La pileta de Gilli, el primer “club de vecinos” en Devoto
Nació en 1951 por iniciativa de un grupo de jóvenes bañistas. El segundo verano se fueron sumando sus esposas e hijos y luego se incorporaron otras familias y hasta se implementó el pago de una cuota mensual. LA VOZ DE SAN JUSTO rescató la historia de esta emblemática piscina que marcó a cuatro generaciones.
Para los devotenses, los veranos hace varias décadas nada tenían que ver con los actuales. Promediando el siglo XX, sólo existía una pileta de natación en el pueblo pero se trataba de un emprendimiento privado al que accedían apenas unos pocos. Se trata del chalet del doctor Víctor G. Díaz, en el acceso oeste a la localidad, en la llamada "Curva de Díaz".
En este contexto, recién comenzada la década del ´50 cuando un grupo de jóvenes amigos sobrellevaban los calores veraniegos con chapuzones en el tanque australiano de un campo ubicado pocos kilómetros al suroeste de Devoto, pero surgió la iniciativa de construir uno más grande, lo que luego derivó en la concreción de una pileta que se transformó en una especie de club vecinal, al que asistían las familias, pagando una cuota de socio.
Se trata de la famosa "pileta de Gilli" que tomó ese nombre por estar emplazada en un campo propiedad de Esteban Gilli.
La historia fue rescatada por el Archivo Histórico Municipal de Devoto, de la mano de Carlos Bongiovanni que basó su relato con el aporte de testimonios clave como el de la devotense María Rosa Curtino, que junto a su familia fueron habitué de esta pileta.
Del tanque australiano al natatorio
El escrito de Bongiovanni menciona a José Bainotti, Raúl Curtino, Remo Paviolo, Renato Pellizetti, Ernesto Ballarino y sus hermanos, Carlos Bianciotti y Ángel Paolasso como parte de aquel grupo de entusiastas bañistas que acudían a refrescarse a un tanque australiano.
"Fue entonces cuando Esteban Gilli, amigo de ellos y residente en un campo vecino al que visitaba el grupo para bañarse, les hizo una propuesta desinteresada y nada desdeñable: un lugar cercano a la vivienda, que compartía con su esposa, padres y tres tíos solteros, para armar allí un tanque más grande que el otro", señala el trabajo local.
El sitio presentaba un par de ventajas: agua dulce, clara y fresca en abundancia, y también una laguna natural cercana, que facilitaría la tarea del desagote.
Fue entonces cuando a alguien se le ocurrió la idea de construir una pileta de natación en vez de un tanque. Todos estuvieron de acuerdo, así que pusieron manos a la obra. A la tarea se sumó José "El Gaucho" Cagnotti, quien tendría a su cargo la construcción del natatorio. Se preparó el terreno, se comenzó la excavación y se consiguió la bomba para extraer el agua.
Pronto estuvo lista, con sus 17 metros de largo y 6 de ancho, con escaleritas en la parte baja. Su profundidad iba de uno a tres metros, en su parte más honda. Como siempre fue costumbre, estaba pintada de color celeste, con marcas de pintura roja en las bajadas.
Así nació, en
1951, la popularmente conocida como "pileta de Gilli", que paradójicamente no
era de Gilli. Se la llamaba así, simplemente por estar ubicada en un terreno de
su propiedad. Luego se la bautizó "Los Caranchos", en alusión a la adyacente
"Laguna del Carancho".
Para llegar al lugar, ubicado tres kilómetros al oeste por Ruta 19 y luego bajando un kilómetro hacia el sur, cualquier medio era válido: bicicletas, motos o el auto de algún padre, que acercaba a los hijos y sus amigos.
Cabe señalar que anteriormente, a mediados de la década del ´30, había surgido un audaz proyecto, que resultaba muy oneroso para la época y que se termina materializando en 1947 por un grupo de asociados a Sociedad Sportiva: la construcción de un natatorio en el corazón de la emblemática laguna local.
