Agro
Leandro Dutruel explica cómo funciona la “fábrica biológica” de la vaca
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El médico veterinario detalla el rol del rumen, sus microorganismos y cómo mejorar su eficiencia natural para que tenga impacto en la producción.
El médico veterinario Leandro Dutruel (M.P. 3816) explica una de las partes más importantes de la vaca: el rumen, un órgano clave del sistema digestivo que define la eficiencia productiva del animal y, en consecuencia, del campo argentino. Dutruel lo describe como “una fábrica biológica” donde actúan bacterias, hongos y protozoos que permiten fermentar y aprovechar fibras que de otro modo serían indigeribles.
El profesional recuerda que la vaca no tiene un solo estómago sino cuatro compartimentos: rumen, retículo, omaso y abomaso. Dentro de ellos, el rumen es el corazón del sistema: “Un tanque de 150 litros, oscuro, húmedo y a 37 grados, donde se realiza el 70% de la digestión”. Allí, los microorganismos transforman el pasto en ácidos grasos volátiles, la principal fuente de energía del bovino, además de permitir la rumia y la regurgitación.
El retículo funciona como filtro y sensor; el omaso deshidrata y absorbe minerales; y el abomaso -el “estómago verdadero”- digiere proteínas con ácido clorhídrico y enzimas. Dutruel destaca que “todo lo que muere en el rumen, como bacterias o protozoos, se transforma luego en proteína disponible para el animal”.
Dentro del rumen habita una enorme “cooperativa de microorganismos” que trabaja sin descanso. El 95% son bacterias, entre ellas las celulolíticas, amilolíticas, proteolíticas y productoras de metano. También conviven hongos que reducen oxígeno y protozoos que controlan la fermentación. “Es un ecosistema vivo”, resume Dutruel, donde cada especie cumple una función esencial.
El equilibrio del rumen depende de su pH, que debe mantenerse entre 6 y 6,8. Un descenso provoca acidosis, un proceso en el que mueren bacterias celulolíticas, aumentan las amilolíticas y se genera un círculo vicioso de más acidez y menos rumia. El veterinario compara esta sensación con “la acidez después de un asado”, pero aclara que en la vaca puede derivar en inflamación, caída de producción e incluso muerte. También advierte que un pH demasiado alto indica dietas desbalanceadas y exceso de proteína.
Para sostener la salud ruminal, Dutruel propone acompañar naturalmente al sistema a través de probióticos, que estabilizan la fermentación y consumen ácido láctico, evitando la caída del pH. “Son como sumar buenos empleados a la cooperativa”, explica. Estos probióticos generan más propionato, mejoran la eficiencia de conversión, reducen fluctuaciones de consumo y disminuyen problemas como laminitis.
A diferencia de antibióticos como la monensina —que “mata bacterias buenas” y desbalancea el ecosistema—, los probióticos conviven con la flora ruminal y potencian su acción. “No desplazan, suman”, sostiene el veterinario. Además, funcionan incluso con dificultades climáticas o logísticas, porque se reproducen dentro del rumen y mantienen la estabilidad del sistema.
Dutruel subraya que este enfoque natural es clave en un contexto de cambio de paradigma, con nuevas oportunidades para exportar carne a Estados Unidos y la necesidad de producir animales más pesados y eficientes. “Hay que ayudar a esta fábrica biológica que nos da de comer”, afirma, destacando que todo lo que se introduce en la vaca luego llega al consumidor.
El mensaje final del veterinario es claro: “Un rumen contento nos pone a todos contentos”. Su funcionamiento define la salud, la producción y la sostenibilidad del sistema ganadero.
