Lapa, 20 años después: el recuerdo de Marcelo Elitropio
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La familia de Marcelo Elitropio no se recupera. Al dolor enorme de la pérdida de un hijo se suma la no justicia. Tenía 31 años y muchos sueños por cumplir, pero murió envuelto en las llamas que quemaron la aeronave que nunca despegó desde Aeroparque a Córdoba. Su mamá recordó cómo fueron las últimas horas, la última foto, la última llamada de este visitador médico de nuestra ciudad que estuvo entre las 65 víctimas. Encontró la muerte en aquello que disfrutaba. "Lo que más le gustaba era cuando el avión levantaba vuelo, después de carretear por la pista".
Por Cecilia Castagno
"Lo que más le gustaba a Chelo era cuando el avión levantaba vuelo, después de carretear por la pista". Pero ese martes, el vuelo no pudo completar el despegue, cruzó la Avenida Costanera porteña y a las 20.54 se estrelló en un terraplén y una casilla de gas del complejo Costa Salguero, con un saldo de 65 muertos y decenas de heridos.
El sanfrancisqueño Marcelo Elitropio fue uno de los fallecidos en el suceso del avión de Lapa del 31 de agosto de 1999. Murió en el acto. Era joven, 31 años, y venía de participar junto a colegas de un congreso organizado por el laboratorio para el que trabajaba como visitador médico, de avanzar un paso más en la carrera profesional que había alcanzado y por la que resignó una de sus mayores pasiones, el fútbol.
Este domingo seguramente estaría alentando al River de sus amores ante un nuevo Superclásico. O estaría rodeado de hijos, porque "era muy familiero y sería un esposo y un gran padre". Así lo quiere recordar su mamá Noemí, que a 20 años, lo sigue esperando, como aquel llamado que su hijo le prometió pero nunca pudo hacer cuando llegara a Córdoba.
En el vuelo iban 100 personas, la mayoría, cordobeses. Por la tragedia nadie fue preso. La Corte Suprema, en 2014, determinó que la causa prescribió.
"No hubo justicia", aseguró la mujer aferrada a la última foto que se tomó su hijo antes de subir al avión y que conserva en un portarretrato en el modular del living.
"Es muy triste que no haya condena. No devuelve nada, pero quizá se evitan otras tragedias, que a otros les pase", dejó ver su decepción porque junto a familiares de otras víctimas la pelearon. Responsabilizan a la empresa y a los organismos del Estado, en ese momento, la Fuerza Aérea, que debía controlar.
"Jamás podría imaginar que ese sería su final, su muerte. Ni siquiera era la aerolínea que Marcelo debía tomar, lo hizo porque y no habían pasajes en Aerolíneas Argentinas". Aunque las palabras de Noemí hagan percibir cierta atribución al destino o la fatalidad la pérdida de Marcelo, está convencida de que hubo culpables con nombre y apellido, y negligencia. Que lo de Lapa se podría haber evitado.
La última charla
"Vieja, cuando llegue te hablo", fue lo último que le dijo Chelo al llamarla desde Buenos Aires después de un almuerzo con sus compañeros de carrera que lo había recargado de entusiasmo para emprender un regreso con una carpeta llena de proyectos.
La llamada fue al teléfono fijo de la casa de Urquiza al 100, porque para la época, tener uno de esos celulares startac que hacían su aparición era un lujo que no podía darse la clase media. Aún sin esa facilidad, no pasaba ni un solo día en que Marcelo no se comunicara con sus padres desde Córdoba, donde vivía en un departamento junto a su hermana.

