Análisis
La capacidad militar de China
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En el desfile que conmemoró el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, China dejó una certeza: su poderío militar es impresionante, y con él aumenta su capacidad de influencia y disuasión en un mundo revuelto.
La conmemoración china del 80º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial no pasó desapercibida en el mundo occidental. Acompañado por personajes oscuros como los líderes de Rusia y Corea del Norte, el primer ministro chino, Xi Jinping pasó revista a más de 40 formaciones del denominado Ejército Popular de Liberación.
La muestra de poderío militar del régimen de Pekín es imposible de ignorar. Decenas de miles de soldados desfilaron. Se expusieron armas de todo tipo: drones, aviones de combate, bombarderos estratégicos, misiles hipersónicos y equipos nucleares. Esta impresionante demostración de fuerza se completó con la capacidad política de reunir a más de treinta gobernantes de países afines, entre ellos Rusia, India, Corea del Norte e Irán, situando a China en el sitial de una potencia global que jugará fuerte en la conformación del nuevo orden internacional.
Los análisis especializados en política exterior señalan que el líder chino le mostró al mundo el lugar que pretende ocupar. Que no es otro que el centro. Y que para ello cuenta con un arsenal bélico de envergadura, muy superior incluso al de varios de quienes potencialmente pueden ser sus adversarios. Posicionarse como garante de una renovada estructura política internacional es una apuesta que ya no tiene secretos.
Claro que la mirada del régimen comunista y de la mayoría de sus aliados choca con los valores que Occidente ha levantado desde hace siglos. Para Xi Jinping, la democracia liberal y el Estado de Derecho son proclamas que roen la legitimidad del modelo de gobierno que rige en la potencia asiática, que son capaces también de generar condiciones para una economía pujante, con el consiguiente desarrollo de su población.
La puesta en escena que representó el desfile militar aludido es también una herramienta para barrer bajo la alfombra algunos puntos oscuros del régimen. Se vive una desaceleración económica importante según muchos informes, su rol en la pandemia del Covid todavía se mantiene en las sombras y la falta de libertades es una realidad constante.
No obstante, China se autoproclama vocero del nuevo mundo. Aprovecha para ello el comportamiento errático de su competidor principal: Estados Unidos. Más precisamente de su actual presidente. Refiriéndose a Donald Trump, el diario Le Monde de Paris graficó elocuentemente esta situación: “Su falta de una estrategia coherente hacia China, sus tropiezos hacia la India, que llevaron al primer ministro Narendra Modi a viajar a Pekín, sus cambios de postura sobre la guerra en Ucrania, su complacencia con los autócratas, su rechazo al derecho internacional y al multilateralismo, y la guerra comercial con la que amenaza a todos sus socios: todo esto ha sembrado el caos en el escenario mundial y la confusión entre los aliados tradicionales de Estados Unidos. Paciente y a largo plazo, Xi Jinping no podría haber soñado con un mejor rival”.
China se regodea de estas circunstancias, aun cuando el liderazgo de Xi mantenga sus características autocráticas y se asocie, en algunos aspectos, con lo peor del maoísmo. Las luces económicas todavía fulgurantes conviven con el culto a la personalidad y el silenciamiento forzoso de las voces críticas. En este marco, el enigma chino tiene, al menos, una certeza: su poderío militar es impresionante y, con ella, crece su capacidad de influencia y disuasión en este mundo revuelto.