“Lo del ARA no nos sorprendió, aún existe desguace en las Fuerzas Armadas”
Los padres del sanfrancisqueño Marcos Peretti, piloto de la Fuerza Aérea fallecido en 2007, sostienen que pese a lo ocurrido con su hijo hace once años, existe desidia y desinversión en las Fuerzas Armadas. Asimismo admitieron: "No estamos disconformes con la Fuerza Aérea porque le dieron una excelente formación".
Por Ivana Acosta
Eran las 11 de la mañana del 1 de mayo de 2007. Un avión Mirage III comandado por un piloto de la Fuerza Aérea hace un vuelo rasante en la VI Brigada Aérea, con base en la ciudad de Tandil, frente a cientos de personas.
En el entorno solo hay silencio en memoria de las 55 almas que volaron al cielo en la Guerra de Malvinas en 1982 y nunca volvieron. Nadie hubiera esperado que en el mismo instante Marcos Alberto Peretti, de 28 años, se les uniera.
Este sanfrancisqueño fue un eximio piloto de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) y dejó su vida vistiendo el uniforme militar en la localidad de Tandil, haciendo lo que más deseaba que era volar.
Sus padres, Susana Vietti (68) y Carlos Peretti (71), abrieron las puertas de su casa a LA VOZ DE SAN JUSTO para recordarlo. Pero también para reconocer con tristeza que "poco cambió" respecto de los materiales que se les proveen a los miembros de la Marina, el Ejército o en este caso la Fuerza Aérea, aunque hayan pasado 11 largos años del trágico suceso.
Marcos fue el segundo mejor promedio al recibirse en la Escuela de Aviación Militar de Córdoba, luego, en Mendoza, fue el primero y obtuvo además la medalla de honor en la Escuela de Caza. Su obsesión era ser piloto de combate.
Ese día, cuando se rememoraba el aniversario del bautismo de fuego de la FAA en las islas Malvinas, el joven hacía una demostración, pero las consecuencias de la desinversión por más de dos décadas, el atraso de la tecnología, el desguace y desfinanciamiento en materia de Defensa Nacional hizo eclosión junto con el Mirage que pilotaba y en el que perdió la vida.
El pasado 10 de agosto se conmemoró el Día de la Fuerza Aérea, y fue inevitable no pensar en Marcos, mejor dicho, en el 1º teniente Peretti.
"Como papás tratamos de no recordar, uno no quiere hacerlo porque si no se pone mal. Lógicamente uno no se olvida nunca de su hijo, pero sí a veces miramos las fotos y nos agarra tristeza. Son sentimientos encontrados", sostuvo su padre.
Pero su hijo está ahí, aunque no de forma física y eso lo sabe bien Susana, que suele preguntarse qué diría o haría el joven. "Eso es cotidiano. Hablamos y pensamos Marcos hacía esto o aquello; al principio es muy duro y después aprendés a convivir con el dolor y a sobrevivir", agregó.
El joven piloto tenía 28 años y adoraba su profesión
Una cadena de errores
Carlos y Susana comenzaron a hablar y a contar. No se quebraron en ningún instante, aunque el dolor que llevan por dentro era notorio. Las pasaron a todas porque además de la muerte de su hijo, ambos le dan pelea al cáncer. En sus ojos hay dolor y también orgullo, pero no lágrimas.
"Era un día 1 de mayo, Día del Trabajador y lo que uno menos se imagina es... - hace un silencio - estábamos los dos solos como si fuera hoy. Ese día la Fuerza Aérea conmemoraba el bautismo de fuego que tuvo en la Guerra de Malvinas y para los aviadores era muy importante", contó Carlos.
Su hijo Marcos no alcanzó a contarles, pero en ese acto también habría una demostración. Un avión pasaría a las 11 en punto mientras se hacía el minuto de silencio "a vuelo rasante" y parecería "una sombra en el cielo". Ahí empezó y terminó todo.
"Ese día amaneció nublado y no era aconsejable volar porque no se ve bien por las nubes, no había visibilidad. Lo habían designado a él. No sabían si hacerlo o no y decidieron que vuele. Hizo el primer pasaje donde salió todo bien y él mismo pidió permiso para hacer otro más, pero se perdió en las nubes y al poco tiempo se vio la explosión", narró Carlos con lujo de detalle.
Las palabras salen solas y no cesan. Nadie se atreve a decir nada y Peretti cuestiona: "Uno dice ¿qué pasó? ¿cómo sucedió? Y ahí vino la cadena de errores. No se debería haber volado porque es un vuelo táctico, donde el piloto ve el terreno a qué distancia está de la tierra y necesita ver el hangar, la pista".
