La captura del voto joven
Las estrategias de comunicación hacia la juventud no suenan como propicias. Los políticos no tienen en cuenta otra realidad. No parece que se hagan esta otra pregunta: ¿están los jóvenes enojados y resentidos solamente porque estuvieron encerrados más de un año?
La captura del voto joven parece ser la aspiración máxima de las principales fuerzas políticas que competirán primero en las Paso y luego en las legislativas de noviembre próximo. Los estrategas de campaña parecen haber hecho un gran descubrimiento cuando afirman que la pandemia golpeó duramente a los jóvenes, tanto en lo anímico como en lo económico.
Sin embargo, la radiografía del estado de la juventud en la Argentina parece de fácil interpretación. Algunos candidatos o líderes de los partidos y alianzas se espantaron cuando detectaron el desencanto de una franja social que tiene el 26% de desempleo y en la que casi 7 de cada 10 viven en la pobreza. Así, según encuestas recientes, el 32% está dispuesto a irse hoy del país a buscar nuevas oportunidades, un 23% sólo se iría si tiene un trabajo seguro en el exterior y el 5% si tiene amigos o familia que le puedan ayudar afuera. En total un 60% de los jóvenes piensa o está pensando emigrar. El resto procura alzar la mirada para encontrar algún horizonte que posibilite salir de esta situación.
De este modo, tanto el oficialismo como algunos dirigentes opositores trabajan para captar su voto, evitar que las perspectivas se sigan deteriorando y frenar el éxodo de los que están pensando en emigrar. No obstante, una pregunta surge inmediata: ¿son los mensajes que estamos escuchando en estos días los más adecuados para atraer voluntades jóvenes al cada redil partidario?
El presidente se dirigió a los "chicos" diciendo que quiso cuidarlos porque no había otra salida y a los pocos días se conocieron los detalles de un festejo en Olivos en el que el "cuidador" no se cuidaba. La vicepresidente trae a su discurso a un joven cantante y luego éste desmiente sus afirmaciones. El primer mandatario sale a promover la liberación del consumo de marihuana y una sucesión de voces obsecuentes toma el mismo camino. Hace un año, durante la extensa cuarentena, un funcionario del ministerio de Salud de la Nación promovía las relaciones sexuales virtuales. Ahora una candidata de la provincia de Buenos Aires afirma que con su partido en el gobierno se pudo tener sexo libremente. Un caricaturesco economista que se define como antisistema insulta y se apropia de un discurso soez entendiendo que así aglutina adhesiones juveniles. Y una larga lista de "políticos tradicionales" intentan congraciarse con los más jóvenes utilizando las redes sociales, haciendo videos -algunos que rozan el ridículo- y utilizando lenguajes impostados. No cuesta mucho inferir que las estrategias de comunicación hacia la juventud no suenan como propicias.
Porque, además, no tienen en cuenta otra realidad. No parece que se hagan esta otra pregunta: ¿están los jóvenes enojados y resentidos solamente porque estuvieron encerrados más de un año? El fenómeno tiene una complejidad mucho mayor: no hay expectativas de progreso ni de movilidad social. No existen incentivos. La desprotección laboral, la falta de seguridad social, la pobreza creciente, el deterioro educativo son, entre otros factores, datos de la realidad que preocupan a la mayoría de la juventud.
El encierro quizás potenció el malestar. No obstante, la mirada de la política se queda en temas de superficie, lo que confirmaría un diagnóstico errado. La realidad angustiante que se vive implica la presencia de problemas complejos en la preocupación de los jóvenes que van más allá de la música, la marihuana y el sexo. Reivindicando solo la posibilidad del goce luego del interminable encierro, potenciando a personajes de cáscara vacía que se dedican a insultar y agraviar e ignorando hablar de cómo se sale de este laberinto, quizás no alcance.