La amistad de extrabajadores de una fábrica de calzados fue más fuerte que el cierre

Un grupo de Whatsapp reúne a hombres y mujeres que pasaron en diferentes años por la extinta firma Calzacal, pero de eso no se habla ahí porque ellos solo quieren ser amigos para toda la vida.
Por Ivana Acosta | LVSJ
Hace 27 años que Calzacal no existe más, fue una reconocida fábrica de zapatos ortopédicos de la ciudad que le sirvió como primera experiencia laboral a muchos de los jóvenes de 15 años (en promedio) que entraban a trabajar ahí. El clima que mantenían era muy positivo impulsados por su juventud aun cuando el control por parte de los encargados y el propietario era permanente y estricto.
La fábrica trabajó más de 20 años y en ese lapso desfilaron muchas personas, pero el lazo de la amistad los ha unido a todos y todas desde los que estuvieron en la primera hora hasta los que llegaron un día y encontraron todo vacío sin tener indemnización o explicación alguna.
En el nombre de esa amistad es que ahora se mantienen en contacto permanente para hablar cosas de la vida mediante un grupo de Whatsapp y cada tanto se reúnen para comer y compartir alguna fiesta de reencuentro.
Así que cuando Claudia Sacchi, Norma Mansilla, Lliana Jappaert, Viviana Pieroni y Darío Lavezzini se sentaron para la entrevista se rieron todo el tiempo recordando los distintos períodos en que trabajaron ahí haciendo zapatos ortopédicos, unos que eran tan buenos que ni siquiera permitían la formación de ampollas.
Esos recuerdos se mezclaban con anécdotas, nombres de personas que faltan porque partieron y el deseo de encontrar a los que por ahí saben que trabajaron con ellos, pero no lograron localizar.
Amigos de la vida
Un día después del 1° de mayo de 1995 Calzacal cerró las puertas y un grupo de 51 personas perdieron su fuente de trabajo de forma intempestiva, se hicieron añicos todos esos años que habían invertido allí debido al vaciamiento de una empresa que supo tener hasta 90 trabajadores.
Pero esta no es la historia de ese hecho, sino de ellos, de todos los que pasaron por ahí y se convirtieron en amigos entrañables o en parejas y que ahora armaron un grupo divertido para compartir la amistad que les dejó ese lugar. En la hemeroteca del diario hay cinco, pero en total son más de 40 en un grupo de Whatsapp, el espacio mediante el cual se comunican y hay muchos otros que esperan se anoticien para sumarse.
"¿En qué año entraste vos?", se preguntaban unos a otros porque no todos han compartido las mismas etapas de trabajo, Liliana por ejemplo estuvo en una primera época y Viviana Pieroni o Norma Mansilla eran del grupo que un día se encontró con las puertas cerradas sin previo aviso ni sospecha.
Lo que sí tienen todos en común es que entraron siendo adolescentes a trabajar en ese lugar y allí crecieron, tuvieron sus primeras experiencias en el mundo del trabajo, se hicieron amigos en algunos casos y otros hasta se enamoraron.
Claudia Sacchi, Norma Mansilla, Lliana Jappaert, Viviana Pieroni y Darío Lavezzini, cinco de los más de 40 miembros del grupo.
Hilos en común
Era una fábrica donde todo se custodiaba, hasta el tiempo para despegarse del puesto de labor era controlado, pero ellos no dejaban de ser los chicos que eran y formaron un ambiente de camaradería que es un poco más difícil tener en estos días.
"La fábrica estaba ubicada primero por Mitre, entre Belgrano y Cabrera, después se trasladaron a Lamadrid 2176. Era de dos pisos y los encargados tenían sus mesas de trabajo en el medio desde donde podían ver a todos los empleados, mientras que en el fondo estaban las oficinas", recordaron entre todos. No era solo su caso, "eran todos chicos jóvenes, tomaban gente así todo el tiempo".
Su uniforme consistía en un delantal azul y zapatillas rojas, fuertes como ninguna, tanto que Lavezzini quien después se convirtió en policía hizo sus entrenamientos sin ampollas ni rasgaduras con ese calzado.
El proceso completo de fabricación se realizaba en ese lugar y si bien no recuerdan el número específico de las secciones que existían a grandes rasgos contaron que allí cortaban el cuero, lo rebajaban, cosían, mientras que en la planta baja se confeccionaban las suelas, armado y empaque.
Claudia que trabajó en esa área detalló que "uno pulía, otro pintaba la suela, la máquina lijadora, se lo lustraba y se colocaban los productos en el estante como pedido cuando estaba completo".
Quienes hayan trabajado en la fábrica y no estén en contacto con sus compañeros pueden escribirle a Claudia al 3564385137.
Caminos diferentes
No fue solo el cierre de la fábrica el que separó a estos amigos porque no todos estuvieron al mismo tiempo en ese lugar, en realidad la vida los fue llevando por diferentes cauces hasta que un día Claudia con un puñado de ex compañeros que conocía decidió armar un grupo de Whatsapp para conversar de cualquier cosa y mantener viva la amistad.
"Se han formado matrimonios que se conocieron ahí, no todos siguen juntos, pero eso es otra cosa", rieron todos. Claudia es la administradora y a ella llegan los contactos para agendar según va recordando cada uno los compañeros de su sección y la gran mayoría se "prendieron" en esta movida.
Así se fueron sumando más y más personas de diferentes años y momentos, pero que cuando se juntan en un mismo espacio da igual todo eso porque no hablan de Calzacal sino de lo importante que es reír, tener amigos y divertirse.
La fórmula fue un éxito porque al principio se juntaron 12, hace dos semanas eran 25 y esperan para el encuentro del 24 de abril que la cifra aumente, mientras tanto siguen deseándose los buenos días o "colgándose" a la noche a charlar de cualquier cosa, salvo política o religión.
Entrar a Whatsapp al chat del grupo "Los amigos de la vida" se convirtió así en una sana costumbre que incluso tiene su hit para el karaoke con la canción de Vicentico "Los caminos de la vida", esos que unió el trabajo en una fábrica de calzados.
Epílogo de Calzacal
La fábrica Calzacal el día 2 de mayo de 1995 apareció cerrada y vacía de cualquier tipo de maquinaria en su sede de calle Lamadrid 2176, dejó en la calle a 51 empleados en ese momento, pero en el lugar llegaron a trabajar unos 90 aproximadamente.
Su propietario René Chiavassa había trasladado las cosas a un establecimiento en la ciudad de Frontera donde por poco tiempo siguieron operando, se reflejaba una situación de vaciamiento y el propietario de la empresa registrada como Sociedad Anónima solicitó la quiebra, en tanto que los empleados de la firma solo recibieron un telegrama de despido en el mejor de los casos.