Educación
La otra cara de Frontera: el valioso trabajo de la cooperadora en la Escuela 1001

En la Escuela N° 1001 Santiago Puzzi florecen historias de compromiso y comunidad. Con un rol clave, la cooperadora de padres sostiene obras, resuelve urgencias y siembra pertenencia en medio de un contexto difícil y estigmatizante.
Frontera, muchas veces señalada en los medios por hechos de inseguridad, encierra también otras realidades. En esa misma ciudad donde los titulares suelen ser duros, hay historias que resisten en silencio y construyen futuro. Una de ellas es la de la Escuela N° 1001 “Santiago Puzzi”, una institución con 83 años de historia que hoy alberga a más de 470 alumnos y que, gracias al compromiso de su comunidad, sigue creciendo.
Detrás de cada aula limpia, de cada obra iniciada, de cada chico que puede estudiar y comer allí, hay un equipo que trabaja sin descanso: la cooperadora escolar. Padres, docentes y asistentes escolares se organizan y se arremangan para sostener una escuela viva, a pesar de las dificultades económicas, la inseguridad y los estigmas que pesan sobre la ciudad.
Un rol clave en tiempos difíciles
“La Asociación Cooperadora viene trabajando muchísimo por la escuela. Es un equipo muy comprometido formado por padres, docentes, asistentes escolares… todos se involucran”, destacó Patricia Ojeda, presidenta de la cooperadora, en diálogo con LA VOZ DE SAN JUSTO.
Actualmente, una de las obras más importantes en marcha es la colocación de cerámicos en el salón de usos múltiples, un espacio de 520 metros cuadrados que también es usado para clases de educación física y actos escolares. “Es un sueño. Ya tenemos comprados los cerámicos, pero la mano de obra es muy cara, así que vamos avanzando paso a paso, con lo que podemos. Pintamos todo ese salón y ahora lo usamos también para eventos”, explicó Ojeda.

La directora del establecimiento, Analía Pierre, agregó: “Este año pudimos trasladar el escenario al salón para tener más espacio. La matrícula es muy grande, y se necesitan espacios adecuados. Tenemos alumnos desde primer a séptimo grado por la mañana y de primero a sexto por la tarde”.
Un vínculo fuerte con las familias
Más allá de las obras, lo que sostiene a la escuela es el sentido de pertenencia. “Los padres colaboran mucho, sobre todo a través de las ventas para recaudar fondos. A veces no pueden estar presentes en la obra, pero participan con lo que pueden. Los alumnos también son grandes vendedores, y eso es fundamental”, contó Patricia con una sonrisa.
Con el tiempo, la cooperadora logró organizar un sistema de beneficios sostenido, con actividades planificadas desde principios de año. “Hemos apaleado muchas cosas en tiempo de crisis. Las familias nos dan una gran mano, lo mismo que los docentes y asistentes. Hay un fuerte sentido de pertenencia que nos mantiene unidos”, resaltó.

“La Asociación Cooperadora viene trabajando muchísimo por la escuela. Es un equipo muy comprometido"
Obras para cuidar lo que tienen
La comunidad educativa no solo invierte en mejorar, sino también en proteger lo que tiene. El año pasado, debido a reiterados hechos de robo y vandalismo, debieron realizar una costosa obra para resguardar los equipos de aire acondicionado: “Nos rompieron y robaron equipos que estaban en los techos. Bajamos todos los aires al interior del edificio, los arreglamos, cargamos el gas... Fue una obra que llevó casi un año y un presupuesto muy alto”, relató Ojeda.
Pero eso no fue todo. Ahora, con casi 20 aires acondicionados en funcionamiento, enfrentan otro problema: la infraestructura eléctrica no alcanza. “Tenemos un solo pilar de luz, y cuando prendemos varios equipos juntos, saltan las térmicas. Estamos trabajando en todo un nuevo cableado para que cada aula tenga las condiciones adecuadas, sobre todo en invierno o en los días agobiantes de verano”, explicó la directora.
También cambiaron todo el cortinado del edificio y avanzan en el proyecto de equipar cada aula con un televisor. “Tenemos un buen vínculo entre la familia, el cuerpo docente y directivo. Eso se refleja en todo lo que se hace”, celebró Ojeda.
Un comedor que no cierra en vacaciones
La Escuela 1001 también cumple una función social fundamental: ofrece todos los días entre 350 y 400 raciones de comida, incluso durante el receso escolar de invierno y verano. “Es una gran ayuda para muchas familias que los chicos puedan venir a almorzar. Además, brindamos Copa de Leche, que es desayuno o merienda para todos nuestros alumnos”, detalló Pierre.

El apoyo estatal y los desafíos que siguen
La institución cuenta con el acompañamiento del Fondo de Asistencia Educativa (FAE) que llega desde la provincia de Santa Fe a través del municipio. “Ahora estamos al día con ese fondo, y eso nos ayudó a comprar los cerámicos para el piso del SUM. Pero no alcanza para cubrir la mano de obra, por eso seguimos trabajando”, explicó la directora.
En una comunidad como Frontera, donde la escuela cumple un rol social, pedagógico y emocional, el esfuerzo de la cooperadora cobra aún más valor. “Hoy la misión es sembrar en las nuevas generaciones ese sentido de identidad con la escuela, para que sigamos creciendo y soñando juntos”, concluyó Ojeda.
Un reflejo de lo que sí funciona
La Escuela 1001 no solo educa. Abraza, alimenta, repara. Es un faro de comunidad, de esfuerzo compartido, de trabajo silencioso. Mientras muchos miran a Frontera con prejuicio, aquí hay personas que todos los días dan testimonio de lo contrario.
La matrícula se mantiene estable, e incluso muchas familias nuevas eligen este espacio para sus hijos. “Vienen varias generaciones de una misma familia, eso habla del vínculo fuerte que tiene esta escuela con Frontera”, afirmó la directora.
En tiempos donde los titulares suelen cargar con la violencia y el miedo, esta escuela —con su cooperadora al frente— muestra que en Frontera también hay historias de amor, esfuerzo y comunidad que merecen ser contadas.
