"Lala" Boscarol: la mujer más allá del arte

La artista plástica trasciende los cuadros y sus pinturas de ojos. A través de ellos, ve el mundo y nos muestra el suyo para conocerla en su faceta como mamá, compañera y luchadora de la vida.
Por Stefania Musso / LVSJ
María Laura Boscarol, más conocidas por todos como "Lala", es algo más que una
gran artista. En esta oportunidad, Voz Mujer se "metió" detrás de los ojos que
ella siempre pinta para conocer y navegar por su vida íntima y sus diferentes
facetas.
La "Lala" que todos conocemos es una luchadora de la vida. Su hija Martina de 24 años, nació con Síndrome de Aicardi, una enfermedad poco frecuente del desarrollo del sistema nervioso que afecta de forma casi exclusiva a mujeres y Martula, como la llama la familia, era una de los 300 niños que habían nacido con esa patología en el mundo.
A pesar de los pronósticos, la fuerza de esta niña, de su madre y de la gran familia que son, siguen celebrando la vida.
- ¿Cuántos años de tu vida dedicados al arte?
Podría mostrarte mis cuadernos de jardín de infantes y asegurar que llevo arte en las venas desde siempre.
No hace muchos años mi mamá me trajo las carpetas de aquellos primeros pasos y digamos que era una chiquita detallista a la máxima potencia, que pintaba casas rojas y qué si se me permite analizar ya tenía muy marcada la artista que soy hoy, sin darme cuenta por entonces, obviamente. Cuando me fui a estudiar a la ciudad de Córdoba, me compré mis primeros óleos que los guardo como un tesoro al igual que el primer pincel, que esta medio despelucado y lo tengo desde mi primer año de secundaria.
Así que desde los 17 la plata que podía ahorrar terminaba siendo para pinturas, cartulinas y lápices de colores.
Recuerdo que regalaba mis cartulinas como si fueran un gran tesoro para cumpleaños y festividades, sólo tenía eso. Así que por ahí andarán dando vuelta mis primeros pasos como artista.
Volviendo a mis primeros óleos y mi pincel colorado puedo asegurar que me aferro a todo aquello que me marcó el camino, ya no juzgo si está bien o mal, me dejo llevar y tenerlos cerca me hace feliz. El 2000 fue un año bisagra, pusimos una artística con mi esposo y rodeada de tanto material y de personas que me pedían que les enseñara, tomé el desafío de hacer arte en compañía, a partir de ese momento no paré. En el camino me encontré con tantas perdonas fantásticas que hicieron de mi vida una experiencia maravillosa. En el proceso, perdí alumnas que me sostienen desde el cielo, gané amigos, fui casamientos y vi reproducirse a la familia del taller en varias ocasiones.
- ¿Cómo es trabajar con niños?
Con los niños me pasa algo casi mágico, me llenan el alma y sanan mi mente con su ingenuidad y ocurrencias. Tuve pocas experiencias complicadas o que me dejaran un sabor amargo.
Pasamos por fiestas de 15, soy madrina de una ex alumna, a la que adoro, mi More. Llegué a necesitar tenerlos cerca. Muchos podrían ser artistas reconocidos porque tienen potencial para todos los tipos de arte. Yo sólo trato de guiarlos a pasarla bien dos horas a la semana y reírme a carcajadas cada vez que me dicen algo en su idioma infantilmente "fantabuloso".
- Con esta pandemia, ¿Cómo fueron estos meses sin los niños en el taller?
¡Qué año este 2020! Intermitentemente tuvimos clase según protocolo y cuidados, pero no fue consecuente y los extraño horrores.
Este año a mí me pasó de todo, arranqué la "primera" cuarentena con dengue, usen repelente por favor por lo que decidimos poner manos a la obra para hermosear la casa y de a poco ir terminando lo que pudiéramos, sigue en proceso.