Los socios
En el primer verano sólo los hombres del grupo la utilizaron, pero al año siguiente se incorporaron las esposas y los hijos. Posteriormente se fueron sumando familias, generalmente parientes de los integrantes del grupo fundador.
Según la investigación de Bongiovani, para facilitar el mantenimiento se implementó el pago de una cuota mensual. "Con lo que se recaudaba se agregaron los trampolines a la pileta, y se construyeron un baño, un depósito y un lugar específico para cambiar de ropa. Este vestuario era compartido por varones y mujeres. Pegado a él se hallaba un pequeño piletón, que los primeros usufructuarios del lugar utilizaban para enfriar bebidas, previo llenado con barras de hielo compradas en la sodería de Rosa Hermanos".
"En algún momento, en los cuatro vértices de la pileta, en su parte externa, había una cazuela con agua para enjuagarse los pies antes de entrar", agrega.
Con el tiempo se anexó un quincho dotado de todo lo necesario para su funcionamiento (heladera, utensilios, bancos y mesas), y parrilleros.
Un lugar con sentido de pertenencia
En otro parte del relato un dato curioso: cuando los padres de familia dejaban de concurrir al predio, por razones de edad u otras cuestiones, transferían sus "acciones" (o derecho de uso) a sus hijos. En su época de esplendor, allá por los años ´70/´80, llegaron a estar asociados más de 30 grupos familiares, muchos de cuyos miembros aprendieron allí a nadar.
No faltaban los asados, chopeadas y juegos como bochas, fútbol y cartas. "Tantas gratas jornadas compartidas generaron entre los concurrentes una camaradería, un apego y un sentido de pertenencia que ha perdurado más allá del transcurso de los años".
La modernidad y una lenta pérdida de la concurrencia
Con el paso del tiempo la actividad del lugar, parquizado con plantas y flores, donde tanta gente aportó su esfuerzo, fue declinando lentamente. Distintas razones contribuyeron a esa situación. Entre ellas se menciona la inauguración de la pileta de Sociedad Sportiva en 1978 que marcó un punto de inflexión.
Posteriormente, muchas familias jóvenes comenzaron a tener sus piscinas en el patio de sus casas. Esto sí implicó una paulatina y progresiva disminución de la cantidad de socios y, en consecuencia, el mantenimiento de la pileta y su entorno se hizo más difícil de asumir, desde lo económico, para los cada vez más escasos concurrentes.
También el recambio generacional, la incomodidad de la distancia y el acceso a través de un tramo de tierra.
Al borde del primer cuarto del siglo XXI, a 70 años de su emplazamiento, la pileta de Gilli, testigo de horas felices de cuatro generaciones de devotenses, lenta e inexorablemente comenzó a ser pasado.
Algunos datos
* La laguna natural en la que desagotaba la pileta - "Laguna del Carancho"- antes de la colonización agrícola de la región era un lugar de acampe de los indígenas (sanavirones, especialmente).
* Miguel Gilli fue uno de los primeros colonos en asentarse en la naciente Colonia del Trabajo. En esas tierras, ya propiedad de sus descendientes, se construyó la pileta.
* La sodería de Rosa fue fundada en 1926 por Luis Francisco Gerlero, su propietario original. Estaba ubicada en la esquina de General Paz y Esteban Larco, frente a la laguna. En los años ´60 producía de 500 a 1000 sifones diarios. Su rasgo distintivo era la fábrica de hielo en barra, única en unos cuantos kilómetros a la redonda.
* Allá por los años ´60/´70, además de las piletas de Díaz y de Gilli, que eran de dimensiones importantes. Entre ellas, la de las familias Mazzante, Novarese, Rossi, Falco, Forneris y Rubiolo
* La llamada "pileta del Dr. Díaz", ya desaparecida, fue la pileta de natación de propiedad privada más antigua y de mayor envergadura que tuvo Devoto. Había sido construida en 1940.