“Justicia” por las redes sociales
No se trata de limitar la libre expresión de las ideas. Todo lo contrario. La tecnología brinda espacios extraordinarios para devolver esplendor a este derecho esencial del ser humano. Sin embargo, la lapidación digital es la antítesis de la libertad de opinión.
Los comentarios que se vierten en las redes sociales a menudo exceden los límites de lo que debiera ser una sana convivencia. El fenómeno no habla mal de los instrumentos modernos que la tecnología ha puesto a disposición del ser humano, sino del uso que éste hace de ellos. Opiniones inquisitivas, acusadoras, agresivas, procaces, "justicieras", sin argumentos ni pruebas proliferan en el escenario digital, dando lugar a un fenómeno que ha crecido exponencialmente en los últimos años.
En 2015, un periodista galés, Jon Ronson publicó el libro "Humillación en las redes". El autor se dedicó a recopilar ejemplos de personas absolutamente desconocidas que tuvieron la desdicha de publicar alguna frase o fotografía que se viralizó y terminaron "escrachados" y ajusticiados por un ejército de usuarios que los incineraron en la hoguera digital. Algunos de estos posteos son desafortunados, es verdad. Pero otros fueron mal interpretados y terminaron destruyendo la vida de cientos de personas.
Cuando se habla en las redes de problemas que dividen a la sociedad, las posturas enfrentadas pretenden definir los pleitos a través de "defensores" que agreden no solo el respeto a la opinión ajena sino también la dignidad del ser humano en muchos casos. Pero lo mismo ocurre con temas banales, lo cual convierte a las redes en un arma peligrosa. Dice Ronson: "El usuario más anónimo de las redes sociales puede ver arruinada su vida cuando se convierte en diana de los justicieros virtuales. Cualquier frase desafortunada, opinión chocante o desliz en alguno de esos canales basta para ser llevado, sin posibilidad de defensa, a un patíbulo digital".
Lo más preocupante es que el escrache, repulsiva metodología de protesta e intimidación, ha virado hacia lo digital, amparándose en el anonimato que permiten estos instrumentos tecnológicos. Parece que se ha impuesto como una herramienta ilimitada para litigar y agredir. Y no solo es utilizada por quienes, tradicionalmente, desde una postura ideológica extrema se han aprovechado de los "beneficios" de escrachar a la gente, sino por cualquier persona -también niños y adolescentes-.
En tiempos remotos, quien no se ajustaba a las normas de convivencia era objeto de escarnio público en la plaza. Millones de inocentes fueron presa de las hogueras fanáticas y revanchistas. En esta época, parece reproducirse aquella costumbre. De otra manera, ciertamente. Incluso ante el menor error, el más minúsculo e inofensivo, ése que tiene rápida solución a través de una rectificación, la "justicia" en redes sociales que no trepida en abalanzarse sobre su víctima.
No se trata de limitar la libre expresión de las ideas. Todo lo contrario. La tecnología brinda espacios extraordinarios para devolver esplendor a este derecho esencial del ser humano. Sin embargo, como todo derecho, ejercerlo como corresponde exige responsabilidad, pensamiento crítico, respeto, tolerancia y el juego clásico de argumentaciones de uno u otro lado.La lapidación digital es la antítesis de la libertad de opinión.