La Argentina del “no rumbo”
Más allá de tener experiencia en afrontar crisis y capear temporales dramáticos, la Argentina desconoce lo que le espera en el futuro cercano. No porque no pueda intuirlo. Sí, porque crece la sospecha de que las incertezas son cultivadas deliberadamente en algunas facciones que se disputan el poder.
El sociólogo polaco Zygmunt Bauman escribió hace casi dos décadas que la "vida líquida es la manera habitual de vivir en nuestras sociedades modernas contemporáneas. Esta vida se caracteriza por no mantener ningún rumbo determinado, puesto que se desarrolla en una sociedad que, en cuanto líquida, no mantiene mucho tiempo la misma forma".
De acuerdo a esta mirada, las incertezas incrementan la angustia y el temor a que nos sorprendan desprevenidos. Mucho más si las herramientas para cambiar la realidad no dependen de uno mismo, sino de decisiones que no se toman en otros ámbitos, en especial los que manejan el poder. Al no tener rumbo determinado, la preocupación es permanente. Una sociedad sin rumbo asoma como dando pie a la anarquía más destructiva.
En la vida política, el rumbo, el camino a seguir, históricamente ha sido marcado por quienes acceden al poder y ejercen el gobierno. Son los dirigentes, con asiduidad hoy tildados de "casta", quienes tienen la mayor responsabilidad para fijar el marco y los límites del camino que por el que transita una sociedad. Así también tienen la obligación de identificar el punto de llegada, aunque más no sea una aspiración.
El tortuoso camino del país en las últimas décadas mantuvo, no obstante, y de a ratos, algunos puntos de referencia. Hoy parecen haberse extraviado. ¿Las causas? Dependerá del punto de vista, pero no quedarían fuera del análisis la explosión de la interna gobernante, la puja por el control del poder en el seno del oficialismo, la incertidumbre que reina en la marcha de la coalición opositora, la permanente obstrucción democrática de grupos radicalizados que no llenan urnas, pero sí bloquean calles y la aparición de personajes con tintes caricaturescos que, fenómeno mundial, seducen a los votantes menospreciados por el sistema.
Un conocido empresario agropecuario sostuvo recientemente que la Argentina de hoy "tiene un no rumbo". "No sabemos bien hacia dónde vamos y eso es lo más preocupante de todo. Uno puede equivocarse, tener ideas buenas o malas, pero no tener rumbo es bastante más problemático", señaló. Graficó, creemos que con éxito, el actual estado de cosas.
El replanteo se hace imprescindible en este contexto de "no rumbo". Más allá de tener experiencia en afrontar crisis y capear temporales dramáticos, la Argentina desconoce lo que le espera en el futuro cercano. No porque no pueda intuirlo. Sí, porque desde el poder no se descorre ningún telón que permita atisbar el horizonte por más nubarrones que pueda mostrar. Y porque crece la sospecha de que las incertezas son cultivadas deliberadamente en algunas facciones que se disputan el poder.
De este modo, resulta inexplicable la realidad. Asoma como indescifrable mientras las disputas políticas e ideológicas sean la principal preocupación de los dirigentes. La política "líquida", sin rumbo cierto, está ahogando las esperanzas. Volviendo al pensamiento de Bauman, esta circunstancia "hace que nuestras vidas se definan por la precariedad y la incertidumbre constantes".