Entrevista
Paola Cleri: “La historia de mi abuelo y su fábrica de bicicletas me inspira”
Ella se ha consolidado como una líder en el desarrollo sostenible. Vivió en Sierra Leona y Afganistán, donde sobrevivió a un atentado. Su apellido está asociado a la industria y el compromiso social, legados que han marcado su trayectoria. Actualmente dirige Suinso, una consultoría en estrategia ambiental para empresas en Buenos Aires.
Podría decirse que ha vivido mil vidas en una. Su trabajo para ONU la llevó a vivir experiencias impactantes. Años atrás, Paola Cleri fundó un comedor, vivió en Sierra Leona, sobrevivió a un atentado en Afganistán y hoy lidera un proyecto por una Argentina mejor.
Todo eso que experimentó a tan corta edad está ligado a sus raíces emprendedoras y el legado de una familia con fuerte compromiso social. Su apellido, arraigado a la historia industrial y desarrollo de San Francisco, suena a empuje y pujanza, cualidades que describen a esta mujer que recorrió el mundo dando oportunidades a los más vulnerables.
Actualmente está instalada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con Suinso, una consultoría especializada en desarrollo sostenible y estrategia ambiental que orienta a las empresas en los desafíos globales más urgentes.
- ¿De qué hablamos cuando hablamos de sostenibilidad e igualdad?
La sostenibilidad se trata asegurarnos las necesidades del ahora, pero cuidando nuestro planeta y asegurarnos de que las futuras generaciones también tengan un lugar donde vivir. El Papa Francisco plantea en su Encíclica Laudato Sí: “Nada en este mundo nos es indiferente". Hablar de sostenibilidad e igualdad implica reconocer los desafíos urgentes que enfrentamos en nuestro planeta. La protección de nuestra casa común es una responsabilidad colectiva que necesita de todos y todas. No se trata solo de hacer frente a la crisis ambiental, sino de asegurar un desarrollo sostenible que beneficie a las comunidades más vulnerables.
Necesitamos adoptar un nuevo enfoque que reevalúe nuestra relación con la naturaleza y el sentido del progreso. Fomentar un estilo de vida que considere el bienestar de todos y el cuidado del medio ambiente es esencial para construir un futuro justo y sostenible. Solo a través de una solidaridad renovada podremos reparar el daño causado y avanzar hacia un mundo más equitativo y sostenible.
- De estudiar en la facultad, a Sierra Leona y la ONU. ¿Cómo fue el proceso para poder adaptarte a cada realidad?
El proceso de adaptación a cada una de estas realidades fue un viaje de aprendizaje y crecimiento constante. Al estudiar en la facultad, me enfrenté a un ambiente académico desafiante y enriquecedor que me permitió adquirir conocimientos teóricos en áreas como ciencias políticas y desarrollo internacional. Sin embargo, al llevar esos aprendizajes a un contexto tan distinto como Sierra Leona, donde las realidades sociales y económicas son tan complejas, tuve que ajustar mi perspectiva y ser más flexible.
En Sierra Leona aprendí rápidamente la importancia de escuchar y entender las necesidades de las comunidades locales. Trabajar en un contexto donde los recursos son limitados y los desafíos son abrumadores me enseñó a ser más creativa y a buscar soluciones colaborativas. La experiencia en Naciones Unidas también me obligó a adaptarme a un marco internacional, lidiando con diferentes culturas, idiomas y enfoques para la resolución de problemas. Estas experiencias me mostraron que adaptarse no solo es cuestión de ajustar métodos, sino también de cultivar una mentalidad abierta y un profundo respeto por las realidades de los demás. Cada paso fue fundamental en mi desarrollo personal y profesional, enseñándome que la empatía y la adaptabilidad son clave para generar un impacto positivo en cualquier entorno.
- Qué nos podés contar del ataque en Afganistán, hecho trágico en el que murió una amiga tuya, Lydia. ¿Cómo fue ese momento?