Un miércoles Ale (su marido) se cayó del techo, esto de hacernos los electricistas, albañiles y plomeros, nos llevó corriendo al hospital. Se quebró una vértebra cervical. Cuello ortopédico por tres meses. Y para completarla yo me caí de la escalera de casa hace casi dos meses, lo que me llevó al quirófano y acá estoy recuperándome. No fue un año fácil en lo personal.
El fallecimiento de amigos pegó duro, esta pandemia hizo estragos en alma, corazón y vida, pero sin entrar en comparaciones el nacimiento de algunos niños muy cercanos, muy deseados y amados nos trajo una sonrisa aparejada y la esperanza renovada de que hay que seguir porque nos merecemos un mundo mejor, una sociedad más empática, nos merecemos muchos días de sol y los mimos de los perros.
La falta de contacto no fue lo que más me molestó, porque no soy muy salidora. Prefiero las reuniones con amigos queridos, mates para hacer catarsis y mis pinturas nocturnas, cuando hay silencio así pongo música y me dejo llevar.
- ¿Cómo te reinventaste?
Con una mano en el corazón vivo en una contaste reinvención, me aburro si no es así. En lo creativo, en nuevas técnicas, en aprender a pintar sobre diferentes soportes y probar. Tengo la cabeza repleta de nuevas muestras y voy fluctuando entre ellas hasta que me avisen que están listas para salir al ruedo.
Para mí pintar es jugar, es seguir siendo niña, es no crecer y eso es lo mejor de todo, si por mí fuera la vida se centraría en una hamaca casi hasta tocar ese azul cielo que nos contempla.
Ese sentimiento de poder experimentar todo el tiempo es lo mejor de mi profesión.
- Todos tus hijos son una bendición, pero Martina que es tu primera hija, vino a tu vida a darte algo más que lecciones...
La pequeña Martina, "Martula" como le decimos, está vieja ya, muy pronto va a cumplir 24 milagrosos años.
Me emociona hablar de ella, no es algo que haga tan fácilmente. Es mi ídola, mi sostén y la más clara certeza de que tan mal no hice las cosas.
Ella tenía 6 meses de gestación cuando supimos que tenía un problema neurológico. No había desarrollado el cuerpo calloso y tenía hiperdesarrollados los ventrículos cerebrales.
Primero me enojé, porque le tocaba a ella que había sido tan deseada y esperada, después me calmé y seguimos adelante.
El libro "El Ángel de los chicos" de Víctor Sueiro nos ayudó tanto a pasar por esos momentos de incertidumbre.
Llegó al mundo a las 16:45 del Día de Reyes, hermosa, entera, por supuesto le conté los dedos y se la llevaron al neonatológico más cercano para hacerle mil estudios.
Todo siguió siendo un misterio, hasta que dimos con un neuropediatra que le diagnosticó Síndrome de Aicardi, en ese momento sólo 300 niñas en el mundo lo padecían y a Martu le tocó ser una de ellas.
Me enseñó y me enseña todo, a vivir, a ser testigo de milagros cotidianos, a darme fuerza, a disfrutar con las pequeñas maravillas. Una sonrisa era el cielo, un llanto tocar la luna, una respuesta a un estímulo la gloria.
La estadística nos jugaba en contra, pero hace casi 10 años vencimos pronósticos. No digo que no la pasó mal, sus convulsiones de todo tipo. No digo que el miedo no se apoderó de nosotros muchas veces.
No me invento realidades paralelas, pero sí disfruto el presente y está acá con nosotros, riéndose a carcajadas sobre todo si suenan Los Palmeras o algún cuartetazo.
Está acá y es feliz, y estoy segura que sumamente consciente de sus limitaciones, pero se aferró tanto a la vida que es imposible no decir que es un ejemplo de lucha. Martina significa la combativa y sí que lo es.
-¿El arte es un empuje para tu niña Martula?
El arte es un empuje para mis tres hijos porque yo trato que los tres sean únicos, sean pata en la rueda, como toda madre pasamos del amor a las peleas sin previo aviso.
