Las denuncias por abuso sexual infantil en la iglesia involucraron por primera vez a cuatro monjas

Hasta hace un año, la monja Viviana Fleitas, de San Lorenzo, en Santa Fe, era la única mujer denunciada públicamente por abuso de menores. Ahora se sumaron más religiosas involucradas.
Con los procesamientos a las monjas Kumiko Kosaka y la madre superiora Asunción Martínez -ambas involucradas en el caso del Instituto Próvolo de Mendoza- por primera vez la lista de miembros de la Iglesia Católica acusados de pedofilia alcanzó en 2017 a cuatro mujeres.
Hasta el 29 de diciembre de 2016, la monja Viviana Fleitas, de San Lorenzo, en Santa Fe, era la única mujer denunciada públicamente por abuso de menores, pero ese jueves, hace casi un año, la justicia ordenó detener a Alicia Pacheco, a quien otra ex monja, María Gracia Ramia Damario, acusó de haberla abusado cuando tenía 13 años.
Pacheco, la "hermana Micaela", se convirtió así en la primera monja del país en ser investigada por supuestos abuso de menores.
Damario no sólo contó los ultrajes a los que -según su relato- había sido sometida, dijo también que la madre superiora y otros dos sacerdotes sabían lo que ocurría dentro de la congregación Discípulos de Jesús de San Juan Bautista, en Salta, porque ella misma se los había contado.
Pacheco fue trasladada primero a Cachi y luego al sur del país, hasta que finalmente fue detenida en Tartagal.
Nueve días antes, la justicia había ordenado detener al titular de la congregación, el cura Agustín Rosa, también por posible abuso contra menores.
De acuerdo a un relevamiento de Télam, desde que el caso Grassi estalló en 2002, 70 miembros de la Iglesia fueron involucrados en casos de pedofilia, de los cuales tres se conocieron en el último año y sólo cuatro son mujeres.
Pero de esa lista de monjas denunciadas por posibles abusos, quizás el caso de Kumiko Kosaka sea el que más aportó para colocar a las mujeres de la Iglesia Católica en los escándalos por pedofilia.
"Kumiko era la que golpeaba, la que probaba a los chicos para entregárselos a los curas", cuenta desde Mendoza Marcela Orellana, mamá de una de las víctimas del caso Próvolo, que en un año de investigación lleva 15 imputados y 7 detenidos con prisión preventiva.
Japonesa, de 42 años, Kumiko está acusada del delito de `participación y complicidad en los abusos´, y después de estar un mes prófuga, se entregó en mayo pero su paso por la cárcel de mujeres duró poco, ya que en septiembre fue beneficiada con la prisión domiciliaria.
La madre superiora Asunción Martínez es la segunda mujer imputada en la causa del Próvolo por el fiscal Gustavo Stroppiana "por omisión en los hechos de una de las víctimas" y permanece en libertad bajo fianza.
Alumnos sordomudos víctimas en el caso Próvolo contaron que Kumiko sabía y participaba de los abusos sexuales y manoseaba a las niñas cuando se duchaban en el baño.
El abogado querellante Sergio Salinas informó hoy a Télam que "hasta el momento la iglesia no se ha pronunciado ni ha aportado nada a la investigación y el Estado está empezando recién ahora a ayudar a las víctimas". Se estima que recién el 4 de mayo la causa podría ser elevada a juicio.
"En todo este año no hemos tenido ni una sola respuesta satisfactoria por parte de la Iglesia, el Papa jamás se ha pronunciado acerca de lo que pasó en el Próvolo", se queja Orellana.
"Raza de Víboras" fue el nombre que Sandra Migliore eligió como título para el libro en el que relata los abusos a los que -de acuerdo a su testimonio- la monja Viviana Fleitas la sometió cuando tenía 16 años.
Sandra, quien por entonces era novicia, los pudo contar treinta años después cuando decidió publicar su historia en diciembre de 2014 y así, por primera vez, una monja aparecía involucrada en un posible caso de pedofilia.
Tras el escándalo, Fleitas, miembro de la orden Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey quien trabajaba en un colegio de San Lorenzo, a 30 kilómetro de Rosario, huyó a Venezuela junto con la madre superiora de la congregación.
En diálogo con Télam, Fleitas relató que pudo contar lo ocurrido dentro de la propia congregación y que incluso viajó desde Roma la madre superiora para escuchar su testimonio, pero la investigación eclesiástica quedó en la nada.
"Para mí el libro fue una sanación. Hoy soy una persona feliz, pero me quedó ese hueco. Todo esto me produjo una crisis muy fuerte de fe que ni me preocupo en reconstruir. Ya no espero nada de la Iglesia ni del Papa", dice Migliore desde Córdoba donde se radicó luego que dejó la congregación.
Sandra desistió de iniciar un juicio por abuso, pero sigue adelante la demanda que presentó contra las monjas por quedarse con los aportes de su trabajo como maestra. (Télam)