La amistad de Carolina y Paula supera barreras y se fortalece en la pandemia
"Cuando veo a una persona que vive la experiencia de la discapacidad, me sonrío porque en mi proceso de vida ha sido el despertador a muchas cosas (...) Haber conocido a Pauli para mí es puro agradecimiento". Carolina Casuscelli es sanfrancisqueña. Se mudó a Buenos Aires para estudiar gastronomía y también hizo la carrera de counselling. A los 20 años empezó un voluntariado en el Cottolengode Claypole y le cambió la vida.
Por Mauricio Argenti | LVSJ
La aparición de la pandemia de Covid -19 obligó a repensar en la manera en que las personas nos relacionamos entre nosotros. Distancia social, uso de tapaboca, alcohol en gel, son términos con los que desde hace más de un año nos familiarizamos.
Lo que no pudo el coronavirus es evitar que las personas que se quieren continúen expresándolo. Esta es la historia de Carolina y Pauli, que decidieron compartir sus días lo más cerca posible. Ambas vieron en esta nueva realidad una oportunidad para dar un paso trascendental en sus vidas atravesadas por una amistad sin límites, que crece día a día con la posibilidad de vivir experiencias comunes pese a las aparentes barreras que pueda plantear la discapacidad.
Carolina Casuscelli es una sanfrancisqueña de 37 años que actualmente vive en Buenos Aires. Hace 11 años, atravesaba un momento de su vida que la puso en búsqueda de algo que no sabía muy bien qué era hasta que conoció a Paula, apenas un año mayor que ella y a partir de allí todo cobró sentido.
Corría el año 2009 cuando Carolina sentía la necesidad de descubrir algo que la guiaba hacia el servicio social pese a que toda su realidad estaba vinculada con el mundo de la gastronomía. Sin embargo, a medida que pasaban los días, empezaba a descubrir que esas realizaciones no eran suficiente para ella y necesitaba algo más profundo y trascendente.
"En ese momento experimentaba la necesidad de atravesar por una búsqueda personal que me iba haciendo encontrarme con el otro. Entonces, un sacerdote amigo me sugirió que conozca el Cottolengo de Claypole y hacia allí fui y conocí a Paula", recordó.
Paula Aguirre es una simpática joven de 38 años que al momento de conocer a Carolina vivía en el Hogar Brian Mujeres del Cottolengo de Claypole, en Buenos Aires, lugar donde ingresó a sus 7 años, procedente de la ex Casa Cuna (hoy Hospital Elizalde). A ella no le hace falta hablar para expresar sus sentimientos, solo le basta con una mirada, una sonrisa, un abrazo o una caricia que siempre es intensa, como todo lo que ella siente porque está acostumbrada a vivir la vida a fondo.
Carolina conoció a Pauli durante una experiencia de voluntariado en el Cottolengo de Claypole y hoy es parte de su familia.
Con el tiempo, la relación entre ambas se fue profundizando hasta que hace un par de años, Carolina decidió dar un paso más y convertirse legalmente en su curadora, término jurídico que refiere a una persona designada para complementar la capacidad de obrar de otra, que presenta ciertas limitaciones, en determinados actos jurídicos. El curador no es el representante legal, sino que se limita a complementar su capacidad de obrar, asistiendo caso por caso.
Más allá de la figura legal, Carolina contó que luego de conocerse "entablamos una relación de amistad sin condicionamientos a pesar de las limitaciones que 'Pauli', lo que para algunos puede confundirse con una relación maternal, aunque claramente no es así", explicó para luego agregar que ambas se dieron cuenta de que "teníamos la necesidad de empezar a compartir la vida juntas".
El vínculo entre ellas ha sido tan intenso que se llevó puesta la actividad inicial de Carolina. Desde hace años dejó el mundo de la gastronomía y en base a una sólida formación terapéutica mediante el counseling, una actividad que fomenta el desarrollo personal y humano, se especializó en el aspecto comunicacional que trasciende las palabras.
"Conocer a Paula me cambió la vida"
Mientras Carolina iba relatando cómo se fue desenvolviendo a partir de su primer encuentro con Paula, reiteraba que conocer a Paula le "cambió la vida", no solo por el cambio de la actividad que desempeña a diario, sino que esa transformación también incluye "una nueva manera de ver la vida cotidiana".
"El encuentro profundo con una persona te transforma y eso fue lo que me pasó a mí -comentó-Hasta lo traumático en nuestra vida tiene un propósito valioso y eso es lo que me ha despertado conocerla".
Carolina conoció
a Paula en el Cottolengode Claypole; una residente con alta dependencia, con parálisis
cerebral y una discapacidad intelectual severa, cuya única forma de comunicarse
con los otros es con sus manos y con los movimientos de su cuerpo.
El encuentro entre Carolina y Paula no fue sencillo. Si bien al principio Carolina intentaba transmitirle algunas reflexiones sobre lo que ella pensaba que era importante en la vida, de inmediato se dio cuenta que "a Paula eso no le interesaba" ya que más bien "ella solo quería que esté con ella".
No obstante, a Carolina ese "estar" con Paula la obligó a cambiar muchos aspectos de su propia vida y con ello descubrió una nueva manera de relacionarse a través de la cual fue llenando esos espacios que la llevaron a sentir que ahora sí había descubierto el sentido que tenía su existencia.
"Empecé a habitar el silencio, otro tipo de lugares que tenía totalmente dormidos. En ella encontré lugares que también eran míos y que ella me invitó a reconocer", expresó.
El encuentro con Paula fue tan fuerte para ella que inclusive la llevó a asegurar que "me detuvo en el tiempo, llevándome a otro lugar".
"Lo que Pauli tuvo como facilitadora en mi proceso fue el contexto que ella me generó, por el lugar existencial en el cual ella habita, el silencio y la pausa. Eso fue una invitación maravillosa a que podamos encontrarnos en ese lugar y que yo pueda encontrarme conmigo misma en ese contexto".
Ellas afianzan el
vínculo tan especial que construyeron, de amor, familia y amistad sin límites,
que llevó a Carolina a convertirse en la responsable legal de Pauli, y sobre
todo, a vivir una experiencia reveladora de humanidad y aprendizaje.
La vida en pandemia
Al igual que el resto de las personas, la pandemia modificó muchas de sus actitudes cotidianas y tuvieron que aprender a vivir con eso.
Antes de que todo esto se desatara, la vida de Paula transcurría entre el Cottolengo de Claypole y la casa de Carolina. Luego, todo cambió y fue allí donde hubo que tomar decisiones que determinaron que ellas continúen juntas, afianzando el amor más puro.
"Decidimos pasar la pandemia juntas, no queríamos estar separadas", dijo y reconoció que esto las llevó a "transitar por una experiencia totalmente nueva". Luego, la decisión de viajar a San Francisco, donde vive la familia de Carolina, porque eso les permite "atravesar todo esto en un contexto más cálido y libre".
"Ella me ha despertado a un
nivel de conciencia sobre lo que realmente somos que para mí es puro
agradecimiento", contó Carolina sobre su sentimiento por Pauli y su lección de
humanidad, esa donde ocurre la vida y la que hizo darle un vuelco definitivo a
la suya.
Carolina confesó que descubrir la relación que alcanzó a cultivar con una persona con discapacidad "ha sido revelador" porque "me ha despertado a un nivel de conciencia sobre lo que realmente somos que para mí es puro agradecimiento".
"Cuando veo a una persona que vive la experiencia de la discapacidad, me sonrío porque en mi proceso de vida ha sido el despertador a muchas cosas que interpreto como un mensaje que tiene un sentido profundo", concluyó emocionada.