El hombre también señaló que el avión estaba preparado con "tanques suplementarios de combustible para hacer viajes de larga distancia y a una gran altura", porque al otro día iba hacia Resistencia, Chaco: "Sus compañeros nos dijeron que se utilizó ese avión porque no tenían otro", añadió.
Así, las palabras van fluyendo. No se nota bronca, pero sí verdad: "Fue una cadena de errores, no era el día adecuado y el avión no estaba bien configurado", aseguró.
Otra posible causa de la dificultad que el piloto tuvo en aquel momento -dijo su padre- pudo haber sido el mal funcionamiento de una parte del Mirage: "Sus compañeros nos dijeron que tenían un problema con un instrumento que ellos llaman horizonte, y como hacían canibalismo - sacarle partes a un avión para ponerle a otro - no funcionaban bien; eso te permite ver cómo está el avión respecto a la tierra, debe estar paralelo para que vuele si no se cae y no se sostiene".
El relato lo describe. Era una bomba de tiempo y le tocó a Marcos estar ahí dentro cuando sucedió todo. Se perdió en la densidad de las nubes aun volando a baja altura aquel día y luego solo se vio humo.
"Quedó grabado en la comunicación con la torre la voz de él diciendo ¡uy!, que fue lo último que alcanzó a decir. Él intentó que el avión cambie de posición y ese golpe desprende uno de los tanques que tenía y el avión perdió equilibrio", describió Peretti.
Fue todo en pocos segundos, los que no llegan a contabilizar siquiera un minuto; sumado a que volaba a baja altura y a una gran velocidad, por eso Marcos "no tuvo posibilidad de nada".
Mientras tanto, en San Francisco sus padres no sabían nada. Era un día común donde solo esperaban poder volver a comunicarse con Marcos. Entonces sonó el teléfono.
"Nos dijeron que no tenía sentido ir. Se apaga el mundo. Es como en las películas realmente", sintetizó Carlos.
En su memoria se realizó en la VI Brigada Aérea, la imposición de su nombre a una calle interna de la unidad
El dolor tras la llamada
Susana recuerda el momento en que su marido le avisa lo sucedido: "Llaman y atiende él. Yo entro acá y le veo la expresión, se estaba comunicando con la Fuerza Aérea. Prendí la tele y ahí decían que no daban el nombre del piloto porque le estaban comunicando a la familia. Yo lo llamaba todas las noches después de las 21, el día anterior no lo hice, no recuerdo porqué y nosotros no sabíamos lo que iba a hacer. Al otro día pasó eso", señaló con nostalgia.
Acto seguido rememoró que en aquel momento "fue a armar el bolso" para ir a Tandil, porque para ella "no estaba muerto, sino que lo habían internado". Aún no había podido dimensionar lo sucedido.
A la despedida terrenal de Marcos llegó a la ciudad una gran comitiva y todo el cuerpo de las Fuerzas Armadas estuvo presente. "Sus amigos llevaban el cajón y ahí supimos muchas cosas de él. Tenía muchos amigos, compañeros que aún se mantienen en contacto con nosotros", afirmó Susana.
De aquel momento les quedaron algunos recuerdos en medio del dolor. Les entregaron la bandera, el sable y tiempo después llegó toda la indumentaria que usaba como miembro de la Fuerza Aérea.
Una carta, otra verdad
Al poco tiempo que el joven piloto murió, su madre expresó lo que sentía en una carta que tomó estado público a través de los medios de comunicación y que estaba dirigida al entonces presidente Néstor Kirchner, quien también por aquella época era el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
"La escribí de puño y letra. Lo hice para ver si el presidente se sensibilizaba respecto del 'ahorro' que hacía para las Fuerzas. Yo lo que quería era que hicieran algo y tomaran conciencia de lo que sucedía porque podía haber otros chicos que se podían matar", refirió sobre aquel texto.
Distintos medios repitieron esas palabras y cuando un periodista le preguntó si "alguien del gobierno" se comunicó alguna vez, la respuesta fue negativa. Casi como efecto dominó, al día siguiente volvió a sonar el teléfono.
Susana recuerda que fue lo que pasó después: "Era la secretaria de la ministra de Defensa, Nilda Garré, me explicó que según sus averiguaciones era un avión francés, y en la nube no pudo haber visto que estaba haciendo. Pero yo le dije que el motivo de la carta era que hubiera mayor presupuesto para la Fuerza Aérea porque se iban a seguir matando chicos. Me aseguró que iba a haber más presupuesto y que el presidente sabía de la carta."
