La historia de la enfermera que quedó varada en Buenos Aires y se dedicó a luchar contra la pandemia
María Luisa Castillo (48) dejó a sus hijos en Zenón Pereyra durante seis meses para luchar contra el coronavirus en Buenos Aires. Un ejemplo de lucha y vocación en esta pandemia.
Por Stefanía Musso
Zenón Pereyra es un pueblo orgulloso de su gente, pero principalmente de una mujer cuya vocación hoy es tan importante que, como ella dice, "sin la enfermera no se podría enfrentar una pandemia jamás".
Se trata de María Luisa Castillo, enfermera de 48 años que ejerce hace 22 y lleva 17 años como enfermera terapista del Sanatorio La Trinidad Palermo, en la ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Desde hace más de una década viaja todos los fines de semana a trabajar a la ciudad capital, dejando a los suyos en el pueblo, para ayudar a los que más la necesitan. Es decir, no sabe de sábados ni domingos porque se los pasa en un colectivo de la empresa El Turista y en la terapia del sanatorio porteño.
Por la pandemia de coronavirus, quedó varada en Buenos Aires y hace quince días recién pudo volver a abrazar a sus hijos Agustín (16) y Atalivar (14) con quienes no pudo celebrar cumpleaños, pero ahora está recuperando todo el tiempo posible.
Allá se contagió de coronavirus, acompañó en altas de pacientes, pero también fue la última que muchos vieron antes de fallecer. Fue la persona que se encargó de llevar el mensaje a los pacientes graves antes de su último respiro.
Es la que dijo "Te amo" por otros y que lo canalizó en su vocación de servicio... y lo sigue haciendo.
"El año pasado con un grupo de enfermeras del sanatorio nos preparamos para celebrar y unirnos con el proyecto de la OMS, en decretar el año 2020 como el Año de la Enfermería. Llegó el covid 19 y acá estamos", dijo a modo de chiste María Luisa Castillo y qué razón tiene.
Sin dudas, nada sería posible sin las enfermeras. María luisa hizo su carrera de enfermería y militar egresando como Subteniente Enfermera del Ejército Argentino, pero luego decidió dejar este mundo para trabajar en el sistema de tranqueras como enfermera terapista en el Sanatorio de La Trinidad de Palermo, en Capital Federal. Ese mundo de servicio de salud desde hace 17 años, sin sábados ni domingos.
María Luisa y el agasajo cuando volvió a Zenón Pereyra
Vocación de servicio
En marzo, cuando el primer caso llegó al país, María Luisa y el equipo de salud de Sanatorio de La Trinidad prepararon el nosocomio sin imaginar lo que venía. "Cuando llegó el covid-19 a la Argentina, comenzamos a trabajar en el armado de protocolos de trabajo. Los jefes se pasaban de reunión en reunión y vivíamos en el sanatorio, mañana, tarde y noche. Fue la etapa más difícil porque teníamos las imágenes de otros países donde desbordó el sistema de salud y no queríamos llegar a eso", contó la enfermera.
"En una de las reuniones que teníamos, le dije a mi jefa: Transmitime seguridad y así vamos a dar todo de nosotros. Era difícil, pero necesitábamos el apoyo de nuestros jerárquicos".
El 15 de marzo era el día de su cumpleaños. Estaba celebrado con sus hijos y mamá cuando el presidente Alberto Fernández decretaba el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. El coronavirus había llegado a la argentina y era un hecho.
Con su vocación a flor de piel, María Luisa sabía dónde era su lugar. "Decidí tomar el último colectivo que salió para Buenos Aires, siempre con la intención de volver en 15 días, pero no volví más".
"Tuve la oportunidad de no ir, pero tenía motivos más que suficientes. Yo estudié y me preparé para esto, es mi oportunidad de exponer mis conocimientos y no tenía ni tengo el carácter para esconderme tras una excusa, por más válida que sea. Sabiendo que tengo la capacidad, el conocimiento y la voluntad para hacerlo, no me daba la moral para quedarme y ver todo desde la comodidad", contó.
Pelearla en el sanatorio
María Luisa consiguió un departamento para alojarse en Buenos Aires. No tenía casi pertenencias, pero eso no importaba. Su vida ahora estaba en el sanatorio y ser parte de lo que venía: "Los cambios fueron totales. Todos estábamos abocados a la tarea", destacó.
Los pacientes no tardaron en llegar. "Nos vestíamos `en espejo´ para poder atender los pacientes y no fallar. Las terapias se fueron llenando, eran hombres y mujeres de todas las edades, no solo adultos mayores como se decía. Había muertes repentinas de personas que podíamos ser nosotros".
