“La laguna”: la civilización y la barbarie en la sierras

El viaje transcurre lento y el espectador puede sentir todo lo que viven los personajes, en ese contrapunto entre un citadino y un hombre de tierra adentro: el cansancio y el miedo por un lado, la hostilidad y el rechazo por el otro.
Por Manuel Montali | LVSJ
No sabemos si podemos hablar de "Nuevo cine cordobés" como si se tratara de una categoría homogénea. Es indudable que en la actualidad asistimos a una producción variada de autores de nuestra provincia, apuntalada por tecnologías más accesibles, mayores formatos de difusión, políticas de fomento y diversas opciones en cuanto a formación profesional. Pero de allí a que se pueda englobar a los cineastas cordobeses bajo un manto narrativo común, hay un gran trecho. De todas maneras, sí podemos animarnos a hablar de un cine serrano, es decir, de producciones que tienen a nuestras sierras como escenario.
En esta columna ya se trató el caso de "Primero enero", por ejemplo, y nuestra película recomendada de la semana, "La laguna", sigue esta línea.
Esta ópera prima de Gastón Bottaro y Luciano Juncos (Apacheta Producciones), es protagonizada por Germán De Silva y Gustavo Almada. Exceptuando la introducción, no se ven más caras a lo largo de los 70 minutos de película. El primero es un hombre de mediana edad, aquejado por problemas de salud de los que no da muchos detalles, que llega a las sierras buscando una laguna misteriosa, de aguas termales y sanadoras, de la que le han hablado. El segundo es el baqueano que lo guiará desde una estancia hacia el estanque.
Es una road movie serrana, sin mucho road en el sentido estricto del término, ya que los hombres se internan primero a caballo y luego a pie por parajes desolados de la sierra en los que no solo no hay camino, sino que no se ven ni huellas de paso humano, parajes por momentos inhóspitos y en donde la naturaleza le tuerce el brazo a la civilización. Al personaje de De Silva le cuesta la vida salvaje, eso de andar arriba de un animal durante horas y dormir a la intemperie. Quiere curarse pero se encuentra con que sus pesares aumentan. A su acompañante le cuestan las palabras, al límite de la oligofrenia (alrededor de cincuenta minutos, cuando ya han pasado dos o tres días de viaje, le lleva decir su nombre: Ignacio), pero se muestra extremadamente hábil en su tarea de baqueano... O al menos eso queremos creer, porque nunca sabemos bien a qué distancia está la bendita laguna y llegamos a sospechar que pueden estar moviéndose en círculos.
El viaje transcurre lento y el espectador puede sentir todo lo que viven los personajes, en ese contrapunto entre un citadino y un hombre de tierra adentro: el cansancio y el miedo por un lado, la hostilidad y el rechazo por el otro.
"La laguna" no tiene mayores pretensiones. Eso sí, tiene algo del viaje interior de "Apocalypse now", eso de que los personajes se hunden en el terreno tanto como en sus conciencias. Ambos cargan con su cruz y no regresarán de la misma manera en la que han partido. Si regresan...
Los planos, la fotografía, son sublimes, por momentos desbordan la narrativa y hacen parecer al guión como apenas una excusa para mostrar los rincones inexplorados de las sierras. Quizá, la misma excusa del personaje principal para ir en pos de un espejo de agua (con toda la simbología que ello carga), dejando toda su vida atrás.
La laguna espera, allá lejos. Como un viaje de ida. La vuelta, si la hay, ya no merece nuestra atención.