Uno de los momentos más intensos fue sobrevivir a un atentado terrorista en Afganistán mientras trabajaba con la ONU. Estábamos durmiendo en un hotel cuando, a las 5 de la mañana, nos despertó el estruendo de una bomba y una ráfaga de metralla. Abrí la puerta de mi habitación y un joven americano, que era el jefe de los guardaespaldas del representante de la ONU, me gritó: "¡Cierra la maldita puerta!". Esa orden me hizo comprender inmediatamente la gravedad de la situación.
La valentía de ese joven, quien resistió durante 10 minutos el avance de los terroristas, nos permitió escapar por un patio trasero, saltando paredes hasta que llegamos a la casa de unos vecinos que nos escondieron. Éramos aproximadamente 15 personas, y empezamos a darnos cuenta de que faltaban algunos compañeros. Decidimos llamarlos por teléfono y logramos salvar a varios, como mi amiga Josy, de Zimbabue, quien escapó entre el humo y los disparos. Lamentablemente, algunos no lo consiguieron y murieron en el enfrentamiento. Ese fue, sin duda, el momento más peligroso de mi vida, y me mostró las duras realidades de trabajar en misiones en lugares de conflicto como Afganistán.
Reaccionar en ese momento fue puro instinto y adrenalina. No hubo tiempo para pensar, solo para actuar y salvar nuestra vida. El miedo y la urgencia eran enormes, pero la necesidad de moverse rápido era mayor. Recordar esos momentos siempre me resulta doloroso y me dejó una marca profunda. La pérdida de mis compañeros es un constante recordatorio de lo frágil que es la vida y de lo crucial que es la valentía y la solidaridad en esos momentos. Creo que incluso en los peores momentos, podemos encontrar una fuerza que no sabíamos que teníamos.
- ¿Hubo algún momento en que quisiste dejarlo todo?
¡No! No me imagino haciendo otra cosa en mi vida. Solo dejaría todo si no hubiera más problemas por solucionar, y no veo eso pasando en el corto plazo. Estas experiencias me han enriquecido y me han hecho crecer, así que la idea de renunciar a eso no cabe en mi manera de ver el mundo. Estoy aquí para seguir aprendiendo y aportando en todo lo que pueda. ¡No hay vuelta atrás!
- ¿La maternidad demandó que te detuvieras en un lugar?
Mis hijas, Zoe y Mila son unas verdaderas argentinas y están orgullosas de sus raíces. A pesar de que sus segundos nombres, Siambe y Yapta, tienen un origen tribal camerunés, llevan a la Argentina bien en el corazón. Desde muy pequeñas han crecido inmersas en nuestra cultura y costumbres, y sueñan con lucir la camiseta albiceleste en la selección de vóley algún día. Verlas entusiasmarse por representar a nuestro país es profundamente gratificante, ya que encarnan esa pasión y el compromiso de hacer brillar no solo su talento, sino también su identidad. Cada vez que las veo soñar y trabajar duro por sus metas, siento que el legado y el amor por nuestra cultura se transmiten de generación en generación.
Este año tengo planes de volver a San Francisco con mi ‘viejo¡, Carlos (o abu Charly, para sus nietos) para revivir esos momentos juntos y compartir la experiencia con mis hijas. Recuerdo con cariño la plaza, donde pasé muchas tardes de mi infancia, y la calesita donde me llevaba mi abuelo. Estos lugares están llenos de nostalgia y simbolizan la unión familiar y la alegría de crecer en un entorno que valoro profundamente. Estoy deseando mostrarles a mis hijas ese pequeño rincón del mundo que forma parte de nuestra historia y que siempre tendrá un lugar especial en mi corazón.
- ¿Cómo ves el mundo hoy?
Veo un mundo lleno de retos y oportunidades. En un contexto global marcado por el cambio climático, las crisis económicas y las desigualdades sociales, es evidente que hemos llegado a un punto crítico. Las tensiones geopolíticas y las disparidades económicas siguen profundizándose, lo que hace aún más urgente abordar el tema del cuidado del ambiente y la desigualdad y exclusión social. Lamentablemente, este aspecto no está en la agenda política de nuestro país hoy, pero es fundamental.