Hoy Trinidad tiene sus seis terapias de 18 camas cada una ocupadas con pacientes enfermos de coronavirus. "Lo que un vive ahí, los altibajos emocionales, es muy feo", aseguró.
Trabajando en la terapia del Sanatorio La Trinidad de Palermo
El último adiós
En la terapia no hay visitas. Los enfermeros y médicos son los únicos que están en contacto con los pacientes salvo alguna excepción. Ahí estaba María Luisa, que era el puente entre familiares e internados, la que llevaba el aliento, el abrazo y el cariño de los que esperaban afuera.
"Venían esposas de pacientes que nos decían, `Y ahora, qué les digo a mis hijos´; teléfonos celulares de pacientes que sonaban y llegaban mensajes que nunca iban a contestar; llamadas que recibíamos y nos preguntaban, ¿Vos decís que sale de esta? o Mandale un beso, decile que lo amo´. Estuvimos al lado del que tenía miedo y nos decía no me dejes solo, con el que salió sonriendo de la terapia, festejamos su salida y nos agradecía. Pero lo peor de esto es que los pacientes morían solo con nuestra presencia. Los acompañamos de la mejor manera, pero siempre fuimos unos desconocidos tras el uniforme, las antiparras, la máscara, la cofia", recordó la enfermera.
Mamá a la distancia
Mientras María Luisa luchaba contra la covid en Buenos Aires, en Zenón Pereyra quedaron sus dos hijos adolescentes. "Gracias a la tecnología pudimos vernos y hablar todos los días. Hicimos la terea junto, entregamos los trabajos escolares, aunque no siempre a tiempo, pero cumplimos. La actitud de mis hijos me hizo ver que gracias a Dios hice bien mi trabajo como mamá, en criarlos independientes, capaces de vivir sin mí y poner mi confianza plena en ellos".
Los chicos "llevaron la casa adelante; me cuidaron las plantitas y mis perros; organizaban para limpiar, hacían la comida y lavaban la ropa. Su papá que también vive en el pueblo los ayudó".
Y Zenón Pereyra no se quedó atrás. "Ellos los ayudaron mucho a los chicos. La gente del almacén le llevaba las cosas, mis amigas que les hicieron las tortas del cumpleaños a los dos y las profesoras no los dejaron solos", destacó la mujer.
Sobreviviente
Según los últimos datos registrados por ATE, ya son más de los contagiados por coronavirus en el sector salud en el país, y una cantidad similar de personas en aislamiento. Otro número alarma y acongoja: Ya son 60 los trabajadores de la salud muertos en este sector a causa del virus.
María Luisa es una más de las profesionales contagiadas que se recuperó. "Durante los últimos meses me cuidé y tomé la precaución de no cometer errores y evitar contagiarme. En el horario de descanso traté de no salir del departamento porque ponerme el barbijo me provocaba taquicardia".
"Trabajando una noche, salimos a tomar un café con una compañera y me dijo, `Me duelen las rodillas y la cintura´ a lo que Bromeando le contesté, `Tenés covid´y así era. A las 6 de la mañana del otro día comenzó con dolor de cabeza y garganta. Al hacerse el hisopado 3 días después le dio positivo".
A María Luisa la aislaron y lo peor estaba por venir. "Cumplo los días y me hisoparon para volver al trabajo. Pensé me va a dar negativo y no, era paciente positivo pero asintomática".
La enfermera necesitaba ser negativo para poder volver a casa con sus hijos, pero el resultado era otro. "Soy muy creyente. Si Dios no quería que me vaya de Buenos Aires, tenía que seguir esperando. La perseverancia me hizo tener la paz que necesitaba para aguantar 15 días más adentro".
Quince días después, María Luisa daba negativo y el regreso a casa era un hecho. "Contraté un remis sin importar cuanto salía y al día siguiente, emprendí el regreso a Zenón Pereyra".
La mujer, que sabe de pérdidas, instó a la gente a cuidarse. "Hay gente que dice 30 mil muertos son pocos. Son pocos mientras dentro de esos 30 mil no cuentes a tus familiares".
El viaje de regreso a Zenón Pereyra, esta vez no duró unos días sino seis meses, pero la vocación siempre está a flor de piel: "Tengo miles de proyectos para este año como ver el egreso de mi hijo mayor, pero sé que mi vocación está allí y si me necesitan, no va a haber excusas porque sin la enfermería no podrían afrontar una pandemia jamás", concluyó.