La década del ‘30, años infames, de gansterismo y criminalidad en la policía departamental

Seguimos reviviendo los casos policiales que conmocionaron a nuestra ciudad. Esta vez, un caso que terminó con la policía local intervenida.
Por Juamps Lídiam
Si los años infames, los de la década del '30, con la vuelta del régimen neoconservador al poder tras un golpe de estado, fueron y son para olvidar, entre otras cuestiones, por la corrupción y el autoritarismo, nuestra ciudad y la región tuvieron condimentos extras, se vieron sacudidas por tres muertes, crímenes en los que estuvo involucrada la policía. Eran años de gansterismo, días en los que el crimen gozaba de reputación.
Una noche de verano, una noche de enero, en una casa de campo de Colonia Malbertina, allí se encontraba cenando la familia Gilleta. Era una noche con el silencio de todo campo, en el reloj las agujas marcaban la cercanía de las 22 cuando la casa fue atacada a balazos. Fue así que Bautista Gilleta, padre de la familia, resultó herido en una mano; Juan (h), con una herida en la pierna izquierda; Agustín (h) se vio más desfavorecido, recibió un tiro en la zona abdominal y otro en la pierna derecha; Bautista (h) y su hija Hélida, de 7 años, en cambio, salieron ilesos. En tanto que Ana María Gilleta, madre de la familia, ante el afán de cerrar y trabar la puerta, para evitar la entrada de los delincuentes, recibió balazos en el parietal izquierdo y dos en el brazo derecho.
Los heridos fueron derivados con celeridad al Hospital J. B. Iturraspe. Allí, Agustín y Ana serían operados al día siguiente.
Las pistolas utilizadas fueron una 45 y una 38, eso se determinó a partir de las 22 capsulas vacías encontradas, junto a una linterna, cuya utilidad -se supo por el relato de las víctimas- era encandilar desde el exterior, dada la tenue iluminación del hogar por dentro.
La hipótesis de una venganza se desestimó y cobró fuerza la del intento de robo. Los Gilleta tenían bajo el colchón de la cama (utilizada por los padres) unos 81.000 pesos, en rollos algo percudidos, aunque no por ello con menos valor.
La premura por asegurar un rápido esclarecimiento de parte de la policía derivó en detenciones arbitrarias, tanto en Devoto como en San Francisco.
Al interrogar a los vecinos de chacras lindantes, estos dijeron que vieron merodear por la tarde a cinco personas en un auto, un Chevrolet modelo '29.
Cinco días después fallece producto de las heridas Agustín Giletta. Esto presiona a la policía. Ese mismo día se halla en Rosario, en el barrio Alberdi, el presunto auto utilizado por los delincuentes. En ese entonces, estaba en esa ciudad Juan Galiffi, un siciliano conocido como Chicho Grande, el gánster más renombrado de la época.
El gansterismo y su reputación
Esa nombradía de la que gozaban los criminales tuvo sus repercusiones. Ejemplar es el caso de un zapatero de nuestra ciudad, Aldo Leonardi quien, junto a sus hermanos, fue detenido por extorsionar a sus vecinos. Leonardi pretendía, en nombre de 'la mafia', cobrar una suma mensual. Y para dar credibilidad a su propósito se atribuyó, mediante una carta, el atentado a la familia Giletta. Y con una firma singular: 'El Capo, Don Chicho'.
La denuncia de uno de los vecinos no impidió, sin embargo, dar una respuesta a la carta: 'señor Don Chicho: lamentamos no poder satisfacerlo por la razón de que somos unos pobres patos que hacemos figurillas para poder morfar'.
Un colono de la zona de Devoto, un tal Samuel Barraud, no vaciló, expulsó a balazos a merodeadores nocturnos que se paseaban en cercanías a su campo.
El 24 de febrero, un diario de Buenos Aires tituló que en San Francisco estaba "la cuna de la mafia".
En marzo fallecería otro de los Gilleta heridos, Juan Antonio, a sus 46 años.
Las investigaciones apuntaban a Rosario. Se comentaba que los Giletta habían recibido un anónimo de esa ciudad, en el mismo se les comunicaba que debían entregar dinero.
Un canillita de apenas 10 años, testigo clave. 'Andate, salí de acá mocoso', le dijeron al pibe esa noche, en cercanía de la casa de los Ambrosino. Dito pasó por allí y lejos de amedrentarse ante los dichos, se quedó espiándolos cuando ya no lo veían. E identificó a los culpables días después.
De las balas a las puñaladas
La criminalidad se llevaría otra vida tan solo meses después. El 1 de abril, en su domicilio de Iturraspe 2354, Juan Bautista Ambrosino, de 55 años, es apuñalado, no una sino cuatro veces. Las heridas fueron en el bajo vientre, en el corazón, en el axilar inferior y una última en la muñeca izquierda.