Y en cuanto a esos lugares que alguna vez me acogieron, como Sierra Leona, Haití, Afganistán, Colombia, Bolivia, Brasil, siento una profunda conexión con ellos. La riqueza cultural y la calidez de sus comunidades siempre me han inspirado. Al igual que Argentina, esos lugares enfrentan sus propios desafíos relacionados con la sostenibilidad y el desarrollo. Sin embargo, también veo cómo las personas se movilizan y buscan soluciones innovadoras. Esa resiliencia y determinación son un recordatorio que, pase lo que pase, siempre hay espacio para el cambio y las oportunidades de mejorar nuestras realidades.
- Algo ya nos adelantaste pero, ¿qué significa San Francisco en tu vida?
Soy nacida en Guatemala, por una de esas casualidades, pero argentina nativa y con orgullo, mi país que llevo siempre en el corazón. Mis raíces familiares se encuentran en Córdoba, donde mis padres nacieron y crecieron. Mi padre, de San Francisco, es hijo de Alejandro Cleri, un hombre visionario que fundó la fábrica "Cleri Hermanos" en 1937.
Esta fábrica no solo fue un pilar de mi familia, sino que también jugó un papel importante en la economía y cultura de la ciudad. Cleri Hermanos se especializó en la producción de bicicletas, un producto que se convirtió en un símbolo de la movilidad y la producción local. En su mejor momento, la fábrica llegó a emplear a cien personas y se consolidó como una de las industrias emblemáticas durante los inicios de la industrialización en la Argentina.
Compromiso social
La famosa "Fanda", la bicicleta que fabricaba, ofrecía diez modelos de altísima calidad, lo que le permitió a Cleri Hermanos competir de igual a igual con los grandes fabricantes europeos. Entre los modelos destacados que comenzaron a fabricarse en 1957 había tres versiones: de lujo, a pedales y la conocida "Clericar", diseñada para el transporte liviano. Aunque el motor era importado, el diseño y desarrollo eran completamente locales,.
La fábrica estuvo ubicada en la calle Jonas Salk, en la esquina con Paraguay, y todavía se conserva como parte del patrimonio cultural e industrial de San Francisco. Además, la concesionaria estaba situada sobre bulevar 25 de Mayo.
“Este legado familiar y la historia de Cleri Hermanos son historias que me enorgullecen y que me inspiran a seguir adelante aquí en Buenos Aires, conectando con mis raíces y manteniendo vivo el espíritu emprendedor que caracterizó a mis antepasados”, confesó Paola.
“Mi compromiso social surge de una combinación de influencias familiares y experiencias personales significativas –soguió-. Desde pequeña, crecí en un entorno donde ayudar a los demás era parte natural de la vida. La historia de mi abuelo, Alejandro Cleri, y su fábrica de bicicletas me inspira profundamente. Esa dedicación al trabajo y la creación de oportunidades para la comunidad, es algo que siempre quedó conmigo”.
Honrar el legado del abuelo
“En los últimos años, me dediqué a las finanzas sostenibles, apoyando a pequeñas y medianas empresas argentinas desde el Bice (Banco Argentino de Desarrollo). Diseñé y negocié líneas de créditos destinadas a inversiones sostenibles para Pymes. El año pasado, colocamos una línea que demostraban ahorro energético, como iluminación, climatización y maquinaria agrícola, iniciativas que, al igual que mi abuelo, buscan potenciar la industria nacional”, indicó Paola.
“Este año estoy encarando un nuevo desafío. Fundé Suinso, una consultoría especializada en desarrollo sostenible y estrategia ambiental. Nuestra experiencia se centra en desarrollar estrategias sostenibles a medida, así como en la elaboración de narrativas e informes exhaustivos. Con nuestro conocimiento y soluciones innovadoras, ayudamos a nuestros clientes a alcanzar sus objetivos de sostenibilidad, cumpliendo con las normativas y fidelizando a clientes y colaboradores”, contó sobre su trabajo actual.
“Estoy comprometida a cambiar la matriz productiva, añadiendo valor a la producción local y honrando el legado de mi abuelo. Cada acción que realizo está guiada por el deseo de generar un impacto positivo en las economías regionales y en el país, tal como él lo hizo con su fábrica”, finalizó.