Análisis
La montaña rusa de los aranceles

El 1 de agosto debería quedar fijado el nuevo esquema que impondría Estados Unidos a las economías de prácticamente todo el mundo. A pocos días, sigue siendo muy difícil predecir si la montaña rusa terminará de girar.
Los sobresaltos volvieron a aparecer en las últimas semanas. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reiteró sus amenazas de imponer elevados aranceles a los productos que llegan desde otras partes del mundo al mercado norteamericano. Así, dijo que iba a establecer un 30 por ciento a los provenientes de México. Para Rusia amenazó con aranceles del 100 por ciento mientras que anunció que para la Unión Europea serían del 30 por ciento.
En este contexto, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, dijo en un comunicado que, de concretarse el aumento, esto “interrumpiría las cadenas de suministro transatlánticas esenciales, en detrimento de las empresas, los consumidores y los pacientes de ambos lados del Atlántico”. La funcionaria europea también dijo que Europa busca aliados confiables en el resto del mundo al tiempo que prepara un plan de respuesta de cara a la fecha límite del 1 de agosto fijada por Trump.
Lo cierto es que la cuestión de los aranceles se ha transformado en una montaña rusa. Los vaivenes han sido tantos y tan cambiantes que el comercio mundial no gana para sustos en los últimos meses. Algunas afirmaciones del imprevisible Trump son absurdas, aunque se repiten con asiduidad. Sostiene, por ejemplo, que los aranceles serán pagados por gobiernos extranjeros, no por los consumidores. Además, la prensa norteamericana ha demostrado que los argumentos para atacar a Canadá (el tráfico de fentanilo y migrantes a través de la frontera) son insignificantes.
Pero lo más preocupante sería la falta de una dirección concreta. Se hacen cataratas de anuncios arancelarios. Al poco tiempo se posponen. Y en días vuelven a implementarse. Tras cartón se cancelan parciamente y se aumentan cuando los países afectados adoptan medidas similares. La sucesión de estos episodios no sabe de territorios ni de ideologías. Los mensajes contradictorios, el desorden y la confusión están a la orden del día.
Esta conducta errática generó que el diario británico The Financial Times acuñase la frase “Trump Always Chickens Out” (Trump siempre se acobarda), que luego se convirtió en el acrónimo Taco para reflejar las amenazas y retrocesos del mandatario norteamericano en su guerra comercial. El “quita y pone” permanente otorga más incertidumbre a un mundo ya convulsionado.
No obstante, The New York Times afirmó hace pocos días que “Trump, que se autodenomina el hombre de los aranceles, ha ensalzado continuamente las virtudes de gravar fuertemente las importaciones como forma de recaudar ingresos y persuadir a las fábricas para que se trasladen a Estados Unidos. Aunque es posible que el presidente acabe cediendo en algunas de sus amenazas más recientes, aun así, ha elevado los aranceles de forma constante y drástica hasta niveles nunca vistos en un siglo”.
Pese a ello, muchos apuestan que habrá marcha atrás y que todo volverá a una “normalidad” anterior. Sin embargo, la estrategia de los aranceles que van y vienen tiene una fecha que, al parecer, es límite. El 1 de agosto debería quedar fijado el nuevo esquema que impondría Estados Unidos a las economías de prácticamente todo el mundo. A pocos días, sigue siendo muy difícil predecir si la montaña rusa terminará de girar.