El motivo, otra vez un intento de robo. Los criminales se dieron a la fuga en tanto el hermano de Juan, quien vivía con él, lo vio caer. Lo vio morir en la puerta.
Este nuevo episodio generó que se intensificaran los procedimientos. Los móviles policiales se dirigieron a los suburbios de la ciudad y a las estaciones de trenes. Más detenciones, con posteriores libertades por falta de cargos.
Por esta razón, el 4 de abril arribaría de Córdoba personal especializado para esclarecer el caso Ambrosino.
Precisamente sobre ello, sería un pibe, un canillita de 10 años de edad: 'El Dito' (Dito Corso) quien aportaría valiosos testimonios.
Para sorpresa de muchos, los implicados eran allegados a la policía. Abdón Machado, ex agente policial devenido a agenciero de quinielas; Aldolfo Digno Ramos (vaya segundo nombre), agente policial en funciones y su hermano, Arnaldo, ex comisario de la policía en Quebracho Herrado.
Sucede que ante las pesquisas, los investigadores dieron con un entregador, José Massa Ferrari, vecino de los Ambrosino. José adujo haberles dicho a los criminales de la posibilidad de que Juan Bautista tuviera en su casa 20.000 pesos. El entregador confesó. Al ser detenidos, los criminales admitieron el hecho, aunque luego se retractarían. Poco les serviría.
Aquí jugaría su carta El Dito. 'Andate, salí de acá mocoso', le dijeron al pibe esa noche, en cercanía de la casa de los Ambrosino. Dito pasó por allí y lejos de amedrentarse ante los dichos se quedó espiándolos cuando ya no lo veían. E identificó a los culpables días después.
Arnaldo Ramos confesó ser el autor de las puñaladas. Dio detalles incluso del lugar donde arrojó el puñal. 'En terrenos del ferrocarril'. Efectivamente la policía encontró allí el puñal.
El hecho de que Arnaldo fuera agente no pasaría desapercibido. Hubo pedidos de que se desarmara la cúpula dirigencial de la policía.
Conexiones entre los casos
El 20 de abril, por el caso Giletta, detienen a Luis Pelganti, amigo de los Ramos y Machado (ya detenido anteriormente por el caso Ambrosino); en Quebracho Herrado se detuvo a Aurelio Ramos, sargento de la policía y hermano de Adolfo Digno y Arnaldo, como también a Carlos Bauganier y, desde Las Varillas, a Antonio Bacile.
Uno de los vecinos de los Giletta identificó a Arnaldo Ramos como uno de los hombres que se aproximaron ese día en la casa del asalto y las fichas comenzaron a caer.
El 25 de abril se supo, otros policías serían implicados. Francisco Aiassa, subcomisario de Colonia Marina fue el jefe del grupo que atacó a los Giletta. El automóvil utilizado pertenecía al comisario de San Francisco Juan Arnaudo. Aiassa lo consiguió y ese día lo condujo Abdón Machado. Los otros integrantes eran Arnaldo y Adolfo, los mismos utilizaron revólveres '38. El que utilizó el '45 fue Aiassa. Mientras se desplegaban las balas, Machado esperaba en el automóvil.

Cambio de autoridades
El 26 de abril el gobernador Pedro Frías y su ministro de Gobierno, Agulla, firmaron el decreto de intervención a la policía de San Francisco y a la Jefatura Política de San Justo. Esta última fue encargada al jefe del Cuerpo de Guardiacárceles de Córdoba, capitán Isidro Morás, y la policía, al comisario Alberto Carnicero. En Colonia Marina, en reemplazo de Aiassa quedó a cargo del oficial Casalis.
Finalmente el 4 de mayo, por el caso Giletta, se decretó prisión preventiva contra Arnaldo Ramos, Abdón Machado y Francisco Aiassa, por los delitos de homicidio, lesiones, tentativa de robo y violación de domicilio.
En el caso Ambrosino se dictó prisión preventiva a Adolfo y Arnaldo Ramos, Abdón Machado, José Massa y Francisco Aiassa.
En ese proceso trascendió una denuncia de martirio hacia Arnaldo Ramos y Abdón Machado con el fin de que acusaran como cómplice al comisario Juan Arnaudo. Esto desató múltiples controversias.
Las idas y vueltas se sucederían hasta el año 1935, hubo nuevos cambios de autoridades en las fuerzas de seguridad y pedidos de modificaciones en las penas de los acusados.
Rosario, en este caso, no estuvo cerca. Lo cierto es que la policía de la ciudad y la región se vio manchada como tal vez nunca en la historia.