La discusión sobre el lenguaje inclusivo
La Real Academia Española ha señalado que "el cambio lingüístico, a nivel gramatical, no se produce nunca por decisión o imposición de algún colectivo de hablantes". Si bien el discurso es central a la hora de relatar la realidad y emitir juicios de valor, la inclusión será real cuando lo que se modifiquen sean las conductas.
En el Concejo Deliberante de la ciudad de
Córdoba avanza la discusión sobre el primer "Manual de Lenguaje Administrativo
Inclusivo". Sus impulsores esperan contar, de aprobarse, con una herramienta
que establezca oficialmente que toda comunicación, disposición y documentación
emergida del órgano parlamentario adopte una expresión no sexista e inclusiva.
En otras palabras, un lenguaje "que no subordine, excluya, oculte ni
infravalore a ninguno de los géneros y que considere, respete y haga visibles a
todas las personas, reconociendo su identidad de género".
La iniciativa cordobesa tiene similares intentos en varias partes del mundo hispano, incluso en la propia España donde en algunos estamentos del Estado se impone el uso de este supuesto lenguaje inclusivo y se exige a funcionarios usarlo en la comunicaciones internas, con el objetivo de evitar la predominancia del masculino genérico, considerado como signo de "lenguaje sexista".
Por cierto, apenas se emite opinión asoma la calificación de retrógrado, conservador o machista para quien entiende que el idioma castellano es ya de por sí inclusivo. Y también se desautoriza la postura de la máxima autoridad en esta materia que es la Real Academia Española. En varias comunicaciones, el ente máximo de nuestro idioma ha señalado, por ejemplo, que "la letra e como marca de género inclusivo no es esperable en la morfología". Y argumenta de manera contundente señalando que "el cambio lingüístico, a nivel gramatical, no se produce nunca por decisión o imposición de algún colectivo de hablantes".
La lengua es una entidad dinámica. Está en permanente movimiento. Y tiene diferencias notables de acuerdo a las regiones donde se utilice. El habla, entonces, es el uso grupal o individual de la lengua. Es decir, las modificaciones en el modo de hablar no se imponen, sino que se construyen a lo largo del tiempo y terminan utilizándose luego de que los hablantes la adoptan naturalmente. Así, luego, son reconocidas por la Real Academia, tal como siempre ha ocurrido.
Otro ejemplo a contramano de lo que se quiere aplicar por decreto en Córdoba y en muchas otras poblaciones. El actual gobierno francés eliminó la escritura "inclusiva" de las publicaciones oficiales del Estado. Su primer ministro, Edouard Phillipe, señaló en diciembre pasado que los textos oficiales deben reflejar el francés tal como se lo escribe y que, aun respetando su evolución natural, la lengua debe respetar las convenciones que determinan el modo cómo se escriben los fonemas.
El tema exige un debate profundo. Quizás el Congreso Internacional de la Lengua Española del año próximo en Córdoba esté marcado por este tema. Pero esto no obsta para señalar que existen muchos modos más efectivos que estos intentos de imponer una forma de hablar y de escribir para modificar realidades ciertamente nefastas como la vulneración de los derechos de la mujer. Si bien el discurso es central a la hora de relatar la realidad y emitir juicios de valor, la inclusión será real cuando lo que se modifiquen sean las conductas.