Son mi todo, son tan distintos los tres, tienen diferentes opiniones, miran la vida desde tres perspectivas completamente distintas.
Los amo con abrazos de mamitis, con el choque de manos, con esas sonrisas cómplices y también con enojos y rebeldías, pero sobre todo con ese llanto de orgullo que me ocupa por completa cuando los veo concretar sueños y ese otro de dolor cuando algo les duele o molesta. No soy perfecta, soy simplemente madre. Y creo que ser madre es una labor cotidiana.
- ¿Qué pensás de la inclusión?
La inclusión, todo un tema, no hay inclusión propiamente dicha. Aún somos una sociedad en proceso de autonomía y de aceptación para con el otro.
Nosotros, por ejemplo, no podemos tener una obra social paga por ser papás de Martu.
Las miradas se siguen clavando a nuestras espaldas cuando vamos con ella, algunas para bien, ojo, no todos actúan de manera despectiva, pero sí hacen diferencia.
La silla de ruedas es un indicador de discapacidad y no todos pueden con eso, y está bien, no somos todos iguales. Sin ánimo de vanidad ella nació en esta familia porque sabía que iba a ser aceptada y amada sin miramientos. Si se manda un moco la retamos al igual que sus hermanos. Y por momentos tiene un carácter espantoso y te saca, te echa. En esta casa todos tenemos carácter.
- ¿El arte incluye?
Logra inclusión más libremente y sin tantos tapujos, será que los artistas, en todos las categorías, somos naturalmente distintos y si logramos aceptarnos entre nosotros podemos asumir más fácil las diferencias, por eso hay más que inclusión, hay una especie de equidad en el arte que no hay en otros ámbitos.
- ¿El mundo está preparado para ser de todos?
El mundo es de todos, pero algunos todavía no se dieron cuenta y lo quieren sólo para ellos. Nosotros, los seres humanos somos un tanto egoístas y nos cuesta compartir, nos cuesta ser solidarios, aunque se cuelguen banderas que hagan pensar lo contrario.
- También están Candela y Lautaro, mamá por tres....
Desde muy joven quise ser madre, era mi deseo más preciado. Quería tener ocho hijos, llegaron sólo tres, pero valen por todos los que quería de chica.
Cande me dio lo más dulce de la maternidad, decirme mamá, caminar, defender a su hermana cuando los terapeutas le exigían y ella se quejaba, cuando se aprendió "Pata chucha fe a la feia", cuando se hizo llenar la cabeza de hebillitas y ahora ni te cuento que está a punto, a días de recibirse de maestra de nivel inicial.
Orgullosa me siento de ser su mamá, me enseña en las buenas y en las malas. Madre e hija una combinación explosiva por momentos. Pero su dedicación y su empeño son absolutamente gratificantes para mí corazón.
Lautaro llegó para romper todas las reglas, seimesino quería salir a toda costa, no nos dio tregua y sigue así, pasa de ser profe de surf, a barman, a ayudante de albañil sin prisa, pero sin pausa. Ahora se inscribió en la carrera de Arquitectura, ¿Podrá él cumplir con mi deseo? Ojalá, yo estoy para darle una mano siempre. Es osado, rebelde, contestatario, muy a la madre pobre.
Para mí ser su mamá es el premio mayor. Ellos tres son la vida misma.
Tengo que admitir que todo lo anterior hubiese sido posible si Ale, mi chico desde hace 26 años no me hubiera llevado de la mano para alcanzar mis metas tanto artísticas como maternales. Es un ejemplo de padre y compañero, su apoyo incondicional hizo todo más fácil.
- ¿El arte es tu modo de vida, pero también de escape?
El arte es todo lo que se te ocurra para mí, mi modo de vida, mi pasión, el motivo de levantarme cada mañana, mi terapia, mi escape, mi reflejo, el juego del que jamás me aburro porque puedo inventar personajes y hacerlos vivir fantasías inigualables.
