Las costureras del ballet de la tradición
Con 41 años de historia, el Ballet Patria atesora un verdadero "museo" de trajes de baile. Cuando se abren las puertas del placar, un trabajo de esfuerzo y creatividad sale a la luz, el de las madres del elenco municipal que ponen sus manos al servicio de las costumbres argentinas y de la pasión de sus hijos.
El vestuario de un artista es como ese lenguaje no hablado. Para un bailarín de folclore o de tango es mucho más que un concepto puramente estético, es otro canal de expresión para mantener viva la tradición.
En dos habitaciones de un viejo edificio lindante al Palacio Tampieri, que ocupa la Dirección de Cultura, cuatro décadas de historia permanecen cuidadosamente guardadas, como un tesoro.
Más de 200 trajes folclóricos y algunos tangueros apretujados, empujan por salir a bailar chacareras, gatos y escondidos o también una cruzada o un molinete quebrado.
Camisas, faldas, pollerines, vestidos, bombachas de gaucho, sacos y pantalones. También hay 20 pares de zapatos de baile rojos, 20 negros de damas, 10 pares de botas profesionales cortas y otras tantas largas. Ponchos, pañuelos, apliques de ropa, fajas, cinturones se mezclan con accesorios para el cabello como peinetas, flores y tocados. Todo en óptimas condiciones para que 10 bailarinas y 10 bailarines salgan a escena a honrar las costumbres argentinas.
"Son muchos años de esfuerzo, de anécdotas, de historia escrita a través de la danza. Es el tesoro más vivo que tiene el Ballet Patria", expresó el asistente de dirección y vestuarista de elenco, Soraya Molina, quien junto al director José Bollea, coordinan el Ballet Patria.
Pensar cada traje del Ballet es una búsqueda constante de información para Molina. "Cada uno tiene un significado. Elegir un color, un detalle, un aplique tiene que responder a la historia que se baila", contó a LA VOZ DE SAN JUSTO.
Un vestido blanco que es un lienzo puro para el 9 de Julio; los lunares que nos retrotraen a la década del '70 y trajes típicos del tango proponen un viaje a esas expresiones artísticas que nunca mueren.
Las costureras del Ballet Patria posan con los trajes
Tiempos difíciles
En la actualidad, con el presupuesto municipal destinado al Ballet Patria, se cubren los sueldos de los docentes, las capacitaciones, gastos extras y también la adquisición y mantenimiento del vestuario.
Un par de cancanes arranca desde los $200, los zapatos de dama valen alrededor de $4.000 y las botas de hombres llegan a valer $6.000. "Es fundamental que todos los bailarines tengan zapatos y botas del mismo tipo de cuero y color y que los trajes sean idénticos", detalló Molina para dar cuenta del enorme esfuerzo para nunca dejar de bailar.
Por ejemplo, un vestido lleva entre 12 y 15 metros de tela mientras que un traje de hombre, 6 metros.
Ante los elevados precios, "reciclar" los trajes usados es la alternativa que encontraron para lucirse en cada actuación. "Hoy cuesta mucho hacer un vestido de cero, con tela y apliques nuevos. Por eso, hay vestidos y trajes que se renuevan o reciclan y ahí se pone en juego la creatividad de las costureras", dijo Molina.
Hay tres fechas clave en las que el ballet tiene que estrenar "pilcha": la celebración del 25 de Mayo, las Galas del 9 de Julio y el Festival del Humor, la Buena Mesa y la Canción. "La noche del festival es la más difícil para nosotros, porque se propone una especie de show y es mayor la producción que se realiza", explicó.
Marina Reboyras junto al vestido y el traje de hombre que hizo para el elenco que viajó a México en 1993
Madres y costureras
Cada puntada, zurcida y bordado no sería posible si Soraya no estuviera acompañada de un "regimiento" de costureras que cumplen con cada deseo y desafío que ella les propone. Marina Reboyras, Fabiana Ávila, Marcela De Maggi y Adriana Cagliero "son las verdaderas creadoras de todo, nuestras modistas, las que hacen el trabajo de lo que se ve en el escenario", indicó agradecida Molina.
Estas costureras cobran por las horas de trabajo, pero el rédito económico es casi simbólico si se tiene en cuenta el tiempo y la dedicación que demanda cada pieza de vestuario. Pero a ellas las moviliza algo mucho más importante que el dinero: confeccionar aquello que sus hijos vestirán cuando suban al escenario para despertar su orgullo y emoción hasta las lágrimas.
"Mi hija Tamara es bailarina y hace cinco años Soraya me propuso coser para los chicos. No podía decirle que no a esto que apasiona tanto a mi hija", señaló Fabiana Ávila.
"Mis tres hijos bailan en el Ballet y es un honor poder vestirlos para que representen nuestra música", aportó Adriana Cagliero, otra de las costureras.
"Ver arriba del escenario el traje que confeccionamos, acompañando a un bailarín que está dando lo mejor, es muy emocionante", comentó Marcela De Maggi.
No todo queda en cortar tela y coser. Fabiana además es la encargada de lavar todos los trajes de los bailarines después de cada show y de blanquearlas. También es quien los plancha. "Es un trabajo arduo. Imaginate el patio de tu casa repleto de vestidos, camisas, bombachas de gaucho y chalecos. ¡Es una locura! pero verlos ahí, tendidos, me emociona hasta las lágrimas porque sé que cada traje brilló con un bailarín en el escenario", reflexionó la mujer.
"Los trajes demandan muchas horas de trabajo y dedicación, pero no cobrás lo que valen porque son nuestros hijos y nietos los que bailan y hay un sentimiento de por medio", afirmó Cagliero.
El coordinador del Ballet, José
Bollea, y la encargada de vestuario, Soraya Molina
A la hora de las presentaciones, todas están detrás de bambalinas con hilo, aguja y tijera por si un imprevisto sucede y antes, se realiza la prueba de vestuario. "Hemos vividos situaciones muy locas pero que hoy son anécdotas. En una oportunidad a una bailarina se le rompió el cierre por completo y no quedó otra que usar una engrapadora", recordó De Maggi cómo salieron del apuro.
Entre almidón y puntillas
Marina Reboyras es las más antigua de la camada de costuraras y hace algunos trabajos particulares. Ella fue la artífice de los trajes de la dirección anterior del Ballet Patria, a cargo de los coordinadores José Alberto Carballo y Cristina Escudero. "Ella es parte de la historia del Ballet, es quien vistió a José y a mí cuando todavía éramos bailarines", rememoró Molina.
"Empecé en los años 90 a crear los trajes que me pedían por mi amistad con los directores de aquél entonces y nunca dejé", contó Reboyras.
Las telas que hoy se usan no son iguales a las del pasado. "Antes eran de algodón, que se arrugaban muchísimo, pero no podíamos usar otros géneros porque en las presentaciones los jurados juzgaban los trajes y eran muy minuciosos. También había que almidonar los pollerines y planchar cuidadosamente cada prenda", añadió.
La mayor hazaña de esta mujer de 67 años fue la confección de todo el vestuario -femenino y masculino- para la presentación del Ballet Patria en su gira por México en 1993. Todo este vestuario está guardado celosamente en canastos de mimbre, pero esta nota volvió a reunirlos con su creadora. "Pasé noches sin dormir, horas sin comer porque tenía que hacer 10 vestidos de baile, 10 trajes de gala de mujer y de hombre, y los de gaucho. Fue realmente una locura", recordó Reboyras.
Tras esta nota, los vestidos y accesorios volvieron a sus placares, las puertas se cerraron y allí esperarán hasta el próximo evento, una nueva cita que los saque a bailar.