La política fuera de foco
Mientras los problemas acuciantes de una crisis que parece no tener fondo continúan, la política nacional se halla enfrascada en tejes y manejes que retratan la lejanía que existe entre los ciudadanos y quienes pretenden representarlos.
A medida que se acerca el tiempo límite para la presentación de las listas con todos los precandidaturas confirmados para las elecciones primarias de agosto, la política nacional agudizó su perfil más parecido a una telenovela que a una verdadera disputa por presentar las mejores propuestas a la ciudadanía. Resuenan lejos de los intereses ciudadanos las divergencias, discusiones y actitudes de los principales dirigentes sobre la integración de las alianzas y los juegos de poder que la "rosca" genera, sin distinción de facciones, aunque, es verdad, algunas más "agitadas" que otras.
Mientras los problemas acuciantes de una crisis que parece no tener fondo continúan presentes, la política nacional se halla enfrascada en tejes y manejes que son material rico para el análisis periodístico, pero retratan la lejanía que existe entre los ciudadanos y quienes pretenden representarlos. No hace falta abundar en ejemplos para tomar nota de esta circunstancia. Sí, entendemos, se requiere hacer una pausa para reencauzar el debate.
La política está fuera de foco. No puede reducirse a operaciones para incorporar a una alianza a determinado dirigente, analizar encuestas para determinar cursos de acción o procurar mimetizarse en una lista sábana utilizada como refugio para "sobrevivir". Estos modos de hacer política procuran solo el interés personal o sectorial en el cortísimo plazo -que no va más allá del cierre de listas- y aleja definitivamente la mirada de largo plazo. Es triste afirmarlo, salvo algunas rarísimas excepciones, la visión del estadista hace demasiado tiempo que se perdió en la Argentina. Entonces, la democracia termina fragmentada.
Son saludables las internas en los partidos políticos. Forman parte del juego democrático aun cuando adquieran niveles de discusión elevados. Pero, como afirmó el periodista Carlos Pagni en un artículo en el que analiza la "ebullición" del actual momento, "lo que interesa es la calidad de esas internas, el nivel de lucha facciosa". En este punto, la cantidad de "combates" es inversamente proporcional a su calidad. Con ello, la democracia sufre golpes un golpe durísimo. Que puede llegar a ser devastador.
En "Una teoría de la democracia compleja", el autor vasco Daniel Innerarity, analiza el problema de las operaciones políticas "que pueden ser interpretadas como traición o fidelidad al mandato popular". Y se pregunta "¿quién cumple entonces mejor la voluntad de sus votantes, el pragmático o el guardián de las esencias?". Difícil es encontrar una respuesta en el actual ambiente irritante y disonante. "La propia democracia siempre ha sido ruidosa y estridente en sí misma, pero cuando se siguen sus reglas, a la larga acaba creando consenso. No ocurre así con el debate moderno, que en algunas personas inspira, por el contrario, el deseo de silenciar al resto por la fuerza", escribió Anne Applebaum en "El ocaso de la democracia".
Las palabras del ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama, protagonista de un debate ridículo en el que debió mostrar las pruebas de que efectivamente nació en ese país y no en África, quizás puedan ayudar a nuestra dirigencia a retomar la cordura. Refiriéndose a la necesidad de afrontar los desafíos que afrontaba su país en ese momento, sostuvo que "no podremos hacerlo si nos distraemos. No podremos hacerlo si nos pasamos el día vilipendiándonos unos a otros. No podremos hacerlo si nos inventamos cosas y fingimos que los hechos no son hechos. No podremos resolver nuestros problemas si nos distraemos con atracciones secundarias y charlatanes de feria. No tenemos tiempo para estupideces. Tenemos mejores cosas que hacer. Hay grandes problemas que resolver. Y estoy convencido de que podemos resolverlos, pero tenemos que concentrarnos en ellos".