Es exactamente eso que me permito ser cuando quiero volar, cuando la realidad agobia, cuando el miedo se aferra a tu mano, es la salvación a la locura y es la locura misma vestida de imágenes que aparecen en sueños, por eso siempre tengo un cuaderno en la mesita de luz.
- ¿Qué sueños tenés con el arte?
¡Todos! Ojalá pudiéramos admirar el trabajo del colega sin sentir que es una competencia, cada uno lo asume y lo lleva a cabo desde su yo y eso es el valor agregado de ser artista.
Por otro lado, me gustaría exponer en Nueva York si tengo que nombrar un sueño en concreto. Me parece que es una ciudad donde se respira arte y se lo respeta, bueno después de todo los más grandes anduvieron por ahí y les fue bien.
- Si bien sos una artista completa, siempre pintás ojos. ¿Cuál es el motivo?
Pinto de todo pero sí, los ojos se cuelan por todas partes. Creo en el poder de la mirada como hipnotizadora, como sanadora, y también como una agresión de la más pura calidad.
Los ojos difícilmente puedan mentir. Son tan irresponsables que no pueden fingir nada, no son diplomáticamente correctos podría decir y eso me gusta.
Yo soy de mirar y de expresar al mismo tiempo, pero si por algún motivo callo, mis ojos te van decir todo aunque permanezca con la boca cerrada.
Tuve muchas devoluciones por "Mil Ojos", mi muestra, a algunos los hacía sentir observados y eso les molestaba. Otros se enfrentaban a esas miradas penetrantes, desafiantes.
Yo necesité mirar muy dentro de mí para pintar ojos, posiblemente ese sea el mensaje: qué es lo que siento cuando me miran, qué siento cuando me dejo mirar... porque pueden verme, pero no observarme.
Yo quiero que nos miremos sin reproches, sin juzgarnos, sin prejuicios. Ejercitar la humildad, diría mi amigo Milo Lockett, no podía no nombrarlo charlando con vos. Y mirar así, sin pretender decir con los ojos algo que no es, debe ser la humildad en práctica constante.
Los ojos transmiten todo lo que quieran percibir. Cada uno es libre de sentir lo que sea, ahí está el feedback real de la obra. Ahora sólo resta pensar que querrán transmitir las flores que hace casi 700 días estoy trabajando, pero eso llegará después.
- Por último, ¿Quién es "Lala" Boscarol?
El nombre en mi documento dice que me llamo María Laura Boscarol. María para agradecer a la Virgen mi llegada (soy adoptada y mis padres lucharon mucho para tenerme) y Laura porque así se llamaba la hija de unos amigos muy queridos.
Lo eligieron mis papás hace 46 años, pero yo prefiero ser "Lala" para todo el mundo, que es la manera en que me llamaba mi prima, Jorgelina, porque mi nombre completo no le salía.
Dejé de ser "Lala" en lo institucional durante un buen tiempo, pero para mi gente querida soy naturalmente Lala, excepto para mi mamá que cuando se enoja conmigo me dice María y yo ya me agarro la cabeza.
Soy artista plástica, con una enorme vocación para la docencia, enseñar arte y manualidades es mi cable a tierra, cosa de la que me di cuenta con los años.
Quise ser arquitecta, épocas económicamente complicadas no me lo permitieron y mis tests vocacionales me llevaron a estudiar Licenciatura en Trabajo Social, carrera que amo hasta lo más profundo de mi ser.
No terminé en su momento y hace unos años retomé, ya nada era igual a mi época de estudiante y peco de ultra exigente y no me conformo con un 6, terminó siendo un dolor de cabeza. Posiblemente la etapa de Facu ya pasó, o al menos por el momento, amo estudiar y leer, siempre quise saber más de lo necesario, soy sumamente curiosa supongo.
Gracias por esta sesión terapéutica y por permitirme mostrar cosas de mí que no todos conocen.
Que este 2020 termine sin perder la esperanza de que vienen tiempos mejores y que en cada uno de nosotros está la herramienta para lograrlo.