sería interesante que los dirigentes políticos -y también de otros sectores- de nuestro país se interroguen a sí mismos sobre la dimensión ética de sus acciones. El descrédito y la pérdida de confianza que supieron conseguir a lo largo de décadas de decadencia tienen su origen allí.
Desde lejos llega la enseñanza de Aristóteles, quien pregonó para que todos aquellos que aspiren a ejercer cargos políticos pasen primero por el filtro de la ética. Este cedazo parece tener grandes huecos en la Argentina. Tanto, que este tema de los pasajes será una mancha más en la larga lista de despropósitos protagonizados por hombres y mujeres de la política nacional. Pero sigue exhibiendo la lejanía que existe entre lo legal y lo ético en la actualidad. Además, lamentablemente certifica que no pueden lanzar la primera piedra ni siquiera quienes reclaman para sí la adhesión popular con miras a satisfacer la urgente necesidad de retomar el camino de la decencia y la honestidad.