Tras ello, nunca más se comunicaron. Mucho menos se pusieron en acción, que era el último objetivo de la familia de Marcos.
"Era un desmantelamiento lo que hacían en la Fuerza Aérea, pero después me entero que pasó en todas. En Tandil dejaron de volar todos los Mirage y después de lo de Marcos muchos chicos abandonaron y se fueron a aerolíneas privadas o a otro lado porque era muy peligroso y el sueldo era bajísimo", aseveró.
El joven sanfrancisqueño fue en parte víctima de esa desidia y desinversión que lleva décadas en el país y que no solo dejó muertes entre pilotos de aviones sino también desapariciones con los submarinistas del ARA San Juan en 2017.
"Lo del submarino no nos sorprendió porque aún existe desguace y hay aviones o submarinos que no están en condiciones. Eso no es por los militares, eso es una decisión política de todos los gobiernos que han pasado", arguyó Carlos.
Por esto, no pierde vigencia lo que su padre le dijo a Marcos cuando eligió ir a la Escuela de Aviación Militar: "No es una carrera fácil, le dijimos que no iba a estar bien económicamente porque es la realidad. Nosotros le decíamos si quería estudiar abogacía, pero los chicos hacen lo que quieren y nosotros intentamos respetar eso", replicó.
A su lado, Susana asiente y completa: "Yo le tenía mucho miedo al peligro. Yo siempre tuve miedo, cuando vinieron los compañeros en el sepelio iban contando lo que pasaba con los aviones, el desmantelamiento que había y cómo estaba todo deteriorado. Donde sacaban un elemento de un lado para ponérselo a otro. Pero todo eso recién lo conocí después de su fallecimiento porque él no me contaba tanto como a su papá. Pero nosotros no estamos disconformes con la Fuerza Aérea porque le dieron una excelente formación".
El recuerdo, la ausencia
Las voces se apagan, los ojos se pierden en el horizonte tanto de Susana como de Carlos y de repente vuelven en sí; a su papá se le quiebra la voz por primera vez en la charla cuando lo recuerda: "Marcos era un chico muy alegre y muy amigo de todos, tanto así que su cajón lo llevaron los chicos del secundario. Tenía su grupo de amigos del secundario y venía en las vacaciones. Fue al colegio Fasta Inmaculada Concepción.
Tenía grupos de amigos en todos lados, era extrovertido, divertido. Se proponía algo y lo lograba".
Respecto a su ausencia, Susana señaló: "Estamos pensándolo en todo momento, recordándolo, tenemos sus trajes, su ropa. A veces vamos a ver sus escritos, tenemos la habitación con sus marcos y sables. La pérdida de un hijo, no importa la profesión que tenga, es una pérdida que no se supera, nunca lo superamos".
Carlos y Susana tienen otros dos hijos: Gastón y Verónica. También dos nietas que suelen escribirle cartas a ese tío que no pudieron conocer: "Ellas saben que existió y que tuvo un accidente. Les decimos que cuando tengan que estudiar por ejemplo en las pruebas le pidan ayuda".
Cuando se los consulta sobre cómo esperarían verlo hoy, contaron: "Esperaríamos verlo casado, con hijos, feliz con lo que hiciera, sea en la Fuerza Aérea o en una aerolínea, pero le diríamos que estaríamos felices de tenerlo con nosotros".
El último encuentro
Marcos había estado en San Francisco en Pascua aquel año 2007, fue el último encuentro que tuvo con su familia. Antes había tenido otros accidentes de los que había logrado salir ileso y también por desperfectos en los aviones.
En aquella Semana Santa le dijo una gran verdad a su madre: "Contó algo que a mí me quedó muy grabado. Estaba parado con su mate y termo que tenía siempre bajo el brazo, esto siempre se lo recuerdo a él (señalando a Carlos) porque de la nada dijo 'mirá vieja' - él le decía así - la verdad no le puedo pedir más nada a la vida porque hice lo que quise y estoy feliz".
Al año de su muerte en la VI Brigada Aérea de Tandil le rindieron un homenaje, por eso una de sus calles internas lleva su nombre. Luego, en 2015, los aviones Mirage que estaban en la base dejaron de utilizarse para siempre. "Al menos ya no se van a matar más chicos", reflexionó su papá.
Ambos guardan una esquela que le obsequiaron al egresar en Mendoza antes de ir a Tandil, donde da cuenta de la vida de un piloto y su deber con la patria. Al final dice "si muero moriré solo". Las palabras se hicieron tristemente realidad. Sin embargo queda la sensación de que Marcos ahora es una estrella que sigue volando en la inmensidad del cielo, algo que lo apasionaba y a lo que dedicó su vida.