La última foto. El último almuerzo con colegas. Marcelo, tercero de izquierda a derecha.
Además de visitador médico, se había recibido de profesor en el Instituto Provincial de Educación Física (Ipef). Tenía el cuerpo y la destreza de quien hace deportes. Por eso, Noemí todavía no se resigna aceptar que toda esa preparación no lo ayudó a sobrevivir, a escapar del Boeing 737 en llamas.
"Con la agilidad adquirida como jugador de fútbol pensé que tal vez iba a poder salir y salvarse", manifestó. Elitropio jugó en equipos de Córdoba y Alta Gracia, luego de pasar por las filas de Sportivo Belgrano.
El primero que reconocieron
El cuerpo de Marcelo fue el primero de la lista de víctimas en ser reconocido por los familiares y entregado. Su cuñado viajó hasta la Capital para hacer ese duro trámite.
"Había ido a la casa de uno de mis hijos que vive en San Francisco para llevarle unos medicamentos para mis nietos. De repente se cruza una vecina a la que conocía y me cuenta que en la televisión estaban diciendo que un avión había tenido un accidente y se estaba prendiendo fuego. Ahí no reaccioné", recordó Noemí, que a esa altura no sabía que el menor de sus cuatro hijos venía justo en esa avión.
Cuando llegó a su casa, su hija le dio la peor noticia y esa misma noche, el hogar de los Elitropio se volvió un velorio.
Pasaron dos décadas y "lo nombro, lo pienso como si viviera. Lo llamo por su nombre, él está presente todo el tiempo", confesó Noemí al borde del llanto por hurgar en una herida que no sana.

A Chelo le gustaba la vida al aire libre, disfrutar de la naturaleza
"Marcelo era un ser alegre, le gustaba cantar y reía mucho", se recompone, y una mueca de nostalgia desplaza las primeras lágrimas. Es como si lo tuviera enfrente, pero con 20 años más. "Lo imagino como un padre de familia, esposo, con muchos hijos. Estaba de novio. Era muy familiero. Le gustaban mucho los niños, disfrutaba de sus sobrinos".
También lo supone como "un hombre apasionado del fútbol". Sin embargo, esa pasión no le ganó a la vocación profesional. "Un vez lo llamaron para probarse en un cuadro de la Primera División y no accedió, porque él decía que 'un título es todo'".

Marcelo en un cumpleaños familiar. Adoraba a sus sobrinos
"Se pudo haber evitado"
"Se pudo haber evitado". ¿Realmente se pudo evitar? Noemí sostiene que sí. "Ese avión fallaba desde hacía unos días. Un conocido de la familia había viajado poco tiempo antes del desastre en la misma nave y nos contó que cuando quiso bajarse, no pudo quitarse el cinturón de seguridad porque estaba oxidado. Ese avión estaba en descarte, lo sacaron del hangar".
El del vuelo 3142 de la ya desaparecida Líneas Aéreas Privadas Argentinas fue el accidente aéreo más grave sucedido en Buenos Aires. Por una falla humana y una cadena de desidias y corrupción, la nave carreteó a unos 250 kilómetros por hora y levantó su trompa, pero cayó pesadamente, cruzó descontrolada la avenida hasta que detuvo su marcha cuando se estrelló, a metros del Aeroparque Jorge Newbery, instalando la conmoción entre los gritos, el humo negro, pedazos de metal, butacas por el piso y el trabajo de los rescatistas.

Retrato familiar. Los Elitropio, durante unas vacaciones, cuando la vida todavía no los había golpeado con la partida de dos de los cuatro hijos
Dolor sin fin
"Todavía creo que se va a abrir la puerta de casa y Marcelo va a pasar por allí". Noemí no deja de extrañarlo, de pensarlo. "Creo que el destino siempre está escrito y marcado para cada uno. Perder un hijo es como que te arranquen parte de tu cuerpo", evocó sobre esa irreparable pérdida que vivió dos veces.
Antecedente. El accidente de Lapa es el segundo más importante en la historia de la aviación argentina, detrás del ocurrido el 10 de octubre de 1997, cuando un DC9 de Austral que había salido de Posadas (Misiones) cayó cerca de Fray Bentos, Uruguay, y murieron sus 74 